Inglaterra 6-2 Irán: Inglaterra fue una tormenta en el desierto

En la tarde en que los imberbes Jude Bellingham (19 años) y Bukayo Saka (21) presentaron en Doha la candidatura inglesa a hacerse con el Mundial de Qatar, la selección de Irán llevó a cabo una acción de protesta que dejará huella en el tiempo. Los futbolistas iranís, pese al amenazante control que ejerce la República Islámica de Ali Jamanei y Ebrahim Raisi, se negaron a cantar el himno nacional en el estadio Khalifa. Los jugadores, en uno de los días más importantes de su carrera, rechazaron el miedo. Con los labios cerrados y el gesto serio apoyaron a todos esos manifestantes que llevan semanas siendo reprimidos sin compasión en Irán tras la muerte de Mahsa Amini, cuyo pecado fue llevar mal puesto el velo.

Los futbolistas de Inglaterra también quisieron dejar constancia de su rebelión, esta sí fallida y sofocada por la FIFA y la teocracia qatarí. Después de que el máximo organismo futbolístico amenazara a quienes portaran el brazalete por los derechos LGTBIQ+ con sanciones disciplinarias (una amarilla para el capitán), las federaciones implicadas optaron por bajar la cabeza. Los jugadores ingleses, con Harry Kane al frente, al menos, mostraron su contrariedad arrodillándose antes de que el árbitro señalara el inicio del partido.

Semejante tormenta emocional enmarañó un partido que Inglaterra, una vez se calmó, hizo suyo de un soplido. De nada serviría entonces que la selección entrenada por el portugués Carlos Queiroz intentara parapetarse en su campo. Es tal el talento ofensivo y el descaro juvenil que maneja Gareth Southgate que no hubo más que esperar a que todo cayera por su propio peso.

Todo ocurrió, eso sí, después de que Beiranvand, portero de Irán, chocara violentamente contra su compañero Hosseini. Intentó el meta continuar, como si el algodón que taponaba la sangre en la nariz pudiera remediar su evidente mareo. Acabó reclamando el cambio sin saber muy bien dónde estaba.

Inglaterra siguió a lo suyo. Unas veces mandaba a Trippier a centrar con su preciado botín y a Maguire a rematar con su inabordable cabeza. Otras, buscaba a Harry Kane para que éste abriera algún pasillo entre la nutrida defensa iraní. Pero cuando entre todos encontraron al imponente Bellingham, ya sólo pudieron disfrutar.

Sterling y Walker abrieron camino por la izquierda. Y Bellingham, cuya capacidad en la llegada le emparenta a leyendas como Steven Gerrard, alcanzó el corazón del área para levantar la testa y lograr su primer gol con Inglaterra. A sus 19 años y 145 días, el centrocampista del Borussia Dortmund (y pretendido por el Real Madrid) se convertía en el segundo jugador inglés más joven en marcar en un Mundial, sólo por detrás de aquel Michael Owen a quien la gesta le permitió después ganar el Balón de Oro.

Antes de llegar al entreacto, Inglaterra ya había sentenciado el partido. Saka, aquel jovencito que rompió a llorar en la pasada final de la Eurocopa tras fallar en la tanda de penaltis contra la campeona Italia, comenzó a redimirse apuntándose el 2-0. La fórmula fue harto conocida: Trippier al córner, Maguire en la continuación, y Saka para el remate

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