G-8: Putin, el moderador de los “tocados"

En primer lugar, no tiene sentido ocultar lo que todo el mundo sabe: que Rusia vaya a asumir la presidencia del Grupo de los Ocho es atribuible no tanto al actual peso del país como a su pasado y a su porvenir. Hay muchas cosas que todavía no están bien en Rusia pero tampoco podemos negar un hecho evidente, y es que tras haberse salido de la vía, y permanecer algún tiempo en la cuneta, a día de hoy se está reincorporando, superando todos los obstáculos, a la carrera global.

Habida cuenta del potencial de Rusia, su inclusión anticipada en un club prestigioso resulta comprensible, por no mencionar lo conveniente que resulta para los miembros de esa sociedad política tener de su lado a un estado así.

Y ello es especialmente cierto en un momento en que los otros socios acumulan bastantes problemas. Puestos a llamar a las cosas por su nombre, la próxima cumbre del G-8 en Gleneagles será una especie de reunión de dignatarios «tocados».

Casi todos los líderes mundiales se presentan a la cita con una piedrecilla en el zapato. A George W. Bush le persiguen los problemas de Irak e Irán; además, EE.UU. es el único integrante del G-8 que no ha firmado aún el Protocolo de Kioto a pesar de que el medio ambiente es uno de los temas clave en la agenda. El señor Shroeder llega castigado por una moción de censura parlamentaria, y consciente de que tras las próximas elecciones podría verse en el banquillo de los suplentes; si eso sucede, habrá cambios sustanciales en la política exterior de Berlín, de lo cual se deduce la necesidad de acoger las promesas alemanas en Escocia con ciertas reticencias.

El presidente de Francia no acaba de recuperarse tras la derrota sufrida en el referéndum sobre la Constitución Europea, seguida por una racha de mala suerte en la UE. Tony Blair acude a la cumbre escoltado por el eco de las maldiciones —si no explícitas, sí formuladas al menos mentalmente por muchas naciones del continente— después de que Gran Bretaña abortara la adopción del presupuesto europeo. En general, todos los dirigentes europeos presentes en esta cumbre mostrarán caras sombrías: el euro se está hundiendo, y ya se escuchan en Francia e Italia voces que proponen volver al franco y a la lira. Si eso aconteciera, el futuro de la UE sería toda una incógnita.

Rusia quisiera paliar las controversias dentro del G-8 sin pelearse con nadie aunque, obviamente, mantiene su propia postura firme con respecto a las cuestiones del medio ambiente y la pobreza. No es casual que la reunión de Gleneagles haya sido precedida por una cumbre ruso-franco-alemana en Kaliningrado, con ocasión del 750 aniversario de esta ciudad.

Putin ya está intentando establecer algunos puentes, necesitaba lograr un acuerdo con sus socios antiguos y fiables, Chirac y Shroeder, porque la actitud de Moscú frente a ciertos problemas es similar a la de París y Berlín, aunque en otros se aproxime a las posiciones defendidas por Washington y Londres.

Como todos los demás miembros del G-8, Rusia intentará forzar un giro en la actitud de Estados Unidos con respecto al Protocolo de Kioto. A diferencia del presidente estadounidense, la mayoría de los científicos rusos no duda de que el calentamiento global ya es una realidad, y que tendrá consecuencias deplorables. Así, el director de la Agencia Rusa para Hidrometeorología y Control Medioambiental, Alexander Bedritsky, también presidente de la Organización Meteorológica Mundial, sostiene que «la adaptación al clima cambiante pasa a ser uno de los retos fundamentales para la humanidad».

En el caso de Rusia, por ejemplo, la primera sorpresa desagradable sería la descongelación del suelo permafrost (capa subterránea de hielo) en las zonas heladas, como consecuencia de la subida de temperaturas en invierno. «Resulta difícil imaginar siquiera el volumen de las inversiones que serían necesarias para proteger las infraestructuras vitales en dichas regiones —señala Bedritsky—. Exhortamos al Gobierno a que empiece a prepararse ya para este problema». Cosa que Putin va a hacer persuadiendo a Bush de que firme el Protocolo de Kioto.

 

Por otro lado, Rusia entiende la postura de EE.

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