Irse sí, pero poquito

Pérez Rubalcaba, se va, se marcha de la política o, al menos, dice que quiere dejarlo; dejar el cargo y, posiblemente, hará eso que resulta tan bien de quedarse de militante de base.

Ha sido una intensa vida política tanto en el Partido Socialista como en los gobiernos y en las carteras ministeriales en las que ha estado. Siempre le ha acompañado una cierta fama de urdidor, de muñidor, de maquiavélico. Una fama que a lo mejor tiene más que ver con la ficción que con la realidad y que, según algunos socialistas, él mismo se ocupaba de fomentar y para  la que no había tanto motivo. O sea que sus ‘maldades’ políticas, sus manejos por debajo de la mesa y sus mangas de juegos malabares eran más fachada que otra cosa, más ruido que nueces.

A lo hora de la verdad, Pérez Rubalcaba fue un ministro normalito, que parecía que ejercía más poder del que en realidad detentaba y, a la postre, no ha sido un buen jefe de las filas socialistas. Parlamentario corriente, salvo algunos rifirrafes con Mariano Rajoy, tampoco pasará a la historia del parlamentarismo y su última decisión –la que quizás le haya costado el sitio- de señalar con el dedo a Valenciano, ha sido su gran fiasco.

Pero pese a todo, Pérez Rubalcaba sigue manteniendo el tipo y alimentando la leyenda de su política tortuosa. Se va pero poquito y antes de irse pretende dejar todo atado y bien atado. Primero dijo que sin primarias y con un congreso en el que, ahora mismo, tendría todas las de ganar la que dicen que ha sido su verdugo, Susana Díaz.

Pero genio y figura. Cuando salen los ‘jóvenes’ a pedir que vote todo el mundo, aunque no guste demasiado a los barones, Pérez Rubalcaba, de momento, se pone al frente de la manifestación y no le hace ascos a esa especie de sufragio universal entre los militantes.

Se va pero poquito y organiza un congreso en el que llevará la voz cantante -sobre todo en los prolegómenos- y que ha puesto de los nervios a los aspirantes que ya se han quitado la careta. Unos, como Carmen Chacón y Madina se la han quitado del todo y de golpe, otros, como García Page, se la irán quitando poco a poco.

En Ferraz hay opiniones para todos los gustos y, por supuesto, para todos los intereses. Unos respiran con la marcha de Pérez Rubalcaba. Otros no saben, si tras su marcha, van a poder seguir respirando. Unos abogan por la designación del secretario general en el congreso, y por parte de los delegados de las federaciones, y otros se lanzan al voto de todos.

Tercia Bono o tercia Chaves y seguro que terciarán más. Pero el que se llevará la palma será Rubalcaba que, entre otras cosas, sigue en el despacho.

El problema es que la política española necesita una izquierda seria y fuerte, que esté preparada para tomar, en su momento, el poder y a este paso el Partido Socialista va a tardar demasiado tiempo en recuperarse. Y si se recupera que nadie olvide que quien salga de un congreso o de unas primarias puras y duras, puede ser, en algún momento, presidente del Gobierno, y eso son palabras mayores.

 
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