La ‘pirueta’ de Rosa Aguilar

En política, como en cualquier otro orden de la vida, no vale todo. Y lo que ha hecho la pasada semana la dirigente de Izquierda Unida y Alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, de abandonar la coalición comunista y el Ayuntamiento de su ciudad para pasar a ser la Consejera de Obras Públicas de la Junta de Andalucía presidida por el socialista Griñán, es de las cosas que desprestigian enormemente no sólo a quien protagoniza esa “pirueta”, sino a la clase política en general.

Todo el mundo está en su derecho de evolucionar en su pensamiento político, cambiar de ideas e incluso de partido. Pero esto último conviene hacerlo con cierta mesura y midiendo un poco mejor los tiempos de lo que lo ha hecho la ya ex –alcaldesa de Córdoba. Porque de lo contrario, se da la impresión que uno está en política a cualquier precio, con el único objetivo de aferrarse al sillón, al cargo público, al poder en definitiva.

Conocidas eran las discrepancias de fondo que desde hace tiempo mantenía Rosa Aguilar con la dirección de IU: con la que encabezaba Gaspar Llamazares y con la que ahora lidera Cayo Lara. Pero eso no justifica que un día te levantes por la mañana siendo un cargo público de IU y al mediodía anuncies que te vas de Consejera a un gobierno autonómico del PSOE que ni tu propio partido ha apoyado en la sesión de investidura. Las cosas no se hacen así.

La “espantada” de esta política andaluza ha sido un feo, en primer lugar, para los ciudadanos de Córdoba, porque no han pasado dos años de haber sido elegida Alcaldesa de la ciudad y, en segundo lugar, también ha sido un feo para todos los votantes de IU y de la izquierda en general que confiaron en ella. Rosa Aguilar está en su derecho de cambiar de siglas, pero debería haber dejado pasar un tiempo entre su marcha de IU y su dimisión como Alcaldesa y su aceptación de un cargo público en un Gobierno del PSOE.

Es evidente que este hecho ha sido un duro golpe para la maltrecha Izquierda Unida. Si eran cuatro y cabían en un taxi, con la marcha de Aguilar, el PSOE consigue un buen golpe de efecto y avanza un poco mas en esa estrategia de sumar electoralmente todo lo que pueda por su izquierda.

Pero razones partidistas aparte, reitero que lo hecho por Aguilar no ha estado bien ni desde un punto de vista ético ni estético. Su prestigio y su imagen de política algo diferente a la media han quedado muy dañados. Al final ha demostrado que es como casi todos los políticos: aferrados al poder y pensado antes en sus intereses personales que en los de los ciudadanos a los que teóricamente se dice servir.

 
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