Sinopsis

Con frecuencia no se valoran lo suficiente aquellos textos que a la desventura de ser anónimos añaden la de ser breves y encima subalternos. Sin duda que no es tan vital como el prospecto de unas pastillas anticoagulantes, pero la sinopsis de un libro o de una película tampoco carece de importancia. Por ejemplo, cuando el incauto redactor se extralimita al aportar informaciones esenciales de la trama, decimos –como si ésta hubiera adquirido una cualidad cárnica ya sólo apta para su despacho en casquería– que nos la desentrañado, destripado o desventrado. Muy desagradable. Para que no suceda esto, el autor de la sinopsis –o, dado su despiste, el responsable último de la edición– debería anteponer el gentil «spoiler warning» que me encontré hace unos días al consultar un sitio web con información detallada acerca de la serie Twin Peaks.

En otras ocasiones las sinopsis pecan por defecto, y se nos escamotean datos que podrían ser interesantes, para sustituirlos por una mera retahíla de adjetivos elogiosos. Entonces, una de dos: o el encargado de escribir el texto conoce sólo a medias el contenido de lo que está recomendando, o se ha plegado tanto a la estrategia comercial que, en definitiva, lo de menos acaba siendo informar siempre y cuando se trate de vender. Tampoco es desdeñable esta función principal de la sinopsis, pero ya cansa toparse todas las semanas con una novela magistral, con el poemario más importante en lo que llevamos de siglo, con el ensayo definitivo para comprender el complejo fenómeno de la globalización o con la película que ha marcado un antes y un después en la historia reciente de la cinematografía. Pobres estudiantes del futuro, pertrechados con su plumier y sus enormes enciclopedias de texto.        

La perfecta sinopsis empieza antes de su escritura, con una labor de adecuada comprensión y quintaesencia de aquello que va a reseñarse. El texto ha de tener las dimensiones justas –ni tan breve como para no insinuar nada, ni tan largo como para aburrir–; debe ser veraz, más elusivo que alusivo y contener, quizá, un punto de provocación que lo haga descollar por encima del resto. Al fin y al cabo, estamos hablando de una modalidad del discurso suasorio. ¿Quién recuerda alguna sinopsis en su literalidad? Yo sólo puedo aducir un caso que se me haya fijado en la memoria. Si en la contracubierta de la novela Madrid Continental, de Manuel de Lope (Plaza & Janés, 1991, edición de bolsillo), se encuentran con el siguiente pórtico: «Una historia tenebrosa del Madrid de los años cincuenta queda desvelada por un hijo de puta que decide averiguar quién fue su padre», ¿no creen que la audacia de la formulación merece al menos, por curiosidad, un hojeo de las páginas del libro? (En este caso, por cierto, merece, mucho más que un mero hojeo, una atenta lectura. Gran novela.).

 
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