14F: coherencia en los principios y coraje

Una vez más vamos a elecciones autonómicas en Cataluña. Tendrán una importante lectura global y conviene tomar perspectiva. Todos constatamos que se han perdido estupendas energías en defender lo que no es prioritario para la gente de la calle; a la vez que se ha manipulado y se manipula en los medios de comunicación, con un sectarismo que lo empapa y lo confunde todo.

Por ejemplo, el a machamartillo del pensamiento único progre, o el independentismo como panacea. Esa obstinación irresponsable sigue apareciendo en medios de comunicación –aberrante la presión que sufren periodistas de medios públicos obligados a no explicar lo que realmente pasa- y entre autoridades y personas significadas que se pasean ufanas por nuestra geografía y dan cascabeleros “mítines”, como si no tuviesen nada que ver con el deterioro de nuestras instituciones, con la crisis económica o con los problemas de convivencia ciudadana.

Después de años de obcecación independentista, ahora en tiempos preelectorales vuelven personajes, e instituciones subvencionadas, que insisten en obligar a la gente a vivir en una sociedad donde “lo mío" suplante al bien común; donde los particularismos se recluyan, prepotentes y sesgados, jaleando a un relativismo, okupa de tantas mentes, que no ve más allá de sus propias narices, que campa, zafio, a sus anchas.

No es demasiado tarde, nos queda la ley de la razón y la razón de la ley; los catalanes hemos de conllevarnos con los demás españoles y al revés: eso solo será posible desde una actitud de generosidad. Y, visto lo visto, nos merecemos unos políticos más sabios y prudentes que los que mandan ahora en el gobierno central y en el autonómico catalán. Por eso, urge parar a los aprendices de brujo secesionistas que, en tantos ámbitos, parecen disfrutar dilapidando recursos, que son de todos, en impunes aquelarres del odio.

Como personas inestables, con una chata y deformada visión de la realidad, algunos creen que por mandar mucho son el ombligo del mundo,  piensan poder relacionarse a su capricho con ese mundo, maltratando principios y verdades, pretendiendo tener razón a la fuerza o con mentira, eso no es querer ni democracia ni progreso.

¡Pues, hasta aquí hemos llegado! Una cosa es el patriotismo chico, potente y respetabilísimo en el nacionalismo, y otra cosa querer violar la fortaleza constitucional del Estado.

Vale la pena recordar lo que decía, en La Vanguardia del 26 de marzo de 1936, Salvador de Madariaga, escritor republicano de gran talento: “Nacionalismos como el catalán y el vasco no se explican más que en nuestra España y que el español que más reniega de España más se ahonda y arraiga en su hispanidad”.

¡Ah!, por desgracia la economía catalana ha perdido mucha fuerza en los últimos años. Además, la pandemia está dejando por los suelos a sectores como hostelería, ocio y turismo, de los más básicos en Cataluña. Y, con el Brexit, el creciente desempleo y la reconversión del sector del automóvil, el futuro es muy incierto y necesitaremos priorizar unos presupuestos, sin trampas. Urge más que nunca unir fuerzas políticas, económicas y ciudadanas, sin lastres de incompetencias ni clientelismos.

Exijamos coraje, eficacia y respeto. Y activemos la pasión, pero para unir, para luchar por la libertad de todo el mundo y por un trabajo digno.

 

Esa será la “prueba del algodón” para reconocer  y elegir a gobernantes competentes, que sirvan a toda la ciudadanía, generosos para batallar  en esta aldea global y conseguir así un progreso verdadero para todos.

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