La semana de un conservador – Oficio de terrazas

LAS CABINAS DE TELÉFONO. Las cabinas quedarán en la vitrina del siglo XX junto a los gramofones con trompeta, los teléfonos de disco o esos ordenadores que funcionaban con cintas. Ya hay quien recoge esta cacharrería sentimental. Hubo una poesía de las cabinas de teléfono, lo mismo para sonetos de amor que para novelas de criminales o de espías, como si estuvieran ahí para dar el aviso de una bomba justo cuando pasábamos al lado. Se hicieron canciones. La narración se ha quedado sin un recurso comparable en felicidad al del manuscrito encontrado en la buhardilla. Usábamos las cabinas para llamar a cobro revertido, desde fuera; para mantener de una a otra provincia el tacto de un romance que de ninguna manera pasaría el plazo de un verano. Siempre hubo llamadas que no podían hacerse desde casa. ‘Hablamos a las ocho’, y hacia las ocho gravitaba un día que por el resto del tiempo era todo libertad. Colas de la cabina de teléfono, añoranzas dulces del te llamo-me llamas, concreciones carnales de una voz, tanto sentimiento en la vulgaridad de una calle, y ese toque en el hombro por ver si terminabas.

VALLE DE LÁGRIMAS. La anestesia acabó con el llanto de las mujeres en el parto. No así con el de los niños, no así.

CHAPS. Hay resistencias, siempre. Un grupo de jóvenes ingleses, vestidos de fiesta, preparan un banquete suntuoso en un vagón del metro. No olvidan su mejor mantel. Entran, nuevos bárbaros, a pedir un té en el Starbucks, en el entendido de que no vendrá en vasos de styrofoam sino con tanto paramento que exigía el ritual. En Oxford Street, cambian gorras de béisbol por sombreros fedora, y asaltan algún monolito vagamente escultórico de la Tate para fumarse un habano y recitar a Keats en desagravio hasta que se persona la autoridad civil. Estos chicos se hacen llamar los revolucionarios del tweed y optan por llevar luengos bigotes. Más allá del dato, el conservadurismo ha tenido una percepción más completa de lo humano al optar por las sinuosidades significativas del humor frente a una noción de progreso puritana y lineal.

LE PHILOSOPHE AU RESTAURANT. – …Y a mí me va a traer el foie de pathos.

LISTA DE BODAS. En las bodas españolas siempre habrá la guapa de la boda, una madrina vestida de madrina, la niña que no sabe andar con los tacones, el niño humillado por los pantalones cortos, una competición de audacia en los chaqués, la prima que se trabuca en la segunda lectura, una sincronía de abanicos, un sorbete de limón, la mesa de los solteros porque 'de las bodas salen bodas', puro gratis, alguien que se aburre y mira al móvil, un vuelo de chales, un exudado de after-shave, una abuela que habla de 'la sorpresa del matrimonio', la mesa de los americanos, unos brazos femeninos con la vacuna de la viruela, un chico que vende ciclotrones, un incisivo manchado de carmín, un militar con uniforme, una conversación como una clase de 'español en dos semanas', una aplicación intensa a la barra libre, dos que llevan el mismo vestido, una que se equivoca y va de blanco, una pieza popular de Mendelssohn, un padrino al que le faltan rodamientos para acometer el vals con garantía, el abogado que dice 'yo os regalo el divorcio', el grupo que sabe coreografiar el chiki-chiki como supo coreografiar 'la bomba' en su momento, un instante de ancha convicción en el amor, alguien que a todo esto grita ‘Sarandonga!’, una cifra crítica de copas, un control de alcoholemia a la salida, y la novia muy guapa, por supuesto.

CASTIGOS. Cuando se portan mal, castiga a sus hijos “a pensar”. Se cansan en seguida.

LOS RECUERDOS. Jardines de otro tiempo, el amor bajo la lluvia, los días de la vida, salitre en los labios, el vino que bebíamos ayer, un oro de fulguración antigua, la miniatura caligráfica de un poema. Honda rima de placeres y de ayeres. Absolver el recuerdo está entre las primeras sabidurías. También puede pensarse que mientras tengamos recuerdos la vida no nos lleva por delante. Todo queda tanto en la memoria que casi nunca caemos en la superstición de recordar. La memoria como academia de la sensualidad.

