‘Sangre y dinero’, una buena serie sobre el mercado del carbono

Esta docu-serie francesa explica cómo una banda de delincuentes se embolsaba impuestos vendiendo cuotas de contaminación

"Basada en la historia real tras el colosal y polémico fraude millonario sobre el impuesto de carbono, conocido como la estafa del siglo".
"Basada en la historia real tras el colosal y polémico fraude millonario sobre el impuesto de carbono, conocido como la estafa del siglo".

Quizá no hay robos más sustanciosos que los que tienen por objeto el dinero público. Y ahí la culpable es la sociedad en su conjunto, no solo los políticos corruptos. De mordidas y coimas estamos sabemos bastante en España, pero no es más hiriente que los fondos se distraigan cuando arrecia la crisis. Cuando hay dinero, parece que nadie se da cuenta de los billetes que se hurtan.

No se trata de exculpar a quienes se dedican profesionalmente a la política, mucho menos en estos momentos, cuando se debate la posibilidad de las comisiones de investigación por ventas de mascarillas. Pero a veces olvidamos que el paisaje que compones sus señorías apoltronados en escaños y coches oficiales es exactamente idéntico al de todos nosotros: no hay un temple moral distinto. ¿Acaso piensan ustedes que los implicados en casos de corrupción hubiesen sido honestos en otros ámbitos profesionales?

El veneno de la corrupción no conoce de fronteras laborales. En Italia, por ejemplo, se acaba de destapar un caso en el que una red de delincuentes se aprovechaba de los fondos de recuperación europeos para lucrarse, bajo la excusa de rehabilitar edificios. Un procedimiento diferente, pero similar porque afecta a dinero público, es el que se refleja en una magnífica serie francesa, Sangre y dinero, con dos temporadas tan interesante como cautivadoras.

Todos los episodios están protagonizados por un tal Simon Weynachter (Vincent Lindon), que encarna al director del servicio nacional de aduanas judiciales. Este explica lo ocurrido en la primera decena del siglo XX con la compraventa de las cuotas de carbono en suelo europeo. Se trata de un hecho real, aunque ficcionado. Lo que se llamó “el timo del siglo” era una forma de beneficiarse comprando bonos de carbono y vendiéndolos a terceros, pero sin ingresar el IVA correspondiente.

“Lo que se llamó ‘el timo del siglo’ era una forma de beneficiarse comprando bonos de carbono y vendiéndolos a terceros, pero sin ingresar el IVA correspondiente”

Pero ¿cómo fue posible esa estafa tan burda? Lo interesante de los episodios -todos de factura inmejorable- es que quienes idearon lo que se conoce como el carrusel del IVA fueron dos pequeños estafadores de origen tunecino, afincados en el extrarradio de París. Su ingenio con las finanzas y su capacidad para distanciarse de las transacciones mediante el uso de sociedades pantallas e innumerables testaferros comenzó de modo tímido, ingresándose el IVA de pequeños productos.

Su astucia los llevó a ensayar el mismo fraude, pero a otro nivel. Para poder introducirse en el mercado del carbono necesitaban, sin embargo, a un verdadero capitalista, un inversor sin escrúpulos. Es en ese escenario en el que aparece quien, poco a poco, se convierte en el protagonista de la serie: Jérôme Attias. El actor Niels Schneider, que lo interpreta, realiza un trabajo magistral, dando vida de un modo verosímil y fidedigno del financiero que pierde la cabeza en medio de coches de lujo, mujeres despampanantes, viajes, casinos y droga.

Sangre y dinero está narrada por el funcionario de aduanas, que se obsesiona y estudia con la minuciosidad de un moderno Sherlock Holmes la trama empresarial. Resulta interesante y llamativo el desinterés de las autoridades y la falta de coordinación. Del mismo modo, suscita aversión e ira en el espectador ver a unos delincuentes de pacotilla gastarse el dinero que tenía que ir destinado a edificar hospitales, arreglar carreteras y pagar a los profesores.

“Suscita aversión e ira en el espectador ver a unos delincuentes de pacotilla gastarse el dinero que tenía que ir destinado a edificar hospitales, arreglar carreteras y pagar a los profesores

 

Una de las razones por las que podría resultar más grave el robo de lo público es porque se produce en unas dimensiones que no alcanzan los delitos más comunes. La cantidad de millones provenientes de impuestos no declarados es inimaginable y siempre que los que persiguen el caso buscan una aproximación se quedan cortos. El contraste entre el ascético y doliente inspector y la superficialidad y obscenidad con que la banda dilapida el dinero es uno de los rasgos más conseguidos de la serie.

La inquina del espectador crece, además, por otras razones. Un mercado de derechos contaminantes, como el de carbono, tendría que estar diseñado de forma escrupulosa. Lo que ocurre en Sangre y dinero es que las grandes empresas ganan formas de ensuciar la atmósfera y la sociedad no recibe ninguna compensación. Por otro lado, durante los capítulos se afea la existencia de paraísos fiscales y obliga a preguntarse hasta qué punto se ha de flexibilizar el secreto bancario.

Cierto es que haya una crítica al capitalismo, pero no tanto al funcionamiento en sí del mercado, como a la desidia gubernamental por administrar lo público. Desde un punto de vista económico y legal, las sociedades liberales han ideado precisamente mecanismos para evitar tanto abuso de posición dominante como malversaciones. El hecho de que los impuestos puedan ser con tanta facilidad distraídos y la toma de conciencia de que otros disfrutan lo que a muchos les cuesta tanto esfuerzo ganar puede ser también un argumento en contra de la intervención masiva.

¿Y desde el punto de vista antropológico? Hay, en el trasfondo de esta serie tan espectacular que uno está tentado a verla de una sentada, dramas humanos interesantísimos. El inspector es viudo y está distanciado de una hija adolescente que es adicta a las drogas; además, el otro protagonista, Attias, hunde su matrimonio y se pierde por el desenfreno y el hedonismo, hasta convertirse en una caricatura, en un perdedor. Su obsesión por aparentar y no apearse de un tren de vida tan deshonesto como indecente le conducen a negocios turbios y a establecer una especie de estafa piramidal de la que es muy difícil escapar sano y salvo. No se la pierdan.    

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