OTAN, no (que me presionan mis socios)
“OTAN. De entrada, no”, fue un lema que el primer PSOE hizo famoso cuando se encontraba en la oposición, pero que le pasó una durísima factura cuando llegó al Gobierno y tuvo que ratificar la decisión de permanecer en la Alianza. ¡Aquel referéndum por el ‘sí’ en el que lo pasó tan mal!
El anti atlantismo de los socialistas en el inicio de la transición dio paso a un auténtico fervor por la Alianza, que se consumó cuando un socialista español fue, nada menos, secretario general: Javier Solana. ¡Cómo cambian las cosas!
Bueno, pues ahora resulta que el Gobierno se muestra como socio a disgusto dentro del club. Al modo de esos inquilinos que se niegan a abonar la cuota de la comunidad de vecinos.
Pedro Sánchez ha puesto pie en pared y dice que no aumentará hasta el 5% la aportación de España a la OTAN. Que no. Que nos quedaremos en el 2,1%.
Pues resulta que, de los 31 miembros de la Alianza, el único país que ha respondido que no es España, con el argumento de que no puede hacer frente a tal gasto porque supondría graves recortes sociales a los ciudadanos.
¿España es el único país que no está en condiciones de realizar tamaña inversión? ¡Pero si lo han asumido naciones como Albania, Bulgaria, Estonia, Eslovenia, Grecia, Letonia, Lituania, Montenegro,Turquía...!
¿Ellos sí pueden y nosotros no?
¿No decía nuestro presidente del Gobierno que la economía española va, no ya como una moto, sino “como un cohete”? Algo no cuadra.
¿Qué ocurre? Pues que Pedro Sánchez no puede permitirse ninguna baja en la ristra de partidos que le permiten sobrevivir en La Moncloa. Ni una. Y eso le lleva a concederles todo lo necesario.
¿Qué demandan una amnistía que dinamita el sistema institucional edificado en la Transición? Concedido. ¿Qué los partidos socios exigen romper prácticamente romper con Israel? Concedido. ¿Qué su antimilitarismo reclama no aumentar los gastos en defensa? Concedido.
Ni el bien de España, ni el interés de los ciudadanos figuran detrás de las decisiones que toma Pedro Sánchez. Al contrario, cualquiera que sea la exigencia que le formulen los socios, lo entregará. Y después, el que venga detrás, que arree.
No estamos en el terreno de los principios, de convicciones. Porque no los hay. Todo lo concedido y aprobado es así ahora, en este momento. Y, si las circunstancias cambian, modificará el mensaje, volverá del revés decisiones actuales.
Un ejemplo. Se ha contado en estas páginas que Moncloa tiene preparado un argumentario por si necesita aumentar al 5% el gasto en Defensa
Si la situación internacional se agrava, si empieza a crecer entre los ciudadanos la percepción de peligro, de amenaza o desprotección... dará marcha atrás y asumirá la cuota que el resto de países han aceptado.
¿Principios? No es la cuestión. Se trata de sentido común, de ser prácticos. De tragar lo que haga falta. ¿Oportunismo? Más bien.
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