La Otra Cara del Covid-19

Alberto y los tuits-telegramas de la esperanza en el frente de IFEMA

Alberto Arcos es técnico de emergencias del SUMMA 112 destacado estos días en el hospital de IFEMA. En los ratos de descanso de sus guardias nocturnas, aprovecha para conectar pacientes fuera de cobertura con sus familiares confinados en casa a través de mensajes que recibe por Twitter. Muchos enfermos amanecen con un “te quiero”, un “te esperamos en casa” o un “este verano estaremos juntos en el pueblo” que a los mayores sin móvil les está suponiendo un pulmón extra contra el virus

Alberto Arcos, técnico de emergencias del SUMMA 112, a las puertas del Hospital de IFEMA
Alberto Arcos, técnico de emergencias del SUMMA 112, a las puertas del Hospital de IFEMA

La contraportada del clásico dice así: “Homer Macauley trabaja como mensajero para una compañía de telégrafos y se convierte en testigo de la vida cotidiana de los habitantes de Ithaca, una pequeña población del valle de San Joachim, en California, que ve como muchos de sus soldados, en plena Segunda Guerra Mundial, no regresan del frente. Cada telegrama que entrega es el nuevo anuncio de una nueva víctima, una ventana que se cierra en el entorno familiar del desaparecido y, a la vez, un paso más en su conocimiento del mundo y del comportamiento humano. La comedia humana es la más célebre de las novelas de Saroyan y, en ella, la vitalidad y la candidez dibujan un inolvidable alegato contra lo absurdo de todas las guerras”.

Si William Saroyan levantara la cabeza quizás escribiera una segunda parte, de esas que siguen siendo buenas. En ella, el escritor armenio-estadounidense fallecido en 1981, contaría, seguro, la historia de Alberto: un técnico de emergencias del SUMMA 112 destinado al frente de IFEMA que dedica sus descansos para conectar a personas mayores sin móvil ingresadas en el hospital de campaña con sus casas para hacerles llegar el cariño, el empuje y las ganas de futuro de sus familiares cercanos.

Lleva entre 40 y 50 telegramas de esperanza entregados en persona. Localiza a sus destinatarios entre las tres y las cuatro de la madrugada, cuando duermen los pacientes, y todo Madrid, y España, y medio mundo, menos todos esos profesionales que son dan rachas de oxígeno en mitad de la tragedia. Y por las mañanas, se acerca a los pies de las camas con historias vivas tumbadas en colchón, y les ofrece el mensaje: “De parte de sus hijos Pedro y Ángel, que le quieren mucho, y que se recupere pronto”. “Que me dice su sobrina Vicky que le espera pronto en casa y que mucha fuerza”.

Empieza el día entre sonrisas y lágrimas. Acto seguido, Alberto Arcos concluye otra noche de guardia y se retira a sus aposentos. Mientras amanecen IFEMA, y Madrid, y España, y medio mundo, él duerme todo lo que ha dado en esta primera línea contra el coronavirus con la satisfacción del deber cumplido y la alegría de haber puesto un plus de humanidad a sus horas de servicio.

Una flecha al corazón de Twitter

El lunes 30 de marzo Arcos disparó al blanco de Twitter con este mensaje abierto enrollado en una botella: “Esta noche estaré de guardia en el pabellón 9 de IFEMA. Si alguien tiene un familiar en ese pabellón y queréis que le diga algo, me lo comentáis”. Más de 14.900 retuits. Más de 17.800 me gusta. 1.996.246 impresiones y 331.864 interacciones. Y, desde entonces, sus noches de guardia son noches de Reyes Magos para muchas personas conectadas a un respirador, pero desconectadas de sus familias en su lucha contra el virus de los abrazos rotos y la supervivencia emocional.

Sus noches de guardia son noches de Reyes para muchas personas conectadas a un respirador, pero desconectadas de sus familias en su lucha contra el virus de los abrazos rotos y la supervivencia emocional

            ¿Hay pacientes sin móvil en el hospital?

            -Sí, y eso aumenta el drama y la angustia de muchas personas que están aquí y no saben nada de sus familias, o de muchas familias que no pueden contactar con sus seres queridos en un momento tan duro. Algunas personas muy mayores nunca han usado un móvil, y otras han llegado hasta aquí sin él, porque todo fue muy rápido antes del ingreso.

En un cuaderno de papel reciclado, Alberto anota las historias de cada día, para que no se le olviden. Él solo quería poner su granito de arena para aliviar a los que estaban sin cobertura en este océano a veces azul y a veces negro… “Nunca pensé que esto sería tan bonito. Me planteé: si yo tuviera un familiar en estas circunstancias, qué me gustaría. Y estoy haciendo lo que me hubiera encantado que hicieran conmigo. Subir el ánimo de un paciente es importante también para que salgan del hospital cuanto antes”.

 

12 horas de guardia y siempre de noche. Unas diez desde que los primeros tambores del coronavirus se instalaron en IFEMA convirtiendo sus instalaciones en un Fitur de historias duras e historias de grandezas humanas. Controlando temperaturas, y oxígenos. Vigilando las constantes. Supervisando la dispensación de medicamentos. Cuando se acerca un oasis de inactividad, Alberto ordena los mensajes que ha recibido y tantea para ver dónde están las puertas a cuyo timbre tocará por la mañana.

Imagínense ser víctimas de un virus desconcertante que suena a muerte masiva en un hospital fundamental, pero levantado en un hangar gigante y sin ventanas. Imagínense las horas sin móvil y en soledad. Imagínense la incertidumbre de esos mayores que piensan en todos antes de dedicarse un momento a sí mismos. Y, después, imagínense despertarse descolocados con un técnico con mascarilla a los pies de su cama llamando al timbre de los buenos días con una sirena verde: “Que me dice su mujer que ya le han dado el alta en el Infanta Leonor y que está en casa. Que le espera allí. Que le quiere mucho”. “Que me dice su hija que le quieren mucho. Que se recupere pronto sí o sí. Que mucha fuerza para salir de esta”. O “que me dicen sus nietos que se ponga bueno pronto, que este verano lo pasarán con usted en su pueblo de Cuenca”.

