José Apezarena

La termita

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Los hogares afrontan un enemigo potente y silencioso, trabajador y empeñado, altamente eficaz en su tarea destructora: la termita.

La termita es un insecto de seis patas, con antenas, a veces alas, y de color blanco, que se dedica a comer madera; concretamente, la celulosa que contiene. Por eso, ataca a todos los elementos que la incluyen, como son muebles, parquet, paneles de madera...

Dicen las enciclopedias que es un insecto muy discreto, que tiene un comportamiento social parecido al de las hormigas porque no hace ruido. No hace ruido ni molesta, y por esa silenciosa cualidad resulta especialmente difícil de detectar. Lo que lo convierte en más peligroso.

Tiene un hambre voraz y acaba afectando hasta los elementos estructurales de la casa tales como vigas y columnas.

No sale al exterior, no se deja ver, avanza siempre creando un túnel, formando galerías internas.

El riesgo más fuerte es que su existencia no se detecta hasta que ha arruinado completamente el mueble, por más historiado que pueda ser. Es que a la termita le traen sin cuidado las cualidades históricas y artísticas del mobiliario que destroza.

Pienso que este país, España, está siendo víctima de la termita. La termita política. Personalizada en un presidente del Gobierno que, de forma oculta y silenciosa, pero muy eficaz, va horadando los pilares del Estado. Lo está vaciando internamente, dejándolo hueco, hasta que un día caiga derrumbado porque ya no se sostenga en pie.

La citada termita ha destrozado el modo de gobernar, por el procedimiento de recurrir al decreto ley: centenares de decretos leyes tramitados con urgencia y sin un estudio adecuado. Ha horadado el sistema parlamentario, por la vía de dejar a las Cámara fuera de juego, evitando informarles, pedir su parecer y permitirles votar. Ha derruido las instituciones, como el Tribunal Constitucional y hasta el Consejo de Estado, colocando a políticos afectos que toman decisiones al dictado del Ejecutivo. Sin olvidar la Fiscalía General del Estado.

Ha tomado decisiones que luego han sido declaradas ilegales, como ocurrió cuando cerró el Parlamento con ocasión del Covid. Ha vuelto de revés, sin consultar a nadie, posiciones tradicionales de España como hizo con el Sáhara. Ha invadido la política exterior del país, colocando al frente del Cuerpo Diplomático y en las embajadas más importantes a militantes y a peones obedientes.

 

La termita se ha hecho con las empresas estatales, por la vía de nombrar, no agestores cualificados, sino a parientes, amigos y aun amigotes, muchos de ellos incapaces, pero todos premiados con altos sueldos. Controla el CIS, la Agencia Efe, Televisión Española... y los está destrozando por dentro.

Por no parar, no se ha detenido en su propio partido, el PSOE, convertido en una organización vacía, con una militancia a la que no se consulta nada: nadie les ha preguntado por los pactos con Esquerra y Junts, por los indultos, la amnistía... Ha convertido España en rehén de una facción de extremistas regionales, tal como escribió el Washington Post...

Y hasta se ha atrevido con la Corona.

La termita está agujereando el armazón del Estado. Apenas se nota, porque son galerías por debajo, ocultas, que no aparecen en superficie. Y va a conseguir que acabe arruinado.

El remedio contra el insecto es muy sencillo y está a la mano de los ciudadanos de a pie: el voto. Con ese insecticida resulta posible desalojar a la termita para que no siga devorando. Y, una vez apartado, a continuación habrá que reconstruir lo destrozado.

Por cierto. Si alguien sufre el problema de la otra termita, la de la madera, esta también tiene remedios, al menos parciales. Entre los tratamientos figura la luz solar, porque odian la luz y el calor. Les encanta vivir en sitios húmedos y oscuros, así que se aconseja exponer los objetos afectados. Y al frío, que tampoco le gusta: si son objetos pequeños, meterlos en congelador.

Vinagre y aceite constituyen igualmente antídotos. El vinagre blanco, mezclado con aceite de oliva, es de lo más eficaz: preparar una mezcla con un cuarto de taza de vinagre blanco y una taza de aceite de oliva, y aplicarlo. Lo mismo con limón y vinagre: 150 ml de vinagre y el zumo de dos limones.

Amontonar cartón mojado en una estancia para que las termitas se acerquen a comérselo, y entonces quemar el cartón. El ácido bórico funciona como trampa a modo de cebo: extendido por el mueble, las detectan que es algo dañino y dejan de consumir madera.

De nada.

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