Inteligencia Emocional y Tecnologías de la Información y Comunicación

El tránsito de la era industrial, a la del trabajador del conocimiento y de la información, nos puede enfrentar con la mayor de las perplejidades. Tal como argumentaba Stephen Covey en su obra “Primero lo Primero” debemos cambiar de paradigma, no se trata tanto de ser cada vez más rápidos y veloces, como de ir en la dirección adecuada.

Bajo el manto de la rapidez, eficacia, y conocimiento compartido se esconde un mundo lleno de descorazonadora indiferencia hacia el individuo. Confundimos las posibilidades que nos ofrece la tecnología, otorgándoles el rango de esenciales, con la mente y corazón de las personas, lo esencial, a los que acabamos calificando subliminalmente como de accesorios y prescindibles.

Cuando se habla de que un potencial trabajador debe ser capaz de desempeñar su cometido en cualquier lugar, con cualquier persona y en cualquier momento, ¿no estamos tratando al individuo como si de un commodity se tratara? ¿No estamos obviando lo esencial, la persona, al considerar que el asunto queda resuelto entrelazando los sistemas adecuadamente?

Cuando se dice que hay que integrar al talento, ¿ a qué talento se hace referencia? Resulta evidente que si del talento musical se tratara, la orquesta sinfónica o el grupo musical serían la respuesta, sus cotas de excelencia son muy superiores al de la actuación en solitario sin necesidad de acudir a las TIC.

En cambio si nos referimos al talento corporal, la respuesta se concretará en la danza, el deporte, incluso en las artes plásticas; en este ámbito el equipo, la compañía son las manifestaciones más sobresalientes de interrelación humana que habitualmente son ajenas al mundo de las TIC.

Tampoco parece que sean los talentos de índole emocional los que tengan que ser objeto de integración tecnológica; la empatía, el liderazgo, las habilidades sociales, etc, necesitan del contacto físico y por tanto son extraños a la misma.

Nos quedan pues los talentos de naturaleza cognitiva, tales como el matemático, espacial, asociativo y gramatical que se concretan en forma de algoritmos e información compartida pendiente de explotación posterior, ¿no será este el tipo de talento a compartir?

¿Se pueden tratar de idéntica manera a todo tipo de talentos ? Pues sencillamente no, fundamentalmente debido a que el ser humano no se enfrenta siempre con la misma clase de dilemas, la naturaleza humana encara dos formas genéricas de problemas.

Problemas de índole operativizable; son aquellos en los que debe manejar variables cuantificables, predecibles y por tanto formulables, son irremediablemente deterministas, consecuentemente teniendo el conocimiento y destreza suficiente y aplicando las recetas oportunas encontrarán la solución adecuada, es más, dos individuos retados por el mismo problema y con el mismo nivel de conocimiento llegarán al mismo resultado.

 

El cálculo, física, gramática, informática, etc, etc, son problemas de esta índole; en ellos el hombre se enfrenta a sí mismo, esto es contra sus habilidades y conocimientos, puesto que el oponente, el problema , carece de voluntad propia.

Problemas de índole no operativizable; en ellos no existe fórmula alguna, la expertise se basa en el conocimiento y habilidad en la aplicación de grandes criterios.

La jefatura, el liderazgo, la negociación, trabajo en equipo etc, etc, forman parte de lo no operativizable; en ellos el hombre se enfrenta a otro ser humano en toda su complejidad.

Parece evidente pues que la integración del talento mediante las TIC solamente es posible cuando la observación del dato o del hecho concreto se manifiestan como una interpretación inequívoca para todos aquellos sujetos objeto de integración; el valor de la gravedad o el resultado de una multiplicación no son opinables, y por tanto son entrelazables sin mayor inconveniente.

En consecuencia el talento compartido vía TIC debe hacer referencia con exclusividad a aquel tipo de habilidades que acompañadas de conocimiento suficiente no ofrecen duda en cuanto a su interpretación.

Por el contrario tal posibilidad no existe en aquellas disyuntivas de la persona que se encuentran más próximas al arte que a la ciencia, desde otra perspectiva, la emoción no puede ser tratada al mismo nivel que al intelecto.

La dirección de personas, de equipos, negociación, liderazgo, etc resultan ajenos al conocimiento compartido por vía tecnológica, cuando se habla de entrelazar talento, sin más calificativo, a través de las TIC, se nos está ofreciendo una visión engañosa de la realidad puesto que no todo él admite tal enfoque, se está obviando lo fundamental, lo esencial, esto es la persona.

La era del conocimiento cognitivo compartido, ya hace tiempo que anuncia la de la sabiduría, en ella se aúnan carácter y competencia en forma de criterio como elemento de síntesis de la sabiduría. El valor superior no es compartir conocimiento sino darle sentido y para ello se necesita el calor humano.

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