Los españoles están recurriendo a la caza furtiva para comer. La Guardia Civil de Andalucía, Extremadura y Aragón alerta de un cambio de tendencia en esta práctica

Los meses de invierno son los favoritos para los aficionados a la caza en España. Los agentes de la Guardia Civil de regiones como Andalucía, Extremadura y Aragón han detectado un incremento en el número de furtivos que capturan ejemplares para llenar la despensa.

Los responsables de Medio Ambiente de las Comunidades Autónomas marcan las temporadas de caza y ponen las reglas del juego para hacer compatible este deporte con la protección de la flora y la fauna autóctonas. En esta época invernal coinciden los días hábiles para la caza mayor de especies como el ciervo y el jabalí con el levantamiento de la veda de la perdiz, liebre, codorniz, zorro o conejo.

Según ha podido saber El Confidencial Digital, los españoles están recurriendo cada vez más a la caza furtiva como medio para subsistir. Fuentes del Servicio de Protección a la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil confirman que es una de las prácticas que más se ha incrementado con la crisis económica.

Un portavoz oficial del Seprona añade que, aunque todavía no se ha cuantificado, sí se ha detectado un aumento en el número de ilegales que han sido interceptados capturando ejemplares de hembras que no son homologables como trofeos por las autoridades competentes.

Una prueba que, según las fuentes consultadas, apunta a que el infractor en casi en el 90% de los casos está persiguiendo una especie para autoconsumo.

Las mismas fuentes explican que el objetivo de estos infractores no es vender las piezas en el mercado, sino que la caza sirva como una forma de apoyo para la economía familiar ante los rigores de la crisis. Tres de las regiones en las que los agentes del Servicio de Protección a la Naturaleza de la Benemérita han detectado este cambio de tendencia son Andalucía, Extremadura y Aragón.

Desde la Federación Española de Caza explican que pueden diferenciarse hasta dos tipos de ilegales. Existen profesionales que se dedican a capturar especies protegidas o fuera de temporada para venderlas a coleccionistas o a crear su propio palmarés con piezas que luego no pueden homologar como trofeos.

Este furtivo especializado va al campo con silenciador, prismáticos nocturnos y buscando una compensación económica.

También están los cazadores aficionados que con la crisis no pueden pagar los precios de los permisos o que recurren al furtivismo para llenar la despensa llevándose a casa animales para comer. Una de las tácticas de estos ilegales es trasladarse a cotos alejados de su entorno para evitar ser reconocidos.

 

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