El S.O.S del voto útil

Pedro Sánchez y Pablo Casado, en La Moncloa.
Pedro Sánchez y Pablo Casado, en La Moncloa.

No es fácil camuflar de pura estrategia, la apelación al voto útil. Siempre va a “sonar” a miedo, desconfianza, coartada y hasta inseguridad en las propias posibilidades.

La petición de Pablo Casado a Vox, para que no presente candidaturas en varias circunscripciones, con la idea de no dar votos residuales al Partido Socialista, además de caer en saco roto, no deja de ser una llamada de auxilio que, lógicamente, deja en entredicho muchas de las opciones electorales del Partido Popular.

Aunque muchos no lo quieran reconocer, nuestra legislación electoral beneficia a las formaciones mayoritarias, sobre todo en ámbitos reducidos, al dar los sufragios “sobrantes” al partido más votado y por eso lo normal sería buscar coaliciones y presentar candidaturas conjuntas, que es lo que se ha hecho en Navarra. Es una fórmula plausible pero que exige no tanto generosidad, como una gran dosis de humildad por parte de los integrantes.

Ninguna formación quiere admitir, a priori, que no va a ganar, por mucho que su victoria, más que hipotética, sea imposible y todos se resisten a admitir que, coaligados, serían más eficaces a la hora de conseguir gobernar.

Naturalmente que el líder del Partido Popular no puede ni debe admitir que, en ciertos lugares, no será la formación más votada y que a la hora de repartir “las sobras” los votos irán al PSOE, pero con su petición a Vox lo está admitiendo de forma tácita y no es fácil discernir qué hubiera sido mejor, si la callada o el S.O.S de marras.

No es fácil camuflar de pura estrategia la apelación al voto útil, al tiempo que se pregona un espíritu incontestable de victoria, porque esa petición siempre va a sonar a demanda de auxilio, a miedo, a desconfianza, a coartada y hasta inseguridad en las propias posibilidades.

Y eso electoralmente no es bueno, aparte de que el voto útil, se quiera o no, sigue siendo la opción de un ciudadano, de un individuo concreto que tiene un voto y que es muy dueño de optar por la opción que más le guste, no hacerlo por formaciones con las que no esté de acuerdo, e incluso “tirar” su voto.

Por eso se echa de menos una formación -sobre todo aludiendo a los partidos más fuertes- que se esfuerce por presentar un programa, por hacer propuestas a los ciudadanos acordes con su ideología y no se dedique a la descalificación del adversario, a la investigación de trapos sucios y al levantamiento de “pufos” económicos.

Pero a la vista de la llamada “precampaña”, es evidente que seguiremos notando la falta de esa política, de esos partidos y de esos políticos.

 
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