De Antonio Pérez a Carlos Puigdemont

Carles Puigdemont
Carles Puigdemont

Es curioso que, con independencia de los resultados procesales, los delitos de los que el Tribunal Supremo español acusa a Puigdemont, estén tipificados en Alemania como ‘alta traición’. Es un delito que suena mal e incluso suena peor que el de ‘rebelión’, porque el que se rebela puede hacerlo contra el tirano o contra una situación manifiestamente injusta; sin embargo, el traidor está siempre mal visto y es despreciado hasta por los que pueden llegar a beneficiarse de su traición.

España parece abocada a sufrir periódicamente alguna ‘leyenda negra’ y siempre, estas leyendas, han estado atizadas desde dentro, es decir por traidores.

En este asunto de las leyendas negras puede hacerse, sin demasiado esfuerzo, un paralelo bastante ajustado entre Antonio Pérez, el famoso secretario de Felipe II y Carlos Puigdemont. Entre ambos -dedicados a ir por el mundo denigrando a España, mintiendo, calumniando y arrastrando a su país y a sus paisanos por las capitales europeas- hay semejanzas, cuando menos, curiosas.

Ambos salieron de la nada y, si a Pérez le protegió la princesa de Ébolí- hasta que ambos cayeron en desgracia tras el asesinato de Juan de Escobedo- a Puigdemont le han protegido los prebostes del nacionalismo y, más concretamente, los jerifaltes de la antigua Convergencia.

Los dos pensaron que, desde su privilegiada posición, podrían hacer y deshacer a su antojo, disponiendo de vidas y haciendas aunque, todo hay que decirlo, Pérez fuera más dado a disponer de vidas y Puigdemont sea más de haciendas.

Cuando se les acabó el momio los dos se dieron a la fuga y, dentro de sus distintas posibilidades arrastraron por Europa el nombre de su Rey, de su nación y hasta de sus propios benefactores y lo hicieron a base de calumnias, de invectivas y de injurias a todo lo que, con un mínimo de decencia, deberían de haber respetado y honrado y, uno y otro, traicionaron a sus supuestos amigos con tal de salvarse ellos

Antonio Pérez, aprovechando la inquina que la Europa de entonces profesaba a España y más concretamente a Felipe II, puso en marcha la leyenda de la España negra, la de los autos de fe, la de los ajusticiados por la Inquisición y hasta la del supuesto asesinato del príncipe don Carlos a manos de su padre Felipe II.

Carlos Puigdemont vierte sus calumnias sobre la Monarquía, el Gobierno, los jueces y ¡cómo no! saca a pasear el cadáver de Franco, la dictadura y el fascismo.

Vidas paralelas, que, sin el brillo y el lustre de las de Plutarco, cumplen su función en cuanto a traiciones y leyendas negras y tienen en común el odio a España que profesaba uno y que profesa el otro. Vidas paralelas que deberían dar que pensar a muchos.

 
Comentarios