Así detectó en Internet una unidad militar opiniones negativas sobre la ‘Operación Balmis’

La Brigada de Infantería de Marina creó una célula de inteligencia que revisaba mensajes en Twitter, Facebook, WhatsApp y Telegram para conocer “el grado de aceptación” de sus patrullas

Un infante de Marina del Tercio de Armada realiza tareas de desinfección durante la 'Operación Balmis' (Foto: Armada).
Un infante de Marina del Tercio de Armada realiza tareas de desinfección durante la 'Operación Balmis' (Foto: Armada).

Con la ‘Operación Balmis’, las Fuerzas Armadas protagonizaron a mediados de marzo de 2020 la mayor operación en territorio nacional, con el despliegue de miles de efectivos. Supuso un esfuerzo extraordinario de los ejércitos, la Armada, los Cuerpos Comunes, la UME y la Guardia Real que mejoró la buena imagen social de los militares.

El Ministerio de Defensa, especialmente Margarita Robles, destaca siempre el trabajo de los militares en esta operación, de la que además se han intentado sacar “lecciones aprendidas” valiosas para mejorar la respuesta a este tipo de crisis sanitarias, como fue la primera ola del coronavirus.

Análisis de carencias

Al analizar la operación, un mando de la Infantería de Marina detectó ciertas carencias en el plan que había elaborado y aplicado el Mando de Operaciones, del Estado Mayor de la Defensa, para actuar en diversos frentes ante la epidemia de Covid-19.

El comandante de Infantería de Marina Arturo Esteban Ceballos, destinado en el Tercio de Armada, y concretamente, en la Brigada de Infantería de Marina (Brimar), vivió desde allí la primera ola del coronavirus y el despliegue de los infantes de Marina del Tercio de Armada, sobre todo en los alrededores de San Fernando, en la provincia de Cádiz.

Este comandante escribió un artículo para el Boletín de la Infantería de Marina, publicación interna que edita la Comandancia General de la Infantería de Marina, en el que da detalles sobre “La célula de inteligencia de la Brimar en la Operación Balmis”.

“Ausencia de un planeamiento de inteligencia”

“La Operación Balmis ha supuesto -dice el artículo- un esfuerzo sin precedentes para las Fuerzas Armadas. La complejidad de la pandemia, y la rápida respuesta demandada por las Autoridades Nacionales condicionó un planeamiento de respuesta y gestión de crisis sanitaria bajo el paraguas normativo de un estado de alarma inédito en la reciente historia de España”.

Y apunta el problema que detectaron: “la ausencia de un planeamiento de Inteligencia en el nivel operacional condicionó el esfuerzo de Inteligencia en los niveles tácticos”. No obstante, el autor destaca que en su unidad “la capacidad de adaptación y la flexibilidad, ha permitido a la célula de Inteligencia de la Brimar desarrollar una arquitectura y unos procedimientos cuyo resultado ha sido unos 400 productos a lo largo de 90 días de duración del estado de alerta”.

Célula de inteligencia en la Brimar

Detalla que en esa unidad crearon una célula de inteligencia propia, partiendo de la carencia de inteligencia que entendieron que había en el planeamiento general del plan del Mando de Operaciones.

“A la vista de los objetivos de la operación, quedaba claro que había que establecer lo antes posible el conocimiento de la situación, para lo cual era crítico analizar el «entorno operativo», definir indicadores, y proponer qué productos podrían ser interesantes para dar a la difusión y promover así ese «conocimiento de la situación» en el mando”, explica.

 

Desde el punto de vista de la inteligencia, la Brimar detectó que “el apoyo a la lucha contra el COVID 19 presentaba varios problemas para llevar a cabo el «estudio del entorno operativo (IPOE5)», con sus características físicas, políticas, de seguridad, etc., conocer la propia amenaza en sí (una amenaza biológica de la que todavía la comunidad científica desconoce gran parte de su comportamiento), e integrar, finalmente, la amenaza en dicho entorno”.

Identificar los riesgos

La célula de inteligencia debía analizar “cómo puede evolucionar una amenaza biológica con el fin de identificar, tanto los riesgos para las fuerzas propias, como el previsible impacto en el entorno operativo (colapso del sistema sanitario, deterioro de las condiciones económicas y de seguridad, etc.)”.

En varios puntos de su explicación vuelve a destacar que, “al no haberse desarrollado el aspecto MEDINT [inteligencia sanitaria] de la Operación Balmis, no se contó con un esfuerzo de la inteligencia operacional enfocada al estudio de la amenaza biológica y su integración en el entorno operativo de dicha operación”.

