Dormir la conciencia y dar duros a peseta

En una de las muchas anécdotas que -verdad o no- se atribuyen al gran Rafael el Gallo, se cuenta que al finalizar una comida le instaron a recitar algún verso. Ni corto ni perezoso se arrancó: un hombre bien “bebío” y bien “comío” se mete en la cama y se queda “dormío”.

Parece que algo así le ha sucedido a Rodríguez Zapatero en Asturias.

Había que ser muy ingenuo para esperar una respuesta contundente e inmediata de Rodríguez Zapatero al atentado de Durango.

 La inmediatez corrió a cargo de la vicepresidenta del Gobierno que, una vez más, dio la cara tras el Consejo de Ministros del pasado viernes. Lo de dar la cara es en el sentido más literal de la palabra, por cuanto esta señora cifra la intransigencia del Gobierno con los terroristas, en una cara de pocos amigos y en un rictus que, queriendo ser enérgico, se convierte en desagradable. Y poco más, porque el cantar es el de siempre. Palabras y nada más que palabras.

La contundencia brilló por su ausencia tanto en lo que dijo la portavoz del Gobierno, como en el mitin en Lugo, del secretario general del Partido Socialista cuando, al fin, se decidió a aludir a lo ocurrido en Durango.

Y fue en la tierra de José Blanco dónde “la nada”, de lo que habitualmente dice Rodríguez Zapatero, alcanzó cotas de esperpento. Un galimatías tal, que la única conclusión que se saca es que el presidente del Gobierno tiene la conciencia dormida y por eso no le reprocha nada y además, en Asturias, “estamos tan a gustito”. O algo por el estilo.

La conciencia dormida es un estado que se da en algunos sujetos que mienten de forma habitual, se creen sus propias mentiras y acaban durmiendo bien en Asturias.

 Hay que tener la conciencia en estado cataléptico para afirmar que uno duerme bien tras ver las imágenes de la casa-cuartel de Durango. Cualquier responsable político solamente lograría conciliar el sueño a base de pastillas.

Además, en el mitin de Fonsagrada no podía faltar Blanco. Ni Blanco ni la frase preferida de Blanco en las últimas semanas. La repite como un muñeco de guiñol-aludiendo al Partido Popular- en cuanto ve un micrófono delante: Mirad cómo están. Unos quieren a Esperanza Aguirre, otros a Rato y unos pocos a Gallardón, pero nadie da un duro por Rajoy. Se gusta en esta frase y la suelta en cualquier ocasión.

 

Menos mal que Zapatero después dirá que no hay que hablar del Partido Popular, sino de las realizaciones del Gobierno y del futuro , eso sí, de progreso.

Y eso es todo frente a los cien kilos de explosivo y ante lo que pudo ser y, gracias a Dios, no fue. Gesto pretendidamente duro, palabras huecas y ademanes ampulosos de cada a la galería.

Si alguien esperaba que el presidente del Gobierno hablara explícitamente de romper las negociaciones con la ETA, de ilegalizar lo que es perfectamente ilegalizable, aunque el ministro de Justicia se haga el sueco, y de deshacer pactos municipales con quienes arropan a los terroristas, puede esperar sentado.

Y mientras a dormir la conciencia –o lo que sea- y a dar gato por liebre o, como diría Blanco, “duros a peseta”.

Y lo más importante, ganar tiempo hasta las elecciones.

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