Una noria en el albañal

«Rosalía García, madre de ‘El Cuco’: “Mi hijo reconoció los hechos en su primera declaración por presiones de la policía”.» «Miriam Sánchez: “Pipi es machista, pero está domesticado”.» «Mario Conde da las claves para salir de la crisis económica.» «Exclusiva sobre los niños desaparecidos en Córdoba.» «Cada día le pido a Dios que sea el último en mi vida [padre Apeles].» «Chelo García Cortés: “No me siento respetada por mis compañeros de ‘Sálvame’”.» Estos son, uno tras otro, los titulares que ofrece la página web de «La Noria» en portada, y que extractan lo más interesante de la emisión del sábado.

Solo en Telecinco se dan las condiciones ideales para que los asuntos trágicos, los serios, los intrascendentes y los groseros alcancen plena unidad orgánica y no resulten chocantes al aparecer contiguos, como en la web. Y solo un periodista con la idiosincrasia de Jordi González parece capaz de acomodar el gesto y la palabra tan drásticamente a las más dispares situaciones comunicativas: no olvidemos que presentaba el debate de «Gran Hermano» (jarana, jarana), y que ahora está pluriempleado, traduciendo a la médium recadera de saludos post mórtem (contención, contención). Esa mezcla se le ve cuando tiene al lado a María Antonia, y entonces ejerce de moderador o azuzador según convenga.

A veces, al programa se le va la mano por el lado escabroso, según sucedió con las entrevistas a Violeta Santander, y a Rosalía García el fin de semana pasado. Cualquier reproche que se haga desde presupuestos morales, no obstante, será inoportuno para los responsables de la cadena si el veredicto del espectador exculpa la osadía de traer al allegado de un criminal. Ya tiene dicho el consejero delegado de la empresa, con redondez de apotegma que acaso presida en forma de rótulo la mesa de su despacho, que las cifras de audiencia son su ética.   

¿Que un anunciante retira su publicidad? Otro con menos escrúpulos ocupará su puesto, y acaso de un modo más ventajoso que el anterior. La polémica hace aumentar la cuota de pantalla, por lo que habrá un número aún mayor de televidentes potenciales a los que mostrar las bondades del producto. El canal de Vasile me recuerda al dios pestilente de la película El viaje de Chihiro. Según iba avanzando por la casa de baños donde trabajaba la protagonista, aquel ser crecía y crecía, hasta que la pequeña Chihiro le extrajo una bicicleta que tenía incrustada, y descubrió que el extraño dios era en realidad el espíritu de un río contaminado.

Sin lugar para interpretaciones fantasiosas, la cuenta de resultados de Telecinco crece y crece como el tegumento verdoso y maloliente del dios basura. Aquí no hay un río contaminado a su pesar, sino inmersión consciente y provechosa en aguas fétidas. El programa de Jordi González contribuye. Su icono es la noria como atracción, la rueda en la que uno monta y desde la que divisa lo lejano. Creo que más bien debería representarse con la otra noria, el ingenio hidráulico, en este caso situado en mitad de un albañal caudaloso cuyo torrente va moviéndole los cangilones.

 
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