RENDEZ-VOUS IN RIO. Hay que ir cuanto antes a Brasil aunque sea con la excusa de que ya ha ido el Santo Padre. La bahía de Guanaraba -dicen los pilotos- es el paisaje del mundo más feliz. El mar lo hace nuevo cada día. El mito de Rio sigue intacto, del Copacabana Palace de los años treinta a esos nazis exiliados cuyas nietas son rubias pero ya aprendieron a bailar lambada. Uno las miraría reptar como a la serpiente del Edén pero quizá a la quinta caipirinha se te pasa. Michael Franks, músico prodigioso, habla de las muchachas color café au-lait: igual que en Venecias, uno dejaría su fortuna a la primera que aceptara rezar una oración ante tu tumba. El portugués es el lenguaje del amor: el afecto se expresa diciendo 'meu bem', a la manera del siglo XV. Tardes de playa, mañanas bajo las jacarandás, poderío de un país que no es el más grande del mundo pero de alguna manera sí lo es. Itapoa, Copacabana, Ipanema; no más Sanchinarro, Tetuán, Bravo Murillo.

CHECKS AND BALANCES. Es una providencia que nuestra inconstancia afecte también a nuestros defectos.

 

SABORES DEL CAMPO. Tomates sin piel, pimientos muy rojos, un aceite con dejo algo picante, queso de cabra con almagre del pimentón, huevos sucios del culo de las gallinas, los pavos que de niño me gustaba perseguir y que hoy me gustan más en pepitoria, vulgaridad gloriosa del pan con chorizo, chapuzones de miel, una bandeja de tocinos de cielo, el corte de un jamón, un dorado de tortilla de patata, torreznos crujientes, orzas con lomo, palomas, perdices multicolores pero humildes, montaraces olorosas liebres, lujo español de las aceitunas, cítricos del árbol, fangosas tencas, ir a la bodega y caer en el ubi sunt? porque no encuentras los valbuenas, melones de oro blanco en el desayuno, un soplo de albahaca, repetir de gazpacho, mucho que mirar para el mirón de la cocina, un cuñado que bromea y alguien que enseña a los niños a comer. El sol en lo alto y la siesta inmóvil. A la tarde, nos hacemos unos largos.

SACRA CONVERSAZIONE. Santa Escolástica de Nursia afirma que hablar de Dios con los amigos es signo de predestinación.

EL BARCO EBRIO. Apetencia inexaurible de la noche, como si no estuviéramos en medio de Madrid sino en algún lugar entre estrellas y jazmines, absolutamente trascendidos de verano, mecidos por el relente y el gin-tonic. Que no falte una rosa de angostura. Todo tiene irisaciones especiales, después de cenar algo ligero porque somos quizá gente ligera. Orquídeas, jardines verticales, sudor de hielo, espejeo de cristales swarovski: quisiéramos oír aquí al lado el volumen del mar como si fuera la llamada del peligro. Cualquier barra de bar será la proa de un barco hacia las aguas tan negras y tan calmas de la noche. Hablamos de un barco ebrio, por supuesto: en estos momentos uno es sólo una pequeña conciencia de sí mismo pero llegas a creer que el egoísmo todo lo podría por la misma razón que el paroxismo de la euforia es la paz. La felicidad tiene la fuerza de una arcada, capaz de doblarte las rodillas. En esa última ginebra estará la transparencia, Dios, la transparencia.

JOE JACKSON. Es pequeño, lampiño, casi albino, un alfeñique con el ego fuera de toda proporción. Es homosexual de la primera hora y lo parece, además de parecer un carácter con lo inevitable del histrión. En realidad, es la clásica construcción de la personalidad en el conflicto. Tuvo la obsesión de la masculinidad igual que ahora tiene la obsesión de la ‘real ale’ y pasa la mitad del año en los pubs de Gran Bretaña que aún la sirven. Su otro orgullo es la crítica moral –muy documentada- de las campañas anti-tabaquismo. No son pocas inquietudes para quien fue y es un gran músico, aspiración suburbial de la excelencia hasta convertirse en pianista elegante como en el vídeo-clip de Steppin’ Out. Trajo la New Wave, los años de gloria del cool en el escenario de los clubes neoyorquinos. Estaban al caer los Talkin’ Heads. Blondie ya sacudía su melena. Sus primeras canciones fueron capaces de sensibilidad y rabia, un acierto que entonces definió las mejores juventudes y hoy quedó para los últimos cosmopolitas del gusto, si es que eso significa algo a estas alturas. I’m the man, Real Men, A slow song, Breaking us in two: Manhattan se puso a cantar y salió esto.

