José Apezarena

Vox y su techo

Abascal, en la clausura de la campaña de Andalucía

“Si alguien tiene dudas o miedo, le animo a que no nos vote, que vote al Partido Popular. El que quiera que regalemos los votos, que vote al PP”. Lo dijo Santiago Abascal en los últimos días de la campaña andaluza, precisamente en su feudo electoral, El Ejido (Almería).

Aquello fue un grave error. Otro más por sobreactuación. Un fallo casi de principiante, ya que abrió a sus potenciales seguidores la puerta para elegir la papeleta de Juan Manuel Moreno. Y ellos la tomaron.

Vox ha conseguido 100.000 votos más y dos diputados más (hasta llegar a 14) que en las anteriores autonómicas, las de 2018, con un porcentaje de voto del 13,45% frente al 10,97% de hace cuatro años.

Y, sin embargo, ese resultado aparentemente bueno es en realidad pésimo porque está muy lejos de lo que eran sus expectativas, y también de dónde venían. Venían del 15,2% nacional en las generales de noviembre de 2019, y, más aún, del 20,61% conseguido entonces en Andalucía. Así pues, allí han bajado 7,2 puntos porcentuales. Ha obtenido 400.000 votos menos que en las generales, y eso constituye un dato tumbativo.

Más ejemplos. La formación de ultraderecha solo ha ganado en cuatro secciones de distrito de la provincia de Almería y tres de Algeciras, y se ha desinflado en su pueblo fetiche en 2018, El Ejido. La formación que daba como seguro que iba a ganar y que formaría gobierno no ha conseguido superar en número de votos al Partido Popular en ningún municipio.

Los de Santiago Abascal afrontaron las elecciones al Parlamento de Andalucía en un clima de euforia, tras haber logrado formar parte de su primer Gobierno autonómico, en Castilla y León.

Dijeron que su entrada en San Telmo era inevitable si el PP quería contar con su apoyo e incluso fabularon con la idea de ser ellos quienes lideraran por número de votos. Hasta se permitieron “invitar” a Juanma Moreno a ser vicepresidente en un gobierno encabezado por Vox.

El resultado ha sido un batacazo en toda regla. Consecuencia de errores propios, como el discurso citado de Abascal. Como el desembarco de una candidata, Macarena Olona, que se ha equivocado completamente con la imagen que ha pretendido dar.

Y de nada sirve que echen la culpa a la prensa, que, por supuesto, no ha estado precisamente a su lado. Pero es que, divergencias ideológicas al margen, la cúpula de Vox, lo mismo que sus servicios de prensa, se han ganado a pulso la antipatía y la enemistad de buena parte de los medios y de la mayoría de los periodistas. Otro error más.

 

Ahora, Vox es irrelevante en Andalucía, donde le esperan cuatro años de pasar la mano por la pared. A ver qué hace Macarena Olona, vecina de Salobreña.

Mientras, el PP está tratando de cortar los puentes que había empezado a tender con Vox.

Ya se venía hablando entre analistas y teóricos sobre el techo electoral de Vox, con el argumento de que lo conseguido en las generales de 2019 era el máximo al que podían espirar. Lo ocurrido en Andalucía parece ir en esa dirección. Veremos.

Y, al mismo tiempo, el PP ha aprendido en Andalucía una lección impagable: que para ganar elecciones no hay que “parecerse” a Vox. Es un principio que hasta ahora no tenían muy claro, en la creencia de que había que disputarle los votos en su propio terreno.

Este análisis a nivel nacional, concretado en ‘pasar de Vox’, puede resultar clave de cara a los siguientes desafíos: las municipales y autonómicas del año próximo y las generales de finales de 2023. O de principios de 2024, porque está claro que, visto lo visto en Andalucía, Pedro Sánchez va a estirar el chicle todo lo que le sea legal y administrativamente posible.

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