Personal en teletrabajo

Al detectar esa carencia, la Brigada de Infantería activó una célula de inteligencia, condicionada porque la mayor parte de su personal “se encontraba, por orden del mando, bajo situación de teletrabajo desde el día 13 de marzo de 2020”.

Además del teletrabajo, había otros condicionantes como:

-- “Ausencia de planeamiento de Inteligencia por parte del escalón superior”.

-- “No definición de los productos de Inteligencia en el anexo QQ del OPLAN”.

-- “Necesidad de estudiar el entorno operativo del AoR de la BRIMAR”.

-- “Necesidad de definir los productos de Inteligencia para incorporar al Battle Rythm (BR)”.

-- “Necesidad de desarrollar un Programa de Obtención (PROB) para obtener información con la que satisfacer los indicadores”.

-- “Ausencia de un Plan Inicial de Inteligencia de la Brimar derivado del proceso de planeamiento operativo para desarrollar el OPLAN derivado 01/20”.

Base de datos con fuentes abiertas

Una de las primeras actuaciones de la célula de inteligencia unidad fue “establecer una base de datos de los 45 municipios de la provincia, con sus comisarías, cuartelillos, e infraestructuras críticas (sanitarias, energía, transporte y alimentación), y el «mapeo» y «geolocalización» de las 107 residencias de ancianos de la provincia, y de los hospitales provinciales”, para conocer la “situación táctica” de la zona donde iban a desplegarse los infantes de Marina.

Esa información la obtuvieron mediante “el empleo de Inteligencia de Fuentes Abiertas (OSINT), utilizando páginas como el INE, oficinas de censo, páginas institucionales de los ministerios, Junta de Andalucía, y vectores cartográficos de la Junta de Andalucía, del Instituto Geográfico Nacional (IGN), etc.”.

Residencias de mayores

La célula también elaboró “una base de datos de residencias de mayores y un registro, tanto de las vicisitudes de cada una de ellas, como de las actividades de las patrullas en aquellas residencias que eran visitadas”, y lo que se denomina un “Programa de Obtención (PROB) que contemplaba tres necesidades prioritarias de información (PIR) muy sencillas”:

-- “Situación de afectados por Covid-19 en la provincia (incluyendo colectivos esenciales y vulnerables)”.

-- “Situación de los Puntos de Interés (PoI) en caso de emergencia sanitaria (alimentación, farmacias, posibles localizaciones de espacios abiertos para albergar personal, etc.)”.

-- “Situación de las infraestructuras críticas (IC)”.

Sin analistas especializados

Los militares destinados en esa célula de inteligencia propia comprendieron que “una amenaza biológica de este calibre era difícil de estudiar, y más sin tener analistas especializados en MEDINT en la célula de inteligencia”.

Un problema era que “la abrumadora y a veces contradictoria cantidad de información procedente de fuentes abiertas tampoco permitía establecer claramente un modelo sobre las pautas de la propagación del virus, y su posible impacto en la seguridad del personal implicado en las operaciones”.

Paralelismo con las amenazas insurgentes

Pero llegaron a establecer una correlación: “La aparición de hotspots de la pandemia estaba muy relacionada con el factor poblacional, la carga viral, y la falta de protección individual. Estos tres elementos llevaron a deducir que el personal sanitario, los mayores residentes, y sus cuidadores aparentaban ser los colectivos más vulnerables a contraer el Covid-19. De hecho, la hospitalización de enfermos graves en las UCI y las bajas de personal sanitario fueron los primeros indicadores que se identificaron para hacer el seguimiento de la pandemia”.

Una conclusión que obtuvieron fue que “se pudo identificar claramente que la pandemia evolucionaba asociada a los grandes núcleos de población, las localidades que albergan los grandes hospitales, y ciertas residencias de ancianos, cuyo impacto social tuvo incluso repercusiones en los medios de comunicación nacionales”.

Ante ese análisis, el comandante hace un paralelismo bélico: “Este modelo de amenaza recordaba en cierto sentido las amenazas insurgentes, que se infiltran en núcleos de población, afectando personal crítico, arrebatando distritos al control gubernamental, y creando efectos de segundo orden que finalmente provocan el colapso del estado al que atacan”.

Carencias en las acciones de “Influencia”

En su análisis crítico del “Plan de Operaciones (OPLAN) 00103” que elaboró el Mando de Operaciones (MOPS), el comandante Arturo Esteban Ceballos apunta algunas carencias en un ámbito relacionado con la inteligencia, como es la influencia.

Revela otros detalles de ese documento, que no era público. Explica que el Plan de Operaciones “establecía tres Objetivos Operacionales:

-- “Objetivo Operacional 1 (OO1): Desplegar en tiempo y lugar adecuado la fuerza y capacidades militares requeridas”.

