José Apezarena

Yolanda Díaz, desteñida pero roja

Yolanda Díaz, con Rita Maestre y Mónica García

Yolanda Díaz está de campaña. Ha comenzado más en serio la ofensiva para construir su plataforma, de izquierdas pero a la vez transversal, que se dirija a sectores sociales amplios y, quizá, poco ideologizados. Y, por supuesto, cultivando el populismo, aunque procurando que eso no se le note demasiado.

Y así, está procediendo a abandonar las banderas del pasado, viejas y obsoletas, vinculadas a proclamas que no llegan a la población joven, que es la que posiblemente decidirá en las próximas elecciones.

Yolanda Díaz se ha convertido en pro-OTAN, rompiendo la postura anti-militarista de Podemos y apostando por una “izquierda leal” a la Alianza.

Se trata de un giro imprescindible para consolidarse como presidenciable. Y es que asume que una candidata a La Moncloa no puede ir en contra de los compromisos contraídos por el país con la OTAN.

Tampoco criticará los apoyos de España a Ucrania para hacer frente a la invasión rusa.

La vicepresidenta cultiva con mimo una línea ‘blanda’ en lo personal, como talante. Y lo mismo en lo político. Lo cual muestra, por su parte, un profundo pragmatismo.

Ella misma ha reconocido que la "política del odio" no triunfará. Se ha mostrado contraria al "ruido y la destrucción". “Nunca me verán rompiendo puentes”, ha remachado, para destacar que políticamente quiere formular una propuesta "en positivo" construida por la sociedad civil.

Respondiendo al lema “Sumar”, nombre provisional de la plataforma que está constituyendo, Díaz montará una reunión con ERC y Bildu para pedirles que se integren y aglutinar al mayor número de fuerzas de izquierda posible. Sabe que será difícil, más bien irrealizable, pero lo quiere intentar. También para dejar ahí el gesto.

A propósito de gestos, otro más es su original iniciativa de llevar en su coche, ese Golf que empieza a hacerse famoso, a un periodista distinto en cada viaje de su gira por España.

 

Yolanda Díaz imita, así, la operación de Pedro Sánchez tras verse desbancado de la secretaría general del partido, cuando recorrió España pueblo a pueblo, agrupación socialista por agrupación socialista. Así se ganó a las bases y por esa vía derrotó a la estructura y cúpula del partido.

A propósito, parece que han comenzado ya las ‘peleas’ entre profesionales por ser uno de los acompañantes de la candidata.

Pero todo eso sin descuidar actuaciones que le posicionan como la defensora de las clases menos favorecidas, con gestos como el reciente enfrentamiento con el gobernador del Banco de España por criticar la subida de las pensiones. “No sabe que la mayoría no llega ni a 1.000 euros”, ha proclamado Díaz.

Y acaba de anunciar que “en unos días”, presentará la ley que "reformula" el trabajo doméstico en España. Otra baza popular, populista, bien manejada.

Es verdad que la vicepresidenta no lo ha tenido fácil, en ese camino hacia el liderazgo de la izquierda amplia, la no socialista, en el que ha mostrado paciencia y colmillo.

Se trata de un recorrido en el que ha ido soltando lastre de la vieja izquierda, de forma que ya no parece tan roja, sino más bien una roja desteñida.

Y sin embargo, en el fondo ella no engaña, porque nunca ha renunciado a sus ideas originales comunistas, mamadas en su casa durante la infancia y mantenidas desde entonces.

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