“Que me dice su mujer que ya le han dado el alta y que está en casa. Que le espera allí. Que le quiere mucho”. “Que me dicen sus nietos que se ponga bueno, que este verano lo pasarán con usted en su pueblo de Cuenca”

Los mensajes de Alberto llevan cuatro palabras claves: cariño, ánimo, optimismo y cercanía.  “Y esa necesidad que tenemos todos de pronto de decir a nuestros seres queridos que los queremos, porque a veces lo damos por sentado, y no. Hace falta decirlo, que la vida pasa y sería una pena quedarnos con la triste carga de no haber dicho ‘te quiero’ mucho más”.

            ¿Cómo son las reacciones al escuchar sus tuit-telegramas?

            -Todos se emocionan. Y yo, también. Algunos pacientes me dicen: “No te abrazo, porque no se puede”.

“Que me dice su hija Rocío…”. “¿Y de qué conoce usted a mi hija Rocío?”. “Es amiga de una amiga… A ver cómo le explico yo a muchas personas mayores qué es Twitter… Pero lo importante es el mensaje, y los mensajes llegan”.

A un matrimonio mayor ingresado, les ha dado la terapia más estimulante, porque su nieta le ha soplado por mensaje directo que “hablarles de su pueblo es darles la vida”. Y le ha hecho llegar a un señor convaleciente “con cara de divorcio complejo”, el mensaje de cercanía de su ex y de su hijo Iker. “Entiendo que la mujer pensaría en el hecho de que el padre de su pequeño de cuatro años falleciera y me escribió por Twitter. Aquellas palabras le emocionaron muchísimo al paciente y le dieron mucho ánimo”.

El cuaderno de hojas recicladas chorrea historias así que cualquiera sabe cuánto valor tienen al peso para cada uno de sus protagonistas. Está también la historia de una mujer embarazada que le manda fotos para que su madre yacente esté al tanto de su proceso de gestación. Y un enfermo de Pamplona que le ha pedido un trozo de tela rojo para colgarse el pañuelito de san Fermín. Y una chica que le dice a su novio: “Tenemos que volver a ver juntos las películas de los domingos”. Y nada de esto es una película, ni una novela, sino la pura realidad de las noches de hospital.

Una antena humana sin wifi, pero con arte, conecta almas de fuera con cuerpos de dentro. Una nueva red social runrunea entre los pabellones de IFEMA: del mar de Twitter, al SOS directo, y del SOS directo, a la cara de las personas descabalgadas durante este naufragio. Y se establece una conexión 1.0 cuando el mensaje ha sido descargado. Alberto Arcos saluda después, cuando puede, a todas las personas que le abrieron la puerta, leyeron su telegrama, y lloraron de alegría. Como si Homer Macauley en vez de entregar partes de muerte entregara un cuponazo de vida o un instante de comedia humana en mitad de la tragitragedia.

La sensibilidad curativa de un artista

Todo deja huella. Este profesional de emergencias del SUMMA 112 lleva media vida entre luces de ambulancia. Normalmente trabaja en el servicio de Urgencias del centro de salud Federica Montseny, en plena avenida de La Albufera, Madrid. Además, Alberto Arcos es un bailarín de primera, por eso coordina tan bien movimientos, gestos, palabras, miradas y emociones en sus dosis diarias de salud. Cuerpos y almas. Cabeza, corazón, manos, pies, estómago y conciencia. Y tambien es actor, y quizás este sea el mejor papel humano de su vida.

El artista con traje de SUMMA ha estado detrás de la pantalla en Un paso adelante, en Aida, en Amigos, en el musical de Peter Pan, en El diluvio que viene, en los escenarios de teatro clásico de Mérida… Estos días de confinamiento global tenía en su agenda actuar en Alemania en Terpsicore, una ópera-ballet compuesta en 1734 por Handel que mezcla la danza, el canto solista y las voces corales. Como esta sinfonía de sanitarios contra el coronavirus que nos tienen a todos con la boca abierta de agradecimiento.

La nueva contraportada de esta historia reza así: “Alberto Arcos trabaja en el SUMMA 112, pero también es un mensajero altruista que convierte en instantes de esperanza la vida cotidiana de los pacientes de IFEMA, un gran hospital de campaña en punta de lanza contra la pandemia del coronavirus en el Parque de las Naciones, Madrid. Cada tuit-telegrama que entrega es el nuevo anuncio de una luz verde en mitad de la noche, una ventana que se abre en el entorno familiar de un paciente sin red y, a la vez, un paso más en su conocimiento del mundo y del comportamiento humano. La comedia humana es la más célebre de las novelas de Saroyan, pero La comedia humana (II) de este Juan de Arcos tiene pinta de convertirse en un best seller de aplausos sin precedentes. En ella, la vitalidad y la fortaleza dibujan un inolvidable alegato a favor de la cara humana más amable que las redes sociales nunca pudieron ni siquiera imaginar”.

Es posible que mientras usted lee estas letras, Alberto esté durmiendo en paz. Y que cuando usted duerma con más o menos paz, él esté contribuyendo a salvar vidas y curando ánimos con mensajes personificados que repelen los mosquitos de la soledad. La vida sigue fuera cuando se hace de noche. Y entre las camas de este hospital hay una torre de esas con cables pelados de afecto que conectan personas. También cuando sopla el vendaval.

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