Las Sesiones Motivacionales y el soma de Aldous Huxley en “Un Mundo Feliz”

Quinta entrega (de las seis anunciadas) sobre: En busca del Compromiso Perdido.

¿Cuánto te ha cambiado la vida una sesión motivacional -en el hipotético caso de que hayas acudido a una-? ¿Entender es suficiente?

Siendo el objetivo de las mismas impregnar de ilusión a un colectivo,  se valen de una historia de logro en un ambiente de grave infortunio personal para extraer, como conclusión, la idea de que si en situación tan penosa  el actor de la misma fue capaz de manifestarse como persona ilusionada, el auditorio sometido a situaciones mucho menos estresantes,  ¿cómo  no va a conseguir emular tal hazaña? Si además dotamos a la charla de un tono vibrante y enaltecido,  el entusiasmo de los asistentes,  y el triunfo del ponente, estarán más que garantizados.

Pero ¿cuál es su logro si, entendido el mensaje, no se incorpora como hábito? A la mañana siguiente, y reconfortados por tan brillante exposición, nos toparemos de bruces con la realidad de lo que la vida es: entender no es suficiente, porque además, y fundamentalmente,  debemos concretarnos en acción, y eso, la charla por muy motivadora que sea, no lo consigue.

Si la pretensión fuera entretener al personal, ¡Adelante! Sesión motivadora, monólogo divertido o algún que otro número de magia, parecerían adecuados. Pero si lo que se persigue es llegar al corazón de la persona, sin insultar su inteligencia, la fórmula resulta equivocada.

La malicia o bondad de la misma, se manifestará dependiente de la intencionalidad anunciada; así, advertida la concurrencia de que se enfrentan a un puro y desenfadado entretenimiento, no habría nada  que objetar puesto que no se amaga con aparentar lo que no es; pero si por el contrario, cuando la banalidad vive acomodada en la mentira de presentar como serio y riguroso lo que en modo alguno lo es, la sesión se acabará concretando como una ceremonia en la que el oficiante ejerce de cómplice, de un buenismo por encargo que retrata tanto al uno como al otro.

Vendría a esquematizarse en un: “Traigamos a… que divertirá y hará pasar un rato agradable a los muchachos (la mayoría directivos)”. Lo de menos, la búsqueda de la verdad de lo que son las cosas; lo más, distraer al “gentío” como si de un circo  de la antigua Roma se tratase.

Los fuegos de artificio, entreteniendo al personal, dejan al descubierto la falta de compromiso sincero con el auditorio. Las sesiones apuntadas, se me antojan similares al “soma” del que se valía Aldous Huxley en “Un Mundo Feliz” para adormecer de buenismo a las conciencias.

Quien busca la objetividad se compromete con la verdad. ¡Comprométete con ella!

 

Próxima entrega: ¡De acuerdo! Intelecto (I.Q) y Emoción (E.Q) son necesarios. Pero, para cuándo el Coraje.

Santiago Ávila

Socio Director de Executives On Go.

Autor de La gestión emocionalyAprendiendo a liderar de la Editorial Pearson


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