Víctimas colaterales del nuevo Gobierno de Sarkozy

El 22 de junio Nicolas Sarkozy acudió a Versalles, no porque tenga complejo de Rey Sol, sino porque los senadores y diputados franceses dispusieron el año pasado que las intervenciones del presidente de la República tendrían lugar ante las dos asambleas juntas, por aquello de evitar susceptibilidades. Y es ahí, en el Castillo de Versalles, donde se reúnen siempre que tienen que ocupar juntos los escaños por cuestión de espacio y para mantener el equilibrio de las instituciones.

Durante su discurso en Versalles, el jefe de Estado puso fecha a la esperada remodelación del ejecutivo: el miércoles daría a conocer el nombre de los nuevos ministros. Más de uno comenzó a alimentar la legítima esperanza de que esta vez había llegado su turno. Seguro que estuvieron preguntándose: “si ése y ése otro son ministros, ¿por qué no yo?”. Y razón no les faltaba. Lo que no imaginaban era que acabarían siendo carne de cañón para uno de sus colegas.

Un misterioso compañero, conocedor de los sueños que devoraban las noches de estos diputados decidió gastarles la “inocentada” –por llamarlo de alguna manera- de sus vidas: les envió un SMS que decía “¿puede usted llamarme? Claude Guéant”. Como Claude Guéant es el secretario del Elíseo, ese mensaje, en plena remodelación gubernamental sólo podía significar una cosa: que Nicolas Sarkozy estaba pensando en ellos para nombrarles ministros.

Discreta, pero rápidamente, abandonaron la reunión del grupo parlamentario a la que asistían para llamar a la mano derecha del presidente de la República.

El chasco tuvo que ser monumental cuando telefonearon al Palacio del Elíseo y desde allí les dijeron que ni les habían llamado ni se les iba a llamar. El día que localicen al diputado bromista… “a secreto agravio, secreta venganza”, como escribió Calderón. Lo peor es que en esta ocasión, ni siquiera han podido guardar el anonimato.

 
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