Una gran inmoralidad

El Presidente del Gobierno ha sobrepasado todos los límites imaginables de indignidad personal y política al expresar públicamente el pasado jueves una postura tolerante y comprensiva hacia el Congreso que pretende celebrar el próximo sábado en la localidad vizcaína de Baracaldo el brazo político de ETA, es decir, Batasuna. Lo de menos, con ser importante, es si el juez de la Audiencia Nacional , Grande Marlasca, decide finalmente prohibir la celebración de un acto, a todas luces ilegal, protagonizado por una formación política que está asimismo ilegalizada. Lo de más, es que el Presidente del Gobierno de España ha vuelto a hacer, ¿y van?, un nuevo guiño a los terroristas en su alocada, irresponsable e inmoral estrategia de negociar con ETA. Si alguien tenía alguna duda sobre los planes negociadores de Zapatero con ETA, el propio interesado se ha encargado de despejarla y nos ha dado la razón a los que venimos manteniendo desde hace meses que este personaje no se para en barras con tal de conseguir sus particulares fines. Dicho de otra forma, para el Presidente del Gobierno, el fin sí justifica los medios. Constituye una grandísima inmoralidad jugar con los sentimientos, con los anhelos de paz de todos los ciudadanos. ¡Claro que los españoles queremos el fin de ETA!, pero con la misma rotundidad habrá que añadir que no lo queremos a cualquier precio. Mejor dicho, no queremos que se pague ni un céntimo de precio político por la paz. Es decir, justo lo contrario de lo que está haciendo Zapatero. Y cuando el Presidente del Gobierno, en un gesto cobarde y humillante, para satisfacer al mundo de ETA, manifiesta que hay que hacer compatible lo que él considera que es una ley muy restrictiva de derechos fundamentales, como es la Ley de partidos —que él apoyo en su momento en el Congreso de los Diputados- con los derechos que ampara la Constitución , con el de reunión, en el fondo está ya pagando un precio político por la paz. Decía al comienzo de este artículo que Zapatero ha sobrepasado todos los límites imaginables. Lo malo, es que puede seguir haciéndolo, porque ha entrado en una dinámica absolutamente enloquecida. El Presidente del Gobierno ha dado una patada al Estado de Derecho al no aplicar la Ley de partidos; ha hecho saltar por los aires el consenso en materia de lucha antiterrorista con el principal partido de la oposición. Ha ofendido a todas las víctimas del terrorismo, incluidas las de su propio partido y, por último, ha insultado a los millones de españoles que durante años nos hemos movilizado en diferentes ocasiones en defensa de la paz y de la libertad del País Vasco y de España. Estoy convencido que cuando se conoció esta última inmoralidad de Zapatero de justificar la celebración de un Congreso del brazo político de ETA, muchos militantes socialistas y cientos de miles de sus votantes sintieron auténtica vergüenza. ¿Cómo no pensar en esos momentos en Fernando Buesa, en Enrique Casas, en Fernando Múgica, en José Luis López de Lacalle, en Joseba Pagazaurtundua, en Ernest Lluch y en tantos socialistas, que al igual que otros ciudadanos han sido asesinados por el brazo armado de quien ahora el Presidente del Gobierno se muestra tan complaciente? ¿Cómo es posible que el Presidente del Gobierno sea tan comprensivo con Batasuna, que según ha sentenciado el Tribunal Supremo, es lo mismo que ETA, y sin embargo no haya dicho una palabra ante la indecencia protagonizada hace unos días por el portavoz de la ejecutiva del PNV, un individuo llamado Iñigo Urkullu, que puso a la misma altura a la banda terrorista que al Ejército? Todo esto produce sencillamente, asco. A lo largo de este artículo he empleado conscientemente en diferentes ocasiones la expresión inmoral o inmoralidad para referirme a la actitud y a la conducta del Presidente Zapatero. Por si a alguien le quedara alguna duda, voy a acabar diciendo una obviedad: quien adopta actitudes inmorales es, lisa y llanamente un profundo inmoral. No se si como ha dicho el líder de la oposición, Zapatero es un cobarde o un bobo solemne, o ambas cosas. Lo que si sé es que, por desgracia para los españoles, el Presidente del Gobierno se está comportando como un inmoral.

 
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