Navidad con indulgencia

Navidad. Tres personajes revestidos de pobreza pero de gran riqueza interior aparecen ante los ojos atónitos de quienes les contemplan: Son  San José, su esposa, Santa María, y el Niño Jesús. Encantadores por su sencillez, la paz que infunden y la esperanza que  inspiran. ¿Quién no se emociona en la contemplación serena de un nacimiento o belén en Navidad?  Jesús nació en circunstancias singulares de pobreza extrema, pero del más puro amor que pensarse pueda. Santa María,  Virgen y Madre; San José,  “varón justo”  (San Mateo 1:19-20); el Niño, Dios humanado.

Este año, la visita a un belén en espacio franciscano, lleva aparejada una indulgencia plenaria si se acompaña de las condiciones precisas ( oración ante el belén por las intenciones del Papa, comunión sacramental ese mismo día ( en “estado de gracia”, por supuesto) y confesión ese día o hasta ocho antes o después. ¿ Y eso? Se cumplen ochocientos años de la primera representación de un belén o “nacimiento”. Fue un belén viviente realizado por San Francisco de Asís en Greccio ( Italia) la noche de Navidad de 1223. En la historia de San Francisco, se dice que apareció sobre el heno un niño de carne sonrosada y que San Francisco lo cogió en sus brazos ( Leyenda Mayor, cap.7, de San Francisco de Asís). A San Francisco se le vio lleno de dulzura, extasiado en tan dichosa contemplación. ¿Habrá algún cristiano que, en una mirada serena, contemplativa, del portalito de Belén, no se sienta lleno de dulzura y amor hacia Dios humanado en la persona divina de un niño? Gran acierto de San Francisco, diríamos que providencial.  Desde entonces, la tradición de los belenes por Navidad. Ante un belén,  viviente o tradicional, nuestra mente puede viajar al Belén original, y contemplar a con María, José y al Niño incendiado de amor, sencillo en su humildad; y, como San Francisco de Asís, sentir la cercanía de Dios, que es Amor y quiere salvarnos a cada uno: sólo nos pide devolverle amor y buscar agradarle, que redunda en alegría terrena y felicidad eterna para quien así le mira.

Josefa Romo