Seguimos con palos de ciego en el virus

Miguel Soto Pardo

Botellón.
Botellón.

Aunque ya he escrito sobre esto mismo antes, creo que ha llegado el momento de insistir. Ayer vi una entrevista en TV en la que un señor echaba sapos y culebras por la boca contra los que hacían botellón, por ser los verdaderos propagadores del virus chino. ¡Pues claro! Menos mal que una verdad tan evidente empieza a ser captada por la gente. Un fuerte aplauso a este entrevistado y muchas gracias por las burradas que dijo. No es para menos.

Todas las medidas que están tomando gobierno y autonomías, admitiendo que lo hagan de buena fe, ellos saben que no sirven para nada, si se exceptúa la ruina económica de España, muy en consonancia con el Nuevo Gobierno Mundial.

Lo que yo veo en la calle (y lo que ve todo el mundo) es que la gente se protege con mascarillas, guardando las distancias, haciendo cola en la calle ante las tiendas, dejando un asiento vacío entre dos personas en las salas de espera, saludándose con el codo y en las reuniones a las que yo asisto no admitir más de 6 (los demás por videoconferencia)… Y a estas gentes que no producen contagio alguno ¿es a las que hay que encerrar?; y a estas tiendas con compradores esperando en la calle ¿es a las que hay que cerrar?; y estas reuniones en las que algunos han de hacerlo por videoconferencia ¿son las que hay que clausurar? ¡No señores, no!, porque estas gentes ni se contagian ni contagian a nadie.

Los contagios salen en su 90% de las reuniones tumultosas sin medidas de protección, sin distancias incluso roces, tientos, sobos (¡sobos sostenibles!) (Viejo Profesor dixit), por lo que los botellones y jolgorios múltiples son un delito contra la salud pública, igualito que envenenar los abastecimientos de agua de las ciudades, igualito que vender alimentos adulterados.

Pero este delito (que el gobierno no reconoce cono tal delito) es, para nuestros prebostes una simple travesura, y lo más que hacen es enviar a la policía para dispersarlos. ¿Dispersarlos? No señor, agruparlos y llevarlos a la cárcel porque son reos de delito.

Yo propongo ser tolerantes al principio y sancionar con solo una semana de cárcel. ¡Pero sería suficiente! Porque hoy los jóvenes saben perfectamente que los botellones no se castigan y por eso van más de 10.000 botellones desde el comienzo. Hay que estar muy ciego para no verlo. ¿O no es ceguera? ¿O es algo peor?

En la santa transición el afán del duque fue aplastar el principio de autoridad para contentar a los descontentos. Cero autoridad en la escuela y fuera el último reducto de obediencia y disciplina, que fue la mili. Por tanto es lógico que los jóvenes no obedezcan a nadie, ¡es lo que les hemos enseñado!, sobre todo si las autoridades, totalmente desacreditadas, miran para otro lado.

Que quede claro: o se tipifican como delito, ¡que lo son!, los botellones o nos espera la muerte y la ruina. ¡Qué contento está el virus con estos gobernantes!

Ya estoy viendo con mascarilla a nuestros biznietos, si es que queda alguno.

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