Sospecha de una China débil

"La falta de liderazgo internacional nos obliga a vivir sobre un volcán dispuesto a erupcionar en cualquier momento"
"La falta de liderazgo internacional nos obliga a vivir sobre un volcán dispuesto a erupcionar en cualquier momento"

Según Kissinger, líder es aquel que lleva a la sociedad donde nunca ha estado. Así lo apunta en su último libro. La afirmación del que muchos consideran uno de los principales oráculos de la geoestrategia -robusto y maquiavélico- no deja de ser una boutade. También un tirano o un bobo -lo sabemos- pueden llevarnos a sitios que afortunadamente nunca hemos hollado y que no quisiéramos conocer. 

Sin Guerra Fría de por medio, Kissinger parece estar amortizado. Pero no por ello hemos de pasar por alto lo que el muñidor de nuestro escenario internacional ha dicho sobre las cualidades del estadista: un individuo capaz de analizar la situación política con ojos de lince, viendo -y sopesando- pros y contras, dueño de una agudeza de la que carecemos el resto de los mortales. 

Es el coraje, la capacidad de análisis y el carácter lo que, según Kissinger, distingue a personalidades como De Gaulle, Nixon, Thatcher, Anwar Sadat o Lee Kuan Yew, y los separa de nuestros políticos miopes y cortoplacistas. Sabemos que andamos huérfanos de líderes porque no hay ningún director audaz que haya tomado la batuta -¡ni a quién dársela!- en el concierto mundial. Y la culpa de esta situación no arraiga en lo económico. 

“Sabemos que andamos huérfanos de líderes porque no hay ningún director audaz que haya tomado la batuta en el concierto mundial. Y la culpa de esta situación no arraiga en lo económico” 

Estados Unidos se desangra y ve cómo se trastabilla no solo Biden sino su antigua -y envidiada- capacidad tecnológica. Porque en otras partes del mundo también hay innovación y se trabaja mejor y más barato. Discutimos de energías renovables mientras otros, con la cara tiznada, se apresuran a llevarse nuestra parte del pastel. La pugna entre Washington y los estados amenaza, además, con desintegrar la unidad del país de la bandera estrellada. O sea, aunque la polarización ideológica explique que uno pueda abortar en Nueva York y llevar armas en Texas, no se sabe muy bien lo que comparte un californiano con un ciudadano de Utah, ni tampoco qué diferencia su vínculo del que ambos puedan tener con un francés o un coreano.

Europa es, por su parte, un continente alicaído, un desvalido pajarillo con las dos alas malheridas: ni tiene fuerzas para operar como vanguardia económica ni pundonor con el que exportar los valores que ha heredado. Muchos están empezando a desconfiar de la integridad moral de la ciudadanía europea. ¿Logrará el pacifismo sobrevivir a la carestía y la crudeza del invierno? ¿O se reblandecerán nuestras convicciones y la solidaridad con Ucrania al calor de la subida de los precios y la falta de combustible? 

Si Europa no alcanza a acomodarse es porque recorre la región un apestoso y bobalicón buenismo, comprometido con el reciclaje y la ecología, muy veggie, pero incapaz de tomarse las cosas con seriedad. De ahí los volantazos. Cierto: no es la primera vez que se impone la necesidad de sospechar de los compromisos cívicos, pero cada vez hay más progres que beben café ecológico a los que les asquea que una brizna de hierba pueda despeinarlos. 

¿Y el resto? Rusia está atosigada a base de sanciones y China con problemas importantes: crisis demográfica, recentralización de la economía, férreo control político sobre las innovaciones, menos relaciones comerciales con otros países… La falta de liderazgo internacional nos obliga a vivir sobre un volcán dispuesto a erupcionar en cualquier momento. Así lo confirman dos expertos internacionalistas americanos, Hal Brands y Michael Beckley, en un libro que explica una contraintuición: por qué hay mayores motivos para sospechar de una China débil que una región maoísta tan fuerte como su muralla.

Para estos autores, saber que Tucídides se equivocó al señalar que la guerra constituye un fin inexorable cuando un país emergente amenaza la supremacía de otro es imprescindible. A pesar de sus contribuciones al estudio de las relaciones internacionales, en realidad la cosa en el Peloponeso no se puso fea porque Atenas fuera una fuerza en auge frente a Esparta, sino por lo contrario: quienes se hicieron con el poder buscaban a toda costa evitar el declive de su ciudad.

 

“Esa forma de actuar, la de un animal que ataca con fiereza cuando ya casi todo está perdido, se ha repetido a lo largo de la historia internacional”

Esa forma de actuar, la de un animal que ataca con fiereza cuando ya casi todo está perdido, se ha repetido a lo largo de la historia internacional, hasta dar lugar a una constante que, según estos expertos, permite prever las futuras decisiones de Xi Jinping. Por ejemplo, la flaqueza del gigante asiático podría facilitar que se decidiera amagar con Taiwán. Pero según comenta The Economist, otros expertos vaticinan que en el caso de que China empezara a decaer lo haría de modo gradual y paulatino. 

Quizá como en ningún otro caso, es en este momento en el que tenía razón Bismarck cuando afirmó que la política era el arte de lo posible. Lo es en el ajedrez mundial, en donde cada movimiento es decisivo.  

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