La llave del candado

Letizia Ortiz se ha traído la llave a Madrid. Dicen que para arrojarla al río Manzanares y así hacerla desaparecer, con lo que ya sería imposible utilizarla para abrir el candado, el candado de la fidelidad.

Los Príncipes de Asturias han protagonizado su primera visita “oficial”. No es su primer viaje, porque ya han realizado varios desde que contrajeron matrimonio, pero sí ha sido la primera vez que tenía carácter oficial, con todas las consecuencias que ello supone. El destino ha sido Hungría.

Una visita “oficial” incluye recibimientos protocolarios, himnos, discursos (más de una docena ha pronunciado Felipe de Borbón), recorridos obligados por lugares emblemáticos, recepciones, almuerzos y cenas de honor. Se trata de programas bastante intensos y –las más de las veces- muy poco divertidos. Así ha ocurrido con el desplazamiento al país magiar.

En ese calendario rígido ha habido, sin embargo, un momento para la distensión y un instante dedicado a los sentimientos. Fue en la ciudad de Pesc, cuando se acercaron al Muro de los Enamorados, donde los estudiantes se juran amor eterno y, como testimonio de lo imperecedero de su propósito, colocan un candado bien cerrado y destruyen la llave.

Felipe de Borbón ha sido el que ha ubicado en el muro ese objeto metálico y fuerte, observado por Letizia Ortiz, esta vez sí sonriente y relajada, en contraste con la formalidad de los días anteriores cuando se sabía observada por todos. Después, ella se ha hecho con la llave. Se la ha traído a Madrid. Dice la tradición que el candado cerrado es garantía de amor eterno. Letizia Ortiz se propone arrojar la llave al río Manzanares.

 
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