¡¡La reconstrucción no existe, idiota!!

Cuando al directivo de un Hospital para que el trabajé, le invitaron a realizar la presentación de un libro científico en el salón de actos de nuestro hospital, se le esbozó una leve sonrisa en los labios. Era una de esas personas calladas, tímido por naturaleza, inteligente como pocos he conocido, con un reducido número de amigos, que dedicaba las 24 horas del día a su trabajo y que como no podía ser de otra manera, conoció a su pareja en su despacho del hospital.

Llegado el día de la presentación del libro, hice las presentaciones de rigor y otorgué la palabra al directivo, solicitándole que comenzara con la presentación del tratado en cuestión. Comenzó diciendo que como del contenido del libro el que mejor podía hablar era el autor (allí presente), él se iba a centrar en lo que se le había pedido: la presentación del libro; y realizó la descripción material del mismo indicando que se trataba de un libro editado en rústica, impreso en papel offset blanco de 90 gramos y cosido cada uno de sus librillos a “diente de perro”. Y se hizo el silencio. Y el auditorio estalló en una carcajada. Y acto seguido comenzó a explicarnos que descendía de una familia con una larga tradición en el sector de la impresión y que por ello había pasado innumerables tardes en el taller de su padre entre olores de pegamento, papel acopiado y la tinta necesaria para endulzar los tipos de impresión. Y como si nos hubiera trasladado a todos hasta aquellas tardes de merienda entre libros apilados y cajones de composición, comenzó a relatarnos una historia.

Fue Cleopatra quien le enseñó a Julio César, en su visita a los talleres de Alejandría, lo que parecía ser una nueva forma de presentación de los documentos. A los escribas egipcios se les había ocurrido la idea de doblar las hojas de papiro y unirlas entre sí  cosiéndolas de manera que formaran una especie de “ladrillo cuadrangular” fácil de  manejar. Este ladrillo se llamaría posteriormente “Códex” y es el antecedente del libro tal y como lo conocemos hoy en día. Con posterioridad, las comunidades cristianas primitivas utilizarían este tipo de libro como protesta y rechazo a las costumbres paganas y judías del rollo y de la Torá, aferrándose a la utilización del códice. Nos habló de los telares, de los nervios (simples o dobles) de buey que atravesaban en sentido perpendicular el dorso de los pliegos fijando el cosido de las hojas de vitela. Conocimos el cosido a la greca y al “diente de perro”, el proceso de serrado y la importancia de  contar con una buena plegadera de hueso. Durante media hora mantuvo absorto al auditorio, haciéndonos olvidar que estábamos allí para hablar sobre un tratado médico que contenía los últimos avances farmacológicos en cáncer de páncreas.

Con la Comisión de Reconstrucción que ha creado el Gobierno, me temo que va a suceder algo similar. Dicha Comisión se va a limitar a hacer una lectura interesada de las estadísticas que se han producido, sin importarle lo más mínimo lo que opinan los mayores, los trabajadores, las empresas y los expertos del sector. Total, ¿para qué? Si ellos ya tienen sus expertos para firmar cualquier documento que les pongan encima de la mesa. Esos mismos expertos que definieron la mayor pandemia mundial que vivirá nuestra generación como “algo más que un simple catarro”. Y lo que es más preocupante, sin importarle lo más mínimo definir y asegurar las condiciones de atención social y sanitaria que necesita la población más vulnerable de nuestro país: los mayores.

Siento vergüenza, asco y repulsa de un Parlamento que ha incluido en la Comisión de Reconstrucción a 8 de los 22 Ministros responsables de la Destrucción previa, y a ningún representante del sector que vela por el bienestar de los mayores.

Cuando contemplo con tristeza que el Gobierno ha excluido al 87% de los expertos que han propuesto todos los grupos políticos de nuestro país, no se me ocurre otra explicación que la de que dicha Comisión de Expertos vaya a servir tan sólo para apuntalar las tesis del Gobierno. Han sido 308 las personas que han sido propuestas  para dar su opinión en el Congreso, de las cuales tan sólo 41 han sido aceptadas por el Gobierno liderado por Sánchez e Iglesias.

En concreto, en el sector de los mayores no podemos esperar ninguna sorpresa. Desde que el día 19 de marzo de 2020 el Vicepresidente Pablo Iglesias asumió en el Estado de Alarma la responsabilidad de los Servicios Sociales y por tanto de las residencias, el sector no ha conseguido mantener ni una sola reunión con los responsables de su Ministerio. Coherencia, por tanto, hay que reconocerle al Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030: ni está ni se le espera. ¿Para qué van a escuchar opiniones de quien lleva 40 años atendiendo a los mayores, si ellos ya tienen sus recetas listas?

¿Para qué van a preguntar al pueblo, pobres ignorantes, si ellos saben lo que más les conviene? ¿Para qué van a crear un sistema de opinión transparente y en libertad, si en poco más de cuatro meses han conseguido silenciar al Parlamento gobernando al más puro estilo bolivariano a golpe de Decreto?

Prometieron ilusión, trabajo y verdad. Han dejado un rastro de desencanto, ausencia y mentiras. Y una Comisión de Reconstrucción que no es tal, porque aquel que ha destruido la sociedad, no puede intentar reconstruirla.

 

Cuando Roma desembarcó en Alejandría en el siglo III a.C. y descubrió Egipto, la civilización del valle del Nilo ya era milenaria. La cultura egipcia, aquella que fue precursora del “Códex” y de los libros tal y como hoy los conocemos, fascinó a los romanos. Una cultura, la egipcia, era rica en conocimiento. La romana, era una máquina de guerra casi perfecta, que para sembrar la destrucción en sus continuas guerras utilizaba el grito de “¡Junge!”, que venía a decir ¡prietas las filas! y se utilizaba con el fin de llamar a los soldados a adoptar la táctica de la tortuga. La endogamia de esta Comisión de Reconstrucción está llamando del mismo modo a cerrar las filas, a hacerse impenetrables, y por eso necesitan aguantar un mes más en esta posición de tortuga. Ya hemos visto dónde nos ha llevado esa falta de transparencia, el sectarismo y el retraso en la toma de decisiones que no se adoptaron a su debido tiempo por motivos ideológicos.

Rectifiquen, todavía estamos a tiempo de ofrecer un futuro lleno de esperanza a las  personas mayores de nuestra sociedad… salvo que esos mayores, los trabajadores del sector y las empresas que cuidan de ellos, comiencen a ser un molesto estorbo para sus planes.

17.05.2020

Jesús Cubero Herranz

Secretario General AESTE

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