CONVERSACIÓN. - Es listísima. Ha ganado el Príncipe de Asturias de las Piernas.

ROUSSEAU Y LA CLIMATIZACIÓN. Llega el verano y llegan los teóricos neopastoriles que deploran del aire acondicionado como si pasar calor otorgara una superioridad en el campo de la ética. Postulan ropas amplias y arquitecturas utopistas pero los patios y las fuentes han hecho tanto por quitar el calor como los consejos filosóficos para quitar el dolor de cabeza. No dudamos de las dulzuras del pay-pay ni de las sombrillas con memoria de zarzuela pero es curioso que ninguna de estas teorías venga de Córdoba o Dubai sino más bien de una costa este americana partidaria de Rousseau y del conductismo arquitectónico. Se olvida, por ejemplo, que el gasto energético puede verse compensado por la mayor productividad en un horario de trabajo bien refrigerado. También olvidan que la naturaleza es mal olor y la civilización desodorante. Bendito sea el señor Carrier.

LIBROS PARA NIÑOS. La investigación ha venido comprobando que los videojuegos harán de nuestros niños antes unos ingenieros que unos gafotas. El cerebro reacciona a los estímulos con rapidez en la respuesta. He ahí una clave para el pensamiento estratégico ganador de ese niño que -aparentemente- sólo juega a terminar con los marcianos color verde o a salvar a la princesa de la mazmorra. Uno todavía vivió la edad en que los niños recibían de regalo vidas de santos y biografías de hombres ejemplares, Miguel Ángel, Dante, Carlos V: el espíritu de emulación es algo que llega después y se trata más bien de sembrar una veneración, un cierto respeto, la conciencia de un origen y el honor que eso merece. Puestos a ser competitivos, me pregunto si hay en las librerías infantiles alguna recopilación de vidas de empresarios ejemplares.

TIM RUSSERT. Bonhomía inolvidable la de Tim Russert, en televisión cada mañana de domingo, en Meet the Press. Se acaba de morir. Era un gran carácter, con toda vitalidad y alegría. A muchos les apasiona la política pero quién la ha entendido y vivido con su naturalidad casi física. Generalmente, su olfato valía por todas las encuestas: en el 2000, tuvo no poca gloria al profetizar con su pizarrita que la clave estaba en 'Florida, Florida, Florida'. Fueron muchos miles los americanos que se emocionaron con el libro que este 'family man' dedicó a su padre. Era un católico sin necesidad de filacterias, sin subrayados especiales, sin servirse de su fe para su promoción. Esas cosas son posibles en América. Defendía que las monjas de su colegio le habían enseñado a distinguir el bien del mal, y siguió en esa distinción toda su vida. Amaba tanta turbiedad de la política pura pero tuvo esa integridad a la antigua que le ganó el respeto a izquierda y derecha. Ahí se movía como nadie se movía, como las carpas en aguas sin oxígeno.  Es curioso que enfaticemos lo peor de la política americana cuando lo mejor es tanto mejor que aquí: véase una grandeza real en el periodismo, en la generosidad del debate público, en una clase periodística que todavía se respeta lo suficiente como para llevar corbata. Russert estaba en esa línea de eminencia. Russert, ante todo, tenía fe en el buen sentido institucional a largo plazo de la clase política americana. Tampoco en esto se equivocó.

RUBIAS Y LIGERAS. Esas benditas por siempre cervezas alemanas nos hacían sentir unos desagües. Reconózcase a Alemania, a Bélgica, a Bohemia, el buen trato, el placer, la estética de las amplias copas coronadas -oh símbolo- de fugaz espuma. De esa espuma animada por el lúpulo podían nacer sobre la tierra monedas de oro, muchachas rubias, alguna floración de maravilla. A la sombra de los tilos todo era posible. Era aún más importante que apagaran nuestra sed cuando nuestra sed era legión. Con o sin limón, la cerveza blanca, turbia de trigo, olorosa a nuez moscada, llenaba los ánimos hasta la irrupción de las más generosas canciones populares: Drink doch eine met, por ejemplo, inolvidable. La tarde caía y alguien se ponía en pie con un ‘voy a mear’ como una declaración solemne. Cervezas del verano, en el inagotable mediodía.

PRESENTACIONES. – Soy Ignacio Peyró.

- No somos nada.

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato