Interior fija como prioridad localizar las armas y explosivos de ETA que faltan por encontrar

Considera fundamental recuperar ya el material y elementos logísticos que aún no se han intervenido y que podrían ser utilizados “por quienes quieran continuar” su actividad terrorista

Un tedax de la Guardia Civil, en un zulo de ETA en Irún (Foto: Ministerio del Interior).
Un tedax de la Guardia Civil, en un zulo de ETA en Irún (Foto: Ministerio del Interior).

La banda terrorista ETA anunció en mayo de 2018 que se disolvía. El anterior hito en la escenificación de su desaparición fue el acto de entrega de las armas y explosivos que almacenaba en ocho zulos ubicados en el suroeste de Francia.

El inventario que hizo ETA del material entregado, al revelar la localización de esos zulos en 2017, incluyó 118 armas de fuego, 25.700 balas, 2.875 kilos de material para fabricar explosivos y detonadores.

Entonces se dio por hecho que ETA no había entregado todas sus armas. Se sospechaba que una parte de su arsenal habría podido venderlo en el mercado negro, para financiarse tras el fin de la extorsión a los empresarios.

Además, algunas de las armas que conservaba podían revelar información a las Fuerzas de Seguridad sobre atentados mortales que no han sido juzgados, y provocar nuevas condenas para algunos terroristas, y por ese motivo esas armas no fueron entregadas.

Zulos perdidos

Los servicios de información eran también conscientes de que un número relevante de zulos de ETA se habían perdido. Los etarras que enterraron en ellos armas, municiones, material para fabricar explosivos, elementos para falsificar documentos y doblar matrículas de coches, lo mismo que los responsables del aparato logístico que los controlaban, fueron detenidos y sus sucesores en la banda desconocían la existencia de esos zulos.

A otros escondites los terroristas no se atrevían a acercarse por temor a que estuvieran controlados por agentes antiterroristas.

Eso provoca que, con ETA formalmente disuelta -aunque con etarras aún en busca y captura-, queden aún almacenes con armas y explosivos de la banda terrorista, tanto en España como en Francia.

En este sentido, Confidencial Digital ha podido comprobar que el Ministerio del Interior concreta, por escrito, que una misión fundamental es localizar todos estos zulos e incautar el material que ETA no entregó en la escenificación del supuesto desarme.

Presupuesto de Interior

Así lo indica el departamento que dirige Fernando Grande-Marlaska en la documentación preparada para el proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado de 2022, que se están tramitando en las Cortes Generales, ahora en el Senado tras pasar por el Congreso de los Diputados.

 

Uno de los programas en los que se divide el presupuesto del Ministerio del Interior lleva por título “Seguridad Ciudadana”.

En el documento que desarrolla ese programa se explican las líneas de actuación de Interior para garantizar y reforzar la seguridad ciudadana. Cita una serie de actividades estratégicas y otras de carácter operativo a desarrollar en 2022.

El primer objetivo estratégico es el “desarrollo de una estrategia integral de lucha contra el terrorismo, incidiendo en el refuerzo e intensificación de la colaboración y cooperación nacional e internacional. Para ello se ha de potenciar la dotación de herramientas legales que permitan una eficaz lucha contra el terrorismo y la criminalidad organizada”.

El punto dedicado específicamente a explicar las actuaciones en materia de “Lucha contra el terrorismo” trata tanto del terrorismo de ámbito internacional -el yihadista, principalmente- como el propiamente nacional.

“Recuperar todo el material no localizado”

Los primeros párrafos del apartado “Lucha contra el terrorismo”, incluyen varios compromisos a cuenta del terrorismo, donde no se cita expresamente pero se entiende que se refiere, principalmente, a ETA.

El ministerio considera “necesario consolidar la memoria de las víctimas a través de la lucha por el relato y contra la impunidad, afianzar la deslegitimación de la violencia y mantener las capacidades adecuadas que permitan el control y seguimiento de los entornos de apoyo a los diferentes terrorismos de carácter interno”.

Sobre ese punto expone que “es fundamental recuperar todo el material no localizado, armas y explosivos, así como elementos logísticos que permitan desarrollar su vida en la clandestinidad, utilizado anteriormente por las organizaciones terroristas, evitando de este modo que pueda ser utilizado por quienes quieran continuar su actividad”.

Añade que “igualmente es necesario realizar un esfuerzo en el ámbito del esclarecimiento de atentados sin resolver, evitando que el transcurso de los plazos de prescripción evite que los asesinos cumplan la condena por los crímenes cometidos”.

Servicio de Información de la Guardia Civil

El empeño en localizar y desmantelar los zulos perdidos de ETA no se limita a ese documento del Ministerio del Interior.

La revista de la Academia General Militar de Zaragoza, donde se forman los oficiales del Ejército de Tierra y de la Guardia Civil, publicó hace unos meses un artículo firmado por el teniente coronel Carlos de Miguel.

Se trata del jefe de la Unidad Central Especial 1 (UCE-1), la unidad dentro del Servicio de Información de la Guardia Civil dedicada a la lucha contra el terrorismo, incluido los restos de ETA.

El teniente coronel De Miguel hizo en ese artículo un repaso por la historia de ETA y por las actuaciones policiales que fueron minando a la banda terrorista, hasta conducir al final de los atentados.

En ese artículo advertía que “la actuación del Estado de Derecho contra ETA no ha cesado”, y apuntaba “algunas de las líneas que aún quedan pendientes de concluir y sobre las que se continúa trabajando para cumplir con el mandato legal recibido y honrar la memoria de las víctimas”.

Citaba tres líneas de actuación: “El descubrimiento de los zulos de armas y explosivos no entregados y que aún permanecen ocultos; la puesta a disposición de la justicia de los terroristas huidos de la misma –como el arresto de Josu Ternera en mayo de 2019 por la Guardia Civil en colaboración con la Dirección General de Seguridad Interior francesa-; el esclarecimiento de los atentados sin autor conocido…”. 

Por tanto, la Guardia Civil mantiene aún entre sus objetivos la detección de los depósitos de armamento de ETA.

Zulos en el País Vasco y en Francia

Las armas que comandos de ETA y miembros de sus aparatos logístico y militar fueron acumulando durante décadas aún continúan apareciendo por sorpresa.

A finales del pasado mes de octubre la Ertzaintza registró un zulo en un monte del término municipal de Ataun, en Guipúzcoa. Se apuntó que podría ser un escondite de décadas de antigüedad. Sacaron subfusiles, cargadores, munición, granadas artesanales, walki-talkies, detonadores y otros materiales.

Hace dos años, en junio de 2019, se produjo un hallazgo similar en Atauri (Álava). Un hombre que paseaba por el monte encontró el zulo, en el que había explosivos, temporizadores, cordón detonante y detonadores. En este caso, la investigación permitió detener meses después a varios colaboradores de ETA que habían mantenido ese zulo.

Los zulos no sólo se encuentran por casualidad, sino por investigaciones abiertas desde hace años. De esa forma encontró la Guardia Civil en marzo de 2017 siete bidones de plástico con explosivos, enterrados en Irún (Guipúzcoa).

También ha habido hallazgos en Francia. En agosto de 2019 se incautaron 120 detonadores, cientos de proyectiles, varios kilos de explosivos e iniciadores en bidones escondidos bajo un montón de piedras en el bosque de Marmeaux, al noreste de Dijon.

Un hombre con un detector de metales encontró otro arsenal en Las Landas en enero de 2018, poco después del supuesto desarme de ETA.

Cuando ha sido la Guardia Civil la encargada de hacerse cargo de este material, ha aprovechado para advertir a los ciudadanos del peligro que suponen estos depósitos clandestinos de armas y explosivos, y para pedir que, en caso de encontrar uno, se avise de inmediato a las Fuerzas de Seguridad y no se manipulen.

Posible escisión en 2014

El Ministerio del Interior apunta en el documento mencionado que uno de los objetivos de ese empeño por localizar todas las armas, explosivos y elementos logísticos de grupos terroristas es evitar que ese material “pueda ser utilizado por quienes quieran continuar su actividad”.

La advertencia puede parecer una exageración, pero lo cierto es que hace unos años, esta posibilidad puso en alerta a las Fuerzas de Seguridad.

Un profesor de un colegio de Navarra, Fermín Sánchez Agurruza, desapareció de su casa en Urdax (Navarra) y de su trabajo. En el pasado había sido condenado a prisión por pertenecer a ETA. Las Fuerzas de Seguridad le consideraban uno de los cabecillas de ‘Ibil’ o ‘Iraultza Bilguneak’, una corriente interna en el mundo proetarra que discrepaba del “cese definitivo de la actividad armada” anunciado por ETA en 2011.

Se sospechaba que Sánchez Agurruza había desaparecido para marcharse a Francia, y lo que era más preocupante, para intentar impulsar una escisión violenta, al estilo de las que sufrió el IRA irlandés, con el IRA Auténtico y el IRA de la Continuidad, facciones que siguieron atentando tras los Acuerdos de Viernes Santo.

Se creía que Sánchez Agurruza estaba contactando con dirigentes del entorno político de ETA, con terroristas que vivían en Francia, y también se apuntó que podría estar buscando armas. Además, se temía que pudiera acceder a alguno de los zulos que no estuvieran controlados por la dirección etarra.

GRAPO y Resistencia Galega

Durante las últimas décadas, en España han actuado varias organizaciones y movimientos terroristas, además de ETA: los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO, de carácter marxista-leninista), que asesinaron a casi 100 personas; distintas células anarquistas, que han atentado contra monumentos y empresas; los independentistas radicales de Resistencia Galega (que también provocaron daños materiales); así como diversos grupos conectados o inspirados en Al Qaeda, Dáesh o cualquier otro movimiento yihadista.

En el caso del GRAPO y de Resistencia Galega, las operaciones policiales redujeron a estas bandas a la extinción.

Durante la actividad de esas organizaciones terroristas, y en años posteriores, se han descubierto zulos con armas, explosivos y documentación: en 2007, en Murcia y en Arenys de Munt (Barcelona); en 2008, en Santiago de Compostela; en 2013, en Francia; y en 2017, en la sierra de Madrid.

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