Otoño

Parque en Oviedo en otoño
Parque en Oviedo en otoño

Aprovechemos el otoño antes de que el invierno nos escombre, sugiere Benedetti. La estación de la plenitud es también la de la mudanza, en el follaje y en los ritmos vitales. Los tonos ocres o rojizos transforman a los paisajes en espectáculos fascinantes. Retengo en la retina las preciosas arboledas leonesas en esta época, pero hay otras muchas así en el norte de la península. Antes de morir, las hojas muestran su mejor color, queriendo despedirse a lo grande

El clima templado de la segunda hierba invita igualmente a la introspección. Es el momento de volver sobre uno mismo, de apuntar a la esencia de las cosas y contemplar la desnuda verdad que hay en ellas. Ninguna otra temporada lo permite: ni en la siguiente somos capaces de ir más allá de las inclemencias; ni en la primavera el sol cegador renuncia a deslumbrar. El verano es la verdadera antítesis otoñal: es la apariencia y el escaparate frívolo, el baile de disfraces en el que consumimos las horas exhibiendo aquello que no somos. Siempre me he preguntado qué será del chuloplaya en estos meses con cielos de panza de burra.

No tener que entrar ni salir de casa a la fuerza es, sin duda, un regalo de Dios. Y poder volver a la santa rutina sin que te incordien los planes estivales, una auténtica gozada. Cuando en las series de adolescentes veo llorar a moco tendido a sus protagonistas al terminar agosto, me malicio que lo hacen de alegría por dejar de hacer el canelo y de representar a personajes diferentes a los que llevan dentro.

Este trimestre recién estrenado es el que el calendario nos pone delante para que recordemos que la vida es maravillosa. Es el tiempo en que aún puedes disfrutar de agradables paseos sin hacinamientos ni sudor; en el que encuentras buenas ofertas de restauración o alojamiento a precios razonables; o en el que los servicios ya no cuelgan el cartel de “estoy de vacaciones”. Y es el momento en que las familias retornan a la intimidad de su hogar, se reanudan los potajes de castañas los domingos y las parejas vuelven a estar a solas, como describe con delicada ternura Neil Diamond en su insuperable September morn.

Levantarse cuando aún es de noche te hace valorar más las horas de luz. Y las gotas de lluvia o el fresco ayudan a guarecerte bajo ese entrañable refugio que abandonamos obligados en el estío. Los incapaces de saborear la placidez de estas tranquilas y nostálgicas jornadas encajan regular en el otoño, que es por definición eso: sosiego.

Infinidad de artistas han interpretado esa serena y elegante paz. Autumn leaves tal vez sea la pieza más destacada, un formidable clásico que reconoce cada generación. Concebida por un poeta francés y compuesta luego por un músico húngaro antes de ser arreglada por un letrista norteamericano, esta bellísima melodía retrata con extraordinaria clase la primorosa hondura otoñal y la profunda melancolía que siempre encierra.

El otoño se acerca con muy poco ruido: apagadas cigarras, unos grillos apenas, defienden el reducto de un verano obstinado en perpetuarse, plasma con hermosas palabras el gran Ángel González. Como eso nunca ocurre, sino que acaba triunfando la discreta muda del bosque en aquellos afortunados lugares en donde todavía hay algo más que calor y frío intensos, algunos estamos como unas castañuelas con la llegada de estos sencillos días del año, que recibimos como fiesta de guardar.

 
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