Una visión totalitaria

La destemplada, desproporcionada y desabrida reacción del PSOE y del Gobierno a la exitosa jornada “Por la familia cristiana” celebrada el pasado día 30 en Madrid es muy probable que se explique teniendo en cuenta un conjunto de factores y circunstancias entre los que ocupa un lugar destacado la proximidad de las elecciones generales.

Cualquier movilización ciudadana –y el día 30 lo hicieron muchos miles de personas- pone muy nervioso a quien es el destinatario principal de las críticas que en aquella se puedan hacer y más cuando quedan dos meses para que los ciudadanos acudan a las urnas. En prácticamente todas las intervenciones que se llevaron a cabo desde el estrado situado en la Plaza de Colón –algunas con palabras mas gruesas- incidieron en señalar al actual Gobierno del PSOE como el principal responsable de haber impulsado una legislación muy lesiva contra la familia. Una obviedad que nadie puede negar, salvo los propios socialistas, que en el colmo del cinismo no han tenido ningún empacho en afirmar que este Gobierno es el que mas ha ayudado a la familia…

Pero junto a ese motivo de proximidad electoral, en la reacción del PSOE y del Gobierno hay otra razón más de fondo que tiene mucho que ver con la concepción que sobre el funcionamiento de una sociedad realmente democrática tienen algunos dirigentes del partido gobernante. El talante, el respeto a quien piensa de forma diferente, la libertad de expresión, de reunión, de manifestación, el papel que debe de jugar la sociedad civil no son solo conceptos para que a un gobernante se le llene la boca pronunciándolos, sino sobre todo, son conceptos e ideas para ser respetados y defendidos, porque en ellos nos va la propia esencia de la democracia.

En la legislatura que está a punto de finalizar ha habido bastantes manifestaciones, todas ellas muy numerosas. La negociación política llevada a cabo por el Presidente Zapatero con ETA; la defensa de la familia y del matrimonio entendido como la unión entre un hombre y una mujer; el derecho de los padres a elegir el tipo de educación para sus hijos o la cuestión del agua han sido los principales motivos de esas manifestaciones. La reacción del Gobierno, del PSOE y de sus medios de comunicación afines ha sido siempre la misma: la descalificación de esas movilizaciones y de sus promotores mediante todo tipo de argucias y artimañas.

Al PSOE y al Gobierno le molesta profundamente que la gente se movilice en la calle contra sus políticas. Siguen anclados en esa vieja y superada idea de que la calle es patrimonio de la izquierda y que por lo tanto le resulta inadmisible que otros -sea la Asociación Víctimas del Terrorismo, el Foro de la Familia, o la propia Iglesia Católica-, convoquen a los ciudadanos a manifestarse libremente en defensa de sus ideas. Junto a esta reacción de sorpresa y estupor por el hecho de que se hayan producido tantas movilizaciones en esta legislatura, el argumento que desde el ejecutivo, el PSOE y sus palmeros mediáticos emplean para descalificarlas es que eso es hacer política y lo que deben de hacer las organizaciones convocantes es convertirse en partidos políticos y presentarse a las elecciones.

Dicho de otra forma, para el PSOE y para el Gobierno los únicos que pueden hablar, opinar y movilizarse son los partidos políticos. No puede haber una concepción más totalitaria y sectaria de lo que debe de ser un correcto funcionamiento de una sociedad que aspire a ser plenamente democrática.

Si las víctimas del terrorismo se movilizan contra la política antiterrorista de Zapatero, resulta que aquellas están haciendo política y además son manipuladas por el PP. Si los Obispos convocan una jornada “por la familia cristiana” a la que acuden cientos de miles de personas que quieren manifestar su defensa de la institución familiar entendida como la unión de un hombre y de una mujer, estamos ante un acto del “nacional catolicismo”. Y así sucesivamente.

Nunca antes, desde la transición democrática, se había denostado tanto por parte de quien está en el Gobierno, la libertad de las personas a expresar su opinión, a ejercer su derecho a la crítica y a utilizar el constitucional derecho de manifestación. Nunca antes se había descalificado tanto a quienes no están de acuerdo con algunas políticas gubernamentales. Aunque también es cierto que nunca antes un gobierno había dividido tanto a la sociedad debido a algunas políticas claramente sectarias e innecesarias.

 
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