Cambiar no es transformar

Una mariposa junto a unas flores.
Una mariposa junto a unas flores.

Estaba el otro día con mis hijos en el bosque de Orgi, en Lizaso, Navarra, cuando vimos volar unas preciosas mariposas de colores. Delicadas, elegantes, frágiles. Con su vuelo eléctrico voloteaban, revoloteaban y desaparecían. Las mariposas son famosas por el proceso en que una oruguita rolliza se transforma en una obra de arte con alas en un cambio vital denominado holometabolismo. Es un proceso que consiste en reinventarse. Porque cuando las mariposas se metamorfosean, son capaces de explorar lugares que no podrían explorar siendo gusanos, orugas o larvas. El gusano se transforma en mariposa y la mariposa comienza a volar. Entonces, no debemos confundirnos: ¡cambiar no es igual a transformar!

Todo cambio implica una necesidad adaptativa, frente a una resistencia a la adaptación, es decir, dos fuerzas que luchan entre sí. Por eso, generalmente, no nace desde dentro, sino que viene impuesto desde fuera: el médico, el jefe, tu mujer, el entorno. Todo cambio genera desinterés, resistencia y desconfianza, porque el cambio no gusta. A nadie. 

La transformación, al contrario, es la incorporación del cambio que se realiza de manera voluntaria y consciente. ¡Y no tiene vuelta atrás! Toda transformación, personal o corporativa, es un cambio con sentido. Y aquí está la clave, en el sentido. El qué responde a la estrategia, el cómo responde a la organización, terreno donde se articula el cambio, mientras que el para qué, es decir el sentido o el propósito, es donde se generan los procesos de transformación. Y es la respuesta más compleja de encontrar, sin lugar a dudas.  

Transformar implica una modificación profunda de las condiciones de nuestras conductas, personales o corporativas. Los cambios son fácilmente perceptibles al ojo humano, mientras que las transformaciones implican modificaciones en la interioridad. Una persona puede cambiar de traje o su trabajo, pero en su interioridad continúa siendo la misma persona. Un partido político puede proponer cambios, pero no por ello transformará el sistema que gobierna.

La transformación es un proceso creativo, novedoso, consciente, de elección y de libertad del ser, lo que lo hace profundo y perdurable en el tiempo. Es dinámica, permite progresar, a diferencia del cambio, que interrumpe el progreso volviendo a la línea de partida una y otra vez, lo que puede hacerse poco perdurable a la larga.

Cuando cambiamos se ve algo distinto en la parte más externa, un gesto, un comportamiento, algo. Cuando nos transformamos la revolución ocurre dentro, en el interior y se expande a través de múltiples comportamientos, a través de respuestas más agilidad, con mayor vivacidad, potencia y pasión. Creo que cambiar cansa, seguimos siendo más de lo mismo. Transformar (nos) es apasionante, nos reta y genera una dinámica de reinvención desde dentro.

Estaremos de acuerdo que la crónica del mundo actual nos agobia, nos abruma y nos agota hasta el extremo. Desde mi punto de vista, muchos cambios, pero muy pocas transformaciones.

Y para transformar hay que liderar. Y para liderar hay que servir, hay que iluminar, no brillar, y esto tiene que ver con la humildad, una actitud poco valorada, e incluso menospreciada hoy en día. Una virtud que ha venido perdiendo prestigio en estos tiempos tan convulsos, quizá porque erradamente se confunde con la autosuficiencia personal. Pero, me pregunto, ¿la humildad tiene cabida en el ámbito de la dirección empresarial, donde la toma de decisiones audaces es fundamental? ¿Cuadra con la visión del líder como un ser heroico con cualidades extraordinarias que actúa de forma autónoma y decisiva para alcanzar resultados excepcionales? Desde mi perspectiva el líder humilde, sin superpoderes, es precisamente la persona más capacitada para transformar las empresas en una organización con propósito, rentable, respetada, con un alto impacto social positivo y de éxito. Los directivos humildes son los que pueden ser verdaderos agentes de transformación, no sólo de cambio, porque conocen bien su empresa y a sí mismos, porque son personas coherentes y confiables, porque nunca dejan de mejorar y ayudan a su equipo y a toda la organización a lograr sus mejores versiones, personales y profesionales.

Ejemplos de transformaciones del modelo de negocio hay muchos como el caso de Netflix que pasó de ser un distribuidor de DVD por correo, a convertirse en un proveedor líder de contenido por streaming y propio. Amazon comenzó vendiendo libros y luego fue capaz de crear un ecosistema completo de productos y servicios para sus miembros Prime. O Uber la compañía que revolucionó la industria del transporte público a nivel global o Airbnb la compañía que reinventó el turismo mundial y cambió el tablero de juego centrando su negocio en la confianza. 

 

Cuidado con los cantamañanas que pregonan haber inventado el hilo negro y venden gato por liebre. Los cambios superficiales no transforman. Hay que volver a observar más a las mariposas del bosque de Orgi, graciosas, sutiles y atrevidas, ¿te transformas?

Roberto Cabezas Ríos

Director de Desarrollo Facultad de Farmacia y Nutrición de la Universidad de Navarra

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