Segundo año “triunfal”

En estos días se cumplen dos años de la toma de posesión de José Luis Rodríguez Zapatero como Presidente del Gobierno tras la victoria electoral del PSOE el 14 de marzo de 2004, cimentada en el brutal atentado terrorista de tres días antes. Dos años que no pasarán a engrosar, precisamente, las páginas más positivas de la historia de nuestro País, porque aunque su protagonista principal se muestre muy ufano por lo que ha realizado en este tiempo, la verdad es que no hay motivos para decir que estamos mejor que hace veinticuatro meses, salvo, el alivio que produce en los ciudadanos el anuncio, de momento permanente que no definitivo, de “alto el fuego” por parte de la banda terrorista ETA.   España es a día de hoy un País mucho más fragmentado que cuando Zapatero llegó a la Moncloa. El primer “golpe de gracia” asestado a España como Nación ha partido del Estatuto de Cataluña negociado por el Presidente del Gobierno y el líder de CIU, Artur Mas, en una tarde de sábado y en el que se define a Cataluña como nación.   Los nacionalismos de todo signo y procedencia han visto en Zapatero a un auténtico “chollo” y ya se aprestan a sacar tajada de esa endeblez intelectual y política de un Presidente que considera que el término nación es un concepto indeterminado.   Veintiocho años después de aprobarse la mejor Constitución que ha tenido España en toda su historia, el espíritu que la animó y que hizo posible que saliera adelante, está roto. Para ser más precisos: Zapatero lo ha roto sin importarle nada, convencido de que está llamado a llevar adelante una especie de segunda transición.   Pero no es el único “frente” que ha abierto el Presidente en sus dos años de mandato. Lo que el llama transformaciones sociales –la ley de matrimonios homosexuales, por ejemplo- no es mas que una agresión a los valores y creencias de millones de españoles que ven como los intereses de unos pocos prevalecen y son defendidos con un ardor digno de mejor causa por el propio jefe del ejecutivo, aunque sea a costa, reitero, de herir los sentimientos de muchos ciudadanos.   En lo que se refiere al mal llamado “proceso de paz” -¿quién está aquí en guerra?- es muy fácil jugar con los sentimientos de paz que tenemos la inmensa mayoría de los españoles. ¿Quién no quiere que ETA deje de pegar tiros, de poner bombas, de extorsionar económicamente a los empresarios?.   La cuestión es que no hemos llegado hasta aquí, no se han quedado 817 cadáveres en el camino, para que ahora, al final, ETA se salga con la suya, logrando sus objetivos políticos. Y eso es lo que va a suceder, porque ese, insisto que mal llamado “proceso de paz”, tal y como está concebido por Zapatero y por su partido, conduce de forma irremisible al pago de un precio político: los presos, Navarra y el derecho de autodeterminación son los tres cheques que ya están extendidos a la espera de adornar y justificar su firma por parte del Presidente.   Por todo ello, el balance de estos dos años de Zapatero y del PSOE en el poder no puede ser positivo. España es más débil como nación; la sociedad está más crispada; tenemos un menor peso en la esfera internacional y el final del terrorismo se atisba en el horizonte previo paso por caja. Las cosas no están como para muchas celebraciones.

 
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