Diálogo entre Israel y Palestina: entre el escepticismo y la esperanza

Fue una buena noticia a finales de julio, que deberá confirmarse a mediados de agosto. Por difícil que sea la salida –especialmente por la terquedad de Tel Aviv en el delicado punto de los asentamientos en zonas de ocupación‑, se impone renovar la bienvenida a la diplomacia, así como a la decisión de Israel de anunciar la liberación de 104 presos palestinos como gesto de buena voluntad hacia la ANP.

Al cabo, la solución del antiguo conflicto resulta ineludible para la paz en Oriente Medio. Basta pensar en las tremendas declaraciones contra Israel con que se ha despedido de su pueblo el presidente Mahmud Ahmadineyad, que ha regido los destinos de Irán durante los últimos ocho años. Entre otras perlas, ésta: una tormenta devastadora arrancará la base del sionismo. Está por ver si Hasan Rohaní responderá a las expectativas que ha suscitado, como clérigo musulmán chiíta moderado, apoyado por los reformistas de la república islámica. De momento, insiste en considerar a Israel como “una herida en el cuerpo del mundo islámico que debe ser eliminada”, y defiende el apoyo al régimen de Damasco, aunque casi todos los países árabes son contrarios a Bachar al Asad. No parece buen camino para evitar las sanciones impuestas por EEUU y la UE, que incluirían la supresión en 2015 de las importaciones de petróleo.

En cuanto a la reanudación de las negociaciones entre Israel y Palestina, John Kerry elogió el “coraje” de Netanyahu y Abas, así como “la voluntad demostrada por ambos líderes para tomar decisiones difíciles que han sido instrumentales para llegar a este punto”. En el diálogo participarán representantes de primer nivel. Importa mucho definir bien el plan de trabajo para los próximos meses.

La reacción de los analistas internacionales oscila entre la ilusión y el escepticismo. Quizá la mayor desesperanza es la de Financial Times, que denota cada vez un mayor negativismo sobre los problemas del mundo actual. En su editorial del 30 de julio afirmaba paladinamente que no se puede esperar nada de la reunión de Washington: mientras los Estados Unidos y sus aliados no exijan de veras a Israel que pongan término a la ocupación de Cisjordania y Jerusalén-Este, “será una pérdida de tiempo”. La clave, prácticamente imposible a juicio del diario británico, sería aceptar como punto de partida las fronteras de 1967.

La Libre Belgique, también el 30 de julio, manifiesta una visión más positiva ante la reanudación de las negociaciones, y evoca cuatro puntos ineludibles, ahora como antes: “la fijación de la frontera entre los dos Estados, el futuro de los asentamientos israelíes, el derecho al retorno de los refugiados palestinos y el destino de la parte oriental de Jerusalén”. Para resolverlos, hará falta mucho coraje político, en opinión del diario belga.

En estos momentos, son mucho más fuertes que en Israel las tensiones en Egipto, Libia y Túnez, progresa la guerra civil en Siria, y no hay modo de parar el terrorismo en Iraq. La gravedad de estas situaciones disminuye para algunos la importancia de la “conferencia de paz israelo-palestina”. Pero no lo veo así: a pesar de las apariencias de más calma en estos momentos, nunca habrá paz en la región mientras no se sustancie el conflicto en Tierra Santa, y se implante de veras el viejo principio “dos pueblos, dos estados”.

Con sus evidentes lagunas y meteduras de pata, merece elogio el trabajo de John Kerry, al que se comprometió expresa y prioritariamente desde su nombramiento como Secretario de Estado. El New York Times, que dio la bienvenida a esos esfuerzos desde el primer momento, consideró también –ya el 22 de julio‑ que “la parte más difícil de las negociaciones comienza ahora”. Cómo no recordar el viejo criterio clásico in spe contra spem, que el propio san Pablo usó en su carta a los Romanos (Rm 4, 18): se impone quizá esperar contra toda esperanza.

 
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