-- “Objetivo Operacional 2 (OO2): Contribuir a través de capacidades militares a los apoyos requeridos”.

-- “Objetivo Operacional 3 (OO3): Reforzar, ante la opinión pública nacional, la buena imagen de la FAS en beneficio de la seguridad y bienestar de los españoles”.

En el plan del Mando de Operaciones sí había un “anexo L «influencia», que desarrollaba acciones de STRATCOM [comunicación estratégica], operaciones de información y de presencia, postura y perfil (P3) para alcanzar un predominio de las narrativas e imagen institucionales, logrando la aceptación y mejora de la percepción de la actividad de las FAS”.

Primera operación a gran escala

Destaca que “al tratarse por primera vez de una operación de las FAS a gran escala en territorio nacional (TN), se debía llevar a cabo un gran esfuerzo para hacer llegar a la población los mensajes institucionales, y promover la comprensión de la misión asignada”.

Pero, de nuevo, encuentra carencias: “Sin embargo, el OPLAN del CMOPS no estableció líneas de operaciones, condiciones decisivas, fases, ni criterios de cambio de fase. Tampoco aparecían necesidades críticas de información del comandante (CCIR), ni aquellos elementos de información asociados a estas necesidades críticas que permitiesen diseñar indicadores que permitiesen alimentar ese «conocimiento de la situación» requerido como esfuerzo principal”.

Informe diario sobre noticias publicadas

Dentro de su propia iniciativa de inteligencia, la Brigada de Infantería de Marina analizó el impacto de la operación en los medios de comunicación: “Se estableció un seguimiento de los medios para valorar si los mensajes institucionales estaban llegando adecuadamente a la opinión pública. Para ello se contó con la colaboración del PAO [oficial de asuntos públicos] de la BRIMAR, quien hacía llegar las notas de prensa del MCC [Mando Componente Marítimo] a la célula de Inteligencia para que ésta pudiera valorar el impacto” en los medios de comunicación.

El centro de situación de la brigada “informaba a la célula de Inteligencia sobre las oportunidades informativas que habían implicado interacción de las patrullas y sus portavoces con los periodistas”.

El seguimiento de los medios de comunicación se convertía en un informe sobre inteligencia de fuentes abiertas, “OSINTREP, documento diario que a menudo llegaba a tener una extensión superior a las 15 páginas de noticias valoradas por la célula de Inteligencia”.

En total, esa célula elaboró y difundió entre los mandos de la Brigada de Infantería de Marina “399 productos de inteligencia en apoyo a la Operación Balmis”.

Seguimiento de redes sociales

Los infantes de Marina dedicados a esta tarea de inteligencia consideraron que la ‘Operación Balmis’ tenía un “intenso componente de Influencia”, y por ello vieron necesario establecer “una célula de seguimiento de comentarios en RRSS (Twitter, Facebook, Instagram, canales de Telegram, y de WhatsApp)”.

Primero monitorizaron “el grado de aceptación de la presencia de patrullas en las localidades” del área que les habían asignado, “y, posteriormente, en la aceptación de las acciones de asistencia, descontaminación y apoyo”.

En su tarea de bucear por las redes, “se utilizaron herramientas de protección de IP (VPN) para garantizar la navegación anónima en redes sociales”.

Esta monitorización recuerda a la polémica que se suscitó cuando se conoció que la Guardia Civil estaba vigilando la “desafección a las instituciones del Gobierno” durante ese mismo período del estado de alarma de la primavera de 2020. En ese caso, la Guardia Civil elaboró 53 informes, uno diario entre marzo y mayo. 

Detectaron “narrativas negativas”

Explica en su artículo el comandante de Infantería de Marina que “este seguimiento permitió hacer una valoración de más de 500 comentarios diarios en diversas redes, con los que luego se elaboraba un producto específico (SOCINTREP) [Informe de inteligencia sobre Social Media] diario que se inyectaba en el Battle Rythm a 19:00 h, junto al OSINTREP”.

Gracias a ese seguimiento, la Brigada de Infantería de Marina detectó “algunas narrativas negativas”, y también “fallos iniciales en la implementación de medidas P3 de las patrullas [..] Con estos trabajos se aportaba diariamente el párrafo «Influencia» del SITREP diario de la BRIMAR”.

“Bulos que puedan comprometer la credibilidad”

Una de las lecciones aprendidas que obtuvo la Brimar tras la ‘Operación Balmis’ fue que “la dependencia de sistemas informáticos domésticos debe ser analizada con especial atención, pues es evidente que pueden presentar riesgos, por lo que se debe proporcionar a los analistas acceso a herramientas como VPN y softwares más adecuados para la navegación segura por Internet”.

