¿Y si se lo digo cantando?

Insultar por insultar no tiene gracia. Y aunque la tenga, no tiene sentido. Y si tiene sentido, ya no es insultar por insultar. Por eso el otro día me preguntaba por qué Ska-P la tomó con Jesulín de Ubrique, por qué Quique González califica de “idiota” a Justin Timberland o por qué Siniestro Total llama indirectamente “feo”, sin venir a cuento, a Alfredo Landa.   Pero si hay un grupo que se ha buscado decenas de enemigos a la largo de su trayectoria es, sin lugar a dudas, Un Pingüino en mi Ascensor. Lo bueno es que, como ellos mismos reconocen, hasta los propios “ofendidos” se ríen con sus canciones. Eso es una buena señal.   El pasado viernes seguí atentamente, en el programa Popes80 FM de City FM Radio, la entrevista que Arancha Moreno le hizo a José Luis Moro, alma de Un Pingüino en Mi Ascensor. De entre las muchas preguntas interesantes que la periodista le planteó a este personaje multifacético que hoy se gana el pan fundamentalmente haciendo anuncios de televisión, me sorprendió especialmente una de ellas: “¿por qué odias tanto a Kenny G?”. Intuía que la respuesta escondería una explicación probablemente extensible a otras muchas canciones similares que habitan por el variado mundo de la discografía española.   Los conocedores de la biografía de Un Pingüino en mi Ascensor sabrán que su último disco (‘Piromanía’, 2005) incluye un tema llamado “No me hagáis oír a Kenny G”: “(...) Podéis incinerarme como bruja en la hoguera / o hacerme cosquillas en la planta del pie / tirarme desde lo alto de una escalera / u obligarme a ver los anuncios de Ferrero Rocher / Podéis agujerearme con un berbiquí / pero no me hagáis oir a Kenny G”.   El músico y publicista premió a los oyentes con la explicación detallada de los hechos que le impulsaron a escribir esta estremecedora canción. En el contexto de un viaje a Chile, José Luis Moro, tuvo la necesidad de coger un taxi para un recorrido de amplia distancia. Probablemente el viaje no resultaba ni agradable ni lo contrario, sino un mero trámite inevitable, pero su tragedia surgió en el aspecto musical: el taxista amenizó su traslado con un disco del famoso saxofonista que sonó al completo una y otra vez durante todo el trayecto. José Luis Moro concluía su relato: “el taxista me tuvo dos horas escuchando a Kenny G, al final ya no podía más, aquello era un auténtico infierno... Muchas canciones me han surgido por eso, por una pequeña venganza personal."   En realidad, su discografía está llena de “pequeñas venganzas personales” y de innumerables referencias al mundo de la televisión y la publicidad. Tal vez por eso su estilo resulte único en la historia del pop español.   El “Pingüino” se atreve incluso con personajes de ficción como el famoso osito Mimosín. En la canción “No hay nada más frustrante que hacer anuncios de suavizante” narra la triste historia de la muerte del animalito de los anuncios: “En el funeral vi a Pato WC, apestaba a colonia / estaban Mister Proper y el hipopótamo de Ausonia / y aquel señor que busca restos de cal en la lavadora / todos lloraban pensando que a ellos también les llegará su hora.”   Esta función terapéutica que mezcla la música, la condena y el humor se encuentra en muy pocas ocasiones entre la discografía de nuestros artistas. La canción-protesta, tradicionalmente soporífera, se torna divertida cuando pasa por las manos de estos pocos genios del humor musical capaces de tomarle el pelo hasta a un dibujo animado.   Como decía al principio, insultar en una canción, insultar por insultar, además de que conduce fácilmente al mal gusto, puede dejar indiferente a la audiencia cuando no conoce los motivos del enfrentamiento. Sin embargo, los que poseen un don para decir las cosas de forma desenfadada, no necesitan cubrirse las espaldas y logran hacer partícipe de su denuncia al oyente, que percibe que las palabras del autor, aún pudiendo parecer crueles, no están exentas de cierta justificación.   De nuevo, sírvanos como ejemplo esta letra de José Luis Moro en “Televisión Star”: “Quisiera ponerme ciego como Karlos Arguiñano / y salir en los anuncios de Dash como Irma Soriano / me voy a dejar bigote como Campo Vidal / y me enteraré dónde compra sus corbatas Carrascal (...) Y conquistar treintañeras, igual que Pedro Piqueras / Tener cara de cabreo, como Rosa María Mateo / Hablar una hora seguida, igual que Jesús Hermida (...)”.   Incluso a través de la música, hay formas y formas de decir las cosas.

 
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