Trapacería política

Francisco Sosa Wagner, en una foto de archivo (Foto: José Oliva / Europa Press).
Francisco Sosa Wagner, en una foto de archivo (Foto: José Oliva / Europa Press).

Francisco Sosa Wagner y Mercedes Fuertes acaban de publicar en la Editorial Triacastela su “Panfleto contra la trapacería política. Nuevo retablo de las Maravillas”, con prólogo del gran Albert Boadella. El sugerente título se corresponde con el real contenido del libro, porque estamos en rigor ante un libelo difamatorio u opúsculo de carácter agresivo, que es como el diccionario define al término “panfleto”. O ante un escrito en el que se denigra algo, que es como la Academia explica la voz “libelo”. Sosa y Fuertes arremeten en su obra contra los males que aquejan a nuestra democracia, de arriba abajo, no dejando títere con cabeza y haciéndolo además con razón y completo conocimiento de causa, porque ambos saben bien de qué va esta copla, al acumular trienios observándola sobre las tablas en las que se interpreta esta inquietante realidad carpetovetónica. 

 Acerca de los partidos políticos, los autores inciden en la paradoja de un solemne mandato constitucional que impone un funcionamiento democrático que se compadece mal con el escenario actual de cualquier formación, regida manu militari desde cúpulas las más de las veces iletradas y con tics sectarios o autoritarios. Es decir: pivotando nuestro sistema de libertades sobre estas estructuras partitocráticas, resulta que están dominadas por oligarcas a los que les suele importar un carajo lo que no sea mantener su statu quo y su red clientelar interna y externa al partido, ubicándose en la categoría de prescindible cualquier idea que mantengan sobre el país, aunque sea liviana. Llama la atención en este punto que quien se encaramó al poder tras sortear mil y un escollos en la urdimbre organizativa de su partido, se haya olvidado tan pronto de esas bagatelas tras pisar la moqueta gubernamental, porque la infinidad de comités federales, metaregionales, plurinacionales y demás han dejado ahora de ser noticia y acaso de ser convocados, quien sabe si por no necesitarse ya para saciar ninguna ambición de volar en Falcon.

En lo tocante al parlamento y su función, Sosa y Fuertes apuntan a la trivialización de la ley y a la hipertrofia legislativa, desbordada por la actividad de las asambleas autonómicas, empeñadas en multiplicar por diecisiete unas normas idénticas. Sobre el gobierno, sus miradas se centran en la contaminación política de la administración a su servicio y de los organismos que el ordenamiento concibe como neutrales o independientes. O en la proliferación de chiringuitos creados para mantener a legiones de conmilitones agradecidos.

Las disputas sobre la autoridad judicial, la independencia de los fiscales, las amenazas de los nacionalismos, la distorsionada descentralización, los dilemas de los entes locales, la sempiterna corrupción, la cacareada reforma constitucional o la mutación del principal partido de la izquierda española desfilan también por este palpitante volumen, que será fuente primaria de investigación el día de mañana para conocer la peliaguda encrucijada histórica en que nos encontramos, junto con otro texto imprescindible que me ha recordado a este tan bien escrito de Sosa y Fuertes, la “Organización del desgobierno” del maestro Alejandro Nieto, que con los años se puso al día como “Nueva desorganización del desgobierno”.  

Quien desee conocer los profundos cambios que España precisa, debe sin duda leer esta formidable enmienda a la totalidad de nuestro régimen, planteada por dos publicistas de raza que conocen al dedillo los entresijos de la trapacería política y de sus deplorables maquinaciones en una sociedad tan pastueña como la española de hoy.

 
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