También, que “el seguimiento de comentarios en canales de noticias y de RRSS permite anticipar al Comandante la presencia de narrativas y de bulos que puedan comprometer en un momento dado la credibilidad de la operación”.

Considera necesario que el personal del Cuerpo Militar de Sanidad “integrado en estructuras operativas reciba formación básica para colaborar con las células de Inteligencia para elaboración de productos relacionados con MEDINT”.

Inteligencia antes de desplegar patrullas

Sobre la necesidad de inteligencia, “a la hora de desplegar patrullas en el terreno, es evidente que la necesidad de conocer la situación táctica es crítica para que un Comandante pueda cumplir la misión asignada”, y dicho conocimiento “no se puede obtener sin un esfuerzo de Inteligencia adaptado al terreno y la amenaza”.

Llama la atención lo que apunta sobre que “las herramientas diseñadas para el análisis de las amenazas asimétricas en operaciones contrainsurgentes se han revelado como muy adecuadas para hacer un seguimiento de la amenaza vírica, que, al fin y al cabo, ataca los núcleos de población, pudiendo hacer que unos distritos tengan una carga viral muy superior a otros, y que aparezcan focos de infección (hotspots) que degraden en muy breve tiempo la situación, creando imprevisibles efectos de segundo orden en los sistemas sanitarios e infraestructuras críticas, que podrían llegar a provocar el colapso de hospitales, residencias, gasolineras, farmacias, o gasolineras, por poner un ejemplo”.

‘OPLAN 00103’ del Mando de Operaciones

El artículo incluye un “análisis crítico del OPLAN 00103 desde el punto de vista de Inteligencia”. El ‘OPLAN 00103’ fue el Plan de Operaciones que elaboró el Mando de Operaciones (MOPS) para conducir la ‘Operación Balmis’. Hay que recordar que fue el Mando de Operaciones el que coordinó y dirigió todas las actuaciones de las Fuerzas Armadas frente al coronavirus, en toda España.

Una de las críticas que el comandante Arturo Esteban Ceballos hace al Plan es que “no contemplaba anexo de Inteligencia, ni siquiera en lo referente a Inteligencia Médica (MEDINT)”.

Desarrolla esta crítica señalando que “el OPLAN del MOPS se limitaba a establecer las responsabilidades de proporcionar Inteligencia operativa y sanitaria en apoyo a la operación a las siguientes autoridades: Director del Centro de Inteligencia de las FAS (DICIFAS), Jefatura de Sanidad Operativa (JESANOP), e Inspección General de Sanidad de la Defensa (IGESANDEF)”.

Destaca que “el término «inteligencia» aparecía solo seis (6) veces en las 92 páginas del OPLAN 00103, y en su mayoría se trataba de referencias a las responsabilidades de las autoridades ya reseñadas”.

No involucrados

Otro punto que lamenta es que “la célula de Inteligencia del J2 del MOPS”, es decir, la Sección de Inteligencia del Mando de Operaciones, “no estuvo involucrada en el planeamiento operacional”, y de igual modo “la célula del N2 del MCC [Mando Componente Marítimo] tampoco contribuyó al planeamiento en su ámbito de responsabilidad”.

Añade que “la falta de un anexo de Inteligencia en el planeamiento Operacional, tuvo su reflejo en la documentación operativa derivada de ALFLOT [Almirante de la Flota] y de GETEAR [General del Tercio de Armada], en los cuales no aparecieron referencias al esfuerzo de Inteligencia. De hecho, no se requirió inicialmente de la célula de Inteligencia la elaboración de anexo alguno”.

“Inteligencia sanitaria”

ECD ha consultado con el Estado Mayor de la Defensa, para recabar su versión sobre estas carencias en inteligencia que señala este comandante de la Brigada de Infantería de Marina.

El Estado Mayor de la Defensa (en el que se integra el Mando de Operaciones) señala que “durante toda la ‘Operación Balmis’, tanto durante la fase de planeamiento como en la ejecución, siempre ha estado presente y se ha desarrollado la Inteligencia Sanitaria. Al no tratarse de un OPLAN al uso, ya que el enemigo era un virus y no uno tradicional, el OPLAN no tenía una estructura estándar como en el caso de otras operaciones militares. El OPLAN era correcto y así lo corrobora el éxito de BALMIS y el proceso de lecciones aprendidas llevado a cabo con posterioridad”.

Otras fuentes militares consultadas por ECD coinciden en señalar que sí hubo actividad de inteligencia en la conducción de la ‘Operación Balmis’.

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