El miedo a VOX

'El odio a la derecha no puede ser el programa de Pedro Sánchez'

El líder de VOX, Santiago Abascal, durante una rueda de prensa en la sede de su partido, a 5 de junio de 2023, en Madrid.
El líder de Vox, Santiago Abascal.

Para ser objetivo, la única manera de un cambio real y directo en la España dividida, enfrentada y vilipendiada es conceder el voto de confianza a VOX, lo demás serían 'los mismos perros con distintos collares', cómo se dijo en tiempos del rey Fernando VII. Si la democracia es un sistema consolidado en nuestro país no es por este Gobierno de Sánchez, sino por la madurez del electorado y la Constitución del 78, protagonistas de avatares, incidencias e historias que debiera hacer a un Estado no cometer los mismos errores. Nada es nuevo entre la corporación política y su manejo público, quizá en estos tiempos el desparpajo de actores suicidas infundan más incertidumbres, menos seguridad y temerario atropello a las libertades del ciudadano. Si libertad es decidir pudiendo elegir, es decisivo hacerlo sin influencias externas, sino en conciencia, ojo avizor y con valentía.

El pánico a VOX no es cosa del electorado, sino de la iniquidad de sus contrincantes PSOE y PP. Ya hace tiempo comenzaron la campaña del miedo. Este bipartito, es probable que tenga mucho que ocultar, demasiada basura bajo la alfombra y, sobre todo, la exclusividad electoral no dispuesta a perderla. Son conscientes que los de Santiago Abascal dejarían al descubierto hasta nidos de ornitorrincos, aves rapaces y reptiles exóticos en cada esquina de los viejos aposentos de siglas caducas. Sí, porque ambos partidos se consideran 'la alternativa', que aunque amenazan en periodo electoral con hacer auditorías de gestión unos a otros, jamás lo hacen, al menos en profundidad y efectiva, por intereses mutuo de buena reciprocidad. Hoy por ti, mañana por mí, y la casa sin barrer.

Si no son iguales, se parecen mucho en su modo de gobernar. Sus programas y proyectos están basados en las mismas leyes, o forma de interpretarlas, a excepción de la inversión y manejo económico. Los socialistas terminan cuándo termina el dinero. Despilfarrar y dilapidar el tesoro público es su doctrina. Mientras los populares imponen su gestión basada en la austeridad y moderación, pero continúan las actitudes ideológicas, posesión de sillones y avaricias personales. En cuánto a Podemos, sumar, restar, multiplicar y dividir, es asunto matemático de las cuatro reglas de la izquierda unida transatlántica rumbo a Venezuela o Cuba. Países de estampas paradisíacas, encantadores paisajes humanos, pero con estanterías de supermercados vacíos.
Órdenes de destrucción masiva

Hay algo peor que las promesas que no se piensan cumplir en periodo electoral; Son las consignas. Se trata de auténticas armas publicitarias endovenosas que causan un inmenso daño a la candarosa democracia. Se diseñan directrices, mensajes cortos y subliminales que lanzan las formaciones políticas embaucadoras para contrarrestar y hundir las aspiraciones de ascenso a quién no piensa igual a ellos. Es de justicia defender los propios postulados políticos, si fueran verdaderos y sin alentar animadversión, porque para estar a favor de algo no necesariamente hay que destruir todo lo demás.

Lo de 'viene la derechona', apoyado por 'el cambio', 'Le vamos a dar la vuelta a este país cómo a un calcetín', o 'Este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió', los introdujo el PSOE, sobre todo, a través de Alfonso Guerra, con el propósito de asustar e intimidar a la necedad pública para optener el rechazo a AP (Alianza Popular) de Manuel Fraga Iribarne. Entonces, para la mitad de los españoles aún estaba reciente la dictadura, sabían que lo de 'viene el lobo' espantaría la voluntad de acercarse a los populares. El rédito en las urnas fue impresionante, Felipe González llegó a obtener mayoría abrumadora (casi España entera le votó) y terminó su presidencia dejando tres millones y medio de parados, con el 'Váyase, señor González' de J. María Aznar.

Ahora Alfonso Guerra, ex vicepresidente socialista con Felipe González, dice; 'El odio a la derecha no puede ser el programa de Pedro Sánchez'. Una sinopsis, a modo de titular, que aglutina casi los cinco años de este presidente, que cómo máximo dirigente socialista ha conseguido crear su propia marca; El Sanchismo. Una autocracia que no respeta ni las propias reglas del partido que le auspicia.

El voto es prestado, ningún aspirante a gobernar debe asignarse la voluntad del pueblo cómo propiedad, no es vitalicio ni siquiera la confianza depositada de afiliados, ideales paralelos o voluntades interesadas. Esto hace pensar en técnicas de neuromarketing a través de asesores y líderes, no sólo para exterminar el éxito del contrario, sino son órdenes de destrucción masiva para hacer permanecer fieles a sus propios seguidores, a incondicionales y, sobre todo, para aprovechar la ignorancia política. ¡Adelante, sin miedo a nada ni a nadie!

 

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