En ocasiones veo personas

Es que la gente es la leche”. “Es que el mundo está fatal”. A veces, cuando estás rodeado de gente, te encuentras con personas. Es una experiencia excepcional. En ocasiones, cuando me pongo las gafas de ver “de cerca”, veo personas.

Ayer llamé a un banco para solicitar unos datos a los que no tenía acceso en la web. La mujer que me atendía –Le atiende Silvia, ¿en qué puede ayudarle?- me dijo: “el sistema no permite el acceso a esos datos”. Le animé como si estuviéramos en Navidad en vez de en la cuesta de enero: “mire Silvia, usted es una persona y yo soy una persona y el sistema lo hemos montado nosotros, las personas. Usted, y no el sistema, ¿puede darme los datos que necesito?”. Silvia dijo que sí y me los dio.

De vuelta a casa vi como el portero de un bloque de pisos quitaba unos anuncios de pintores a domicilio que habían pegado en su portal. Pensé que los iba a tirar, enfadado porque le ensuciaban la entrada. Pero los despegó con cuidado y los colocó en la farola de enfrente. Lucha contra el paro. Con personas así da gusto. Es un portero que lee libros, no sé si tendrá que ver.

Una buena marca de gafas para ver personas es la comprensión. Un filósofo, Jesús Arellano, explica cómo se emplea este modelo de gafas: “…es una virtud intelectual entrañada en el amor. Del amor nace, del amor se nutre y vive. La comprensión no juzga: para juzgar es preciso objetivar, esto es, poner a la persona juzgada fuera de nosotros y salirnos nosotros fuera de ella, y luego hundirla o salvarla, darla a los cuervos o entrarla en nuestra morada”. ¿Te imaginas poder vivir sin juzgar? Sería una gozada ¿verdad? ¿O me haría indiferente? Si entramos a la persona en nuestra morada no. Canto y bailo porque existes.

El Metro iba lleno de gente y vi dos personas. Una mujer entró en el vagón, buscaba asiento. Ochenta, camisa gris, arrugas, cuidadas manos trabajadoras, abrigo negro, pelo de nube. Otra, un extranjero, iba sentada. Europa del Este. Se levantó y le tocó en el hombro. Se cruzaron –miradas- sus vidas. Guerras, hambres, huidas, expatria, sin lugar para ellos, soledad. Señaló el asiento inexpresivo. Sonrió ella: “no, muchas gracias; estará usted mucho más cansado que yo”. Él se sentó más inexpresivo aún. Ella de pie abrazada a la barra. Traqueteo. Siguiente estación: Sol. Bajó mucha gente. Asientos vacíos. Se sentó –desplomó- derrumbada.

Creer en ti. Creer en los demás. Ver para creer. Ver personas para creer en personas. Arellano insiste: “Por el amor, en cambio, no objetivo a la persona, sino que me adentro en ella, me subjetivizo en ella, porque al darle mi vida yo vivo con su vida, existo con su existencia.(…) La comprensión es el acto vital con que la inteligencia vive el amor…”. Lo contrario de lo que me decía una paciente: “Yo misma me autoputeo”.

Incluso dos o una pareja pueden ser gente o personas. Coincidí con un matrimonio que celebraba su 36 aniversario de casados en un restaurante. Cuando llegó ella, él se levantó, le miró a los ojos y retiró la silla para que pudiera sentarse con comodidad. Ella le dio las gracias. Personas que aman.

Si paseas por el centro de Salamanca, universitarios universales, puedes encontrarte bastantes pintadas (ver fotos abajo) que te animan a ver y ser visto como persona. Desde recomendaciones de El Principito (“Lo esencial es invisible a los ojos”) hasta curiosas definiciones (“Anarquía es: responsabilidad, compromiso, solidaridad, libertad, organización”) y animantes (“Ten fe en ti”).

En ocasiones veo personas y me doy cuenta de que la gente no existe.

 
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