José Apezarena

La mala leche de Pablo Iglesias

Pablo Iglesias y Carolina Bescansa en la noche electoral del 26-J.
Pablo Iglesias y Carolina Bescansa en la noche electoral del 26-J.

A Pablo Iglesias tiene que haberle sabido a cuerno quemado lo ocurrido en "su" facultad, Políticas, con el escrache que le montaron sus coleguis, y hasta, en su día, imitadores y discípulos.

En expresión de los alborotadores, el líder de Podemos ha probado su propia medicina, denominada "jarabe democrático". Pero no le ha sentado nada bien. Y eso que se llamó a sí mismo "modesto reformista".

Como tampoco ha encajado las críticas a Irene Montero por su chapucera ley de libertad sexual. Y se le ha despertado la mala leche. Hasta el punto de salir en su defensa arremetiendo contra dos compañeros de Gobierno, acusándoles de machistas. Recurrió a una de las peores descalificaciones que se pueden esgrimir en estos tiempos.

¡Donde queda aquella declaración del vicepresidente segundo, unos días antes, asegurando que la unidad y coordinación en el consejo de ministros era absoluta.

Desde el punto de vista estrictamente público, la condición de marido y mujer que corresponde a Pablo Iglesias e Irene Montero, no tendría por qué resultar relevante: se trata de dos políticos, miembros del Gobierno, y sus comportamientos deberían atenerse a tal condición, sin mezclar circunstancias personales, familiares y de pareja.

Por eso, el comentario de Cayetana Álvarez de Toledo, diciendo que Iglesias "ha salido cual macho alfa a defender a su hembra", le ha tenido que tocar el trigémino.

La portavoz popular ha comentado también: "Si yo fuera ministra de Igualdad, y mi marido saliera cual macho alfa a defender a su hembra de un colega de un ministerio, lo mandaría al sofá".

Lo de la proverbial mala leche de Pablo Iglesias permanece oculto para la mayor parte de los ciudadanos, incluidos sus propio votantes.

Un ejemplo reciente. Se debatía en el Congreso la negativa del gobierno de Baleares de crear una comisión de investigación sobre los abusos en centros de menores gestionados por la comunidad y, cuando se vio acorralado, recurrió a atacar... a la Iglesia. Por cierto, como si esa apelación inquietara hoy a la actual oposición.

 

Pablo Iglesias adopta externamente apariencias de tranquilidad, de moderación y diálogo. Lo escenificó, por ejemplo, en los debates electorales, donde se dedicó a recomendar al resto de rivales que se comportaran con moderación y mostraran así respeto a los espectadores, que no se merecían una pelea de verduleras. Casi parecía la madre superiora.

Pero, frente a las apariencias, la realidad es, y así lo cuentan personas que le conocen o le han conocido, que Pablo Iglesias es un personaje vengativo, que no olvida, y que, más tarde o más temprano, pasa al cobro todas las facturas, sin dejarse una.

Lo han experimentado bien, entre otros, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa y el resto de fundadores de Podemos caídos

Una muesca más. Tal como cuenta hoy ECD, Pablo Iglesias dio órdenes a su subordinada política Yolanda Díaz, la podemita ministra de Trabajo, que su "guía del coronavirus", que ha soliviantado a los empresarios y hasta a los sindicatos, no la mostrara a nadie del Gobierno. Ni a La Moncloa.

Con ello, no solamente pretendía evitar cualquier posibilidad de una corrección como la sufrida por la titular de Igualdad con la ley de libertad sexual. Lo planeó como venganza frente a los demás ministros. Ni más ni menos.

"¡Que se jodan!", cuentan que exclamó el vicepresidente, hablando del resto del Gobierno, y singularmente de personajes como Carmen Calvo y Juan Carlos Campo, que son los que dejaron en ridículo la ley de Irene Montero.

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