Una crítica amorosa de los franceses

“Critique Amoureuse des Français”, es el libro que acaba de escribir el periodista italiano Alberto Toscano afincado en París. El título es un fiel reflejo de su contenido, y el libro muy aconsejable para quien vaya a instalarse en Francia. Servirá para evitar alguna sorpresa desagradable, pero también para aprender a posar una mirada tierna sobre nuestros vecinos del otro lado de los Pirineos.

El objetivo de Toscano es, como dice él mismo, ahondar en las ideas preconcebidas que los franceses tienen de sí mismos a lo largo de medio centenar de capítulos, algunos francamente divertidos. Así, a los Campos Elíseos, “la avenida más bella del mundo” según los parisinos, Toscano espera que no la sometan a un concurso. Que la “cuisine française” es la mejor del mundo es cuestión de gustos, que Francia es la patria del vino y el queso, él lo pone en duda.

También habla de esa especie de masoquismo que tienen los franceses de hablar de su país “en declive” cuando en los últimos 35 años han ganado siete años de vida, han doblado su poder adquisitivo y triplicado su fortuna. Y las ideas de que en Francia no se trabaja, que son campeones de las huelgas o que su sistema de protección social y servicios públicos es proverbial podrían ser simples leyendas.

La ausencia de bidé en los cuartos de baño (y eso que fueron los que lo inventaron); la condescendencia de los franceses hacia los príncipes-presidentes que gobiernan de forma cuasi-monárquica; o el olvido del papel eminente que jugaron los españoles en la liberación de París, son algunas de las contradicciones de este pueblo que Toscano adora.

Gracias a la lectura de esta “crítica amorosa” he descubierto que no soy la única que detesta esa manía de tantos hombres franceses de llevar bajo un traje de corte impecable unos calcetines a la altura del tobillo dejando ver los canutillos de las piernas y, a ser posible, de color claro. Alberto Toscano asegura que una italiana jamás se enamoraría de un hombre en estas condiciones. Si Sarkozy no llevara calcetines altos la historia probablemente habría cambiado pues Carla Bruni habría mirado hacia otro lado.

 
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