El progreso en la Edad Media

El progreso en la Edad Media.
El progreso en la Edad Media.

Tomás de Aquino, define el progreso como una tarea encomendada al hombre para alabar a Dios mediante el conocimiento de su creación. Esta tarea lleva implícita la necesidad de conocer, de comprender todo lo que brinda el mundo cuyo resultado es un avance en sabiduría y conocimiento en beneficio de todos. Identificar las leyes que rigen el universo suponía honrar al Dios que las había formulado. Implica también, como expone en sus comentarios a la «Política» de Aristóteles, el tránsito de la barbarie a la civilización. Una barbarie en donde encontramos a un hombre irracional.

En los monasterios cristianos, durante la Edad Media, el progreso consistió en datar antiguos pergaminos de autores clásicos, griegos y romanos. Sin esta función reparadora y artística hubiera sido imposible conocerlos y profundizar en sus enseñanzas.

Las artes recibieron un importante impulso, así como las artes liberales en los términos expuestos por Séneca y Cicerón. Estos conocimientos fueron clasificados por Boecio en el Quadrivium, integrado por música, geometría, astronomía y aritmética y en el Trivium, compuesto por gramática, lógica y retorica. Las innovaciones en agricultura, urbanismo y arquitectura fueron notables.

Los monasterios fueron focos culturales de primer orden para unas comunidades sumidas en el analfabetismo. Cabe mencionar como anécdota que los enciclopeditas franceses asumieron un papel difusor de sus ideas ilustradas a modo como lo hicieron los monasterios medievales con la reproducción y custodia de los textos clásicos, un punto de encuentro fascinante.

También a la escolástica se debe la distinción conceptual entre comerciante y obrero, con Antonio de Florencia y avances en teoría económica. Bernardino de Siena, así como el dominico, de origen suevo , Johannes Nider, autor de la obra «Contratos y Mercaderes» en 1430 ,intuyeron que en el entorno de la empresa existía un especial sujeto agente. Con capacidad comercial - y creativa.

Los escolásticos reconocieron el concepto dinámico de la competencia, la rivalidad comercial que estimula el mercado e impulsa el desarrollo de la sociedad y la civilización.

Esta concepción subjetiva y dinámica de la economía es obra de autores españoles, concretamente de la escuela de Salamanca. Entre ellos, Diego de Covarrubias y Leyva, discípulo de Martín de Azpilicueta, que desarrolló la teoría del valor en su obra «Variarum resolutionum ex jure pontificio regio et cæsareo veterum numismatum collatio cum his quæ modo expenduntur » en 1557.

Luis Saravia de la Calle en su obra «Instrucción de Mercaderes», escrita en 1554, explica que los precios son los que determinan los costes y no al revés. Tesis subjetivista que también es aplicada a la teoría del dinero, criterio sostenido por Martin de Azpilicueta en su obra «Comentario resolutorio de cambios», de 1556 y Luis de Molina. También Tomás de Mercado, con su manual «Tratados y contratos de mercaderes», escrito en 1569.

Afirma Schumpeter, que los doctores escolásticos desde, al menos, los tiempos de Antonio de Florencia distinguieron en la industria al hombre de negocios, por un lado, y por el otro, la labor del operario. Sus ideas sobre el concepto dinámico de competencia fundamentaron, siglos después, la teoría del mercado de la Escuela austriaca.

 

Un progreso importante en esta época resulta de la fundación de universidades y la educación en las artes y ciencias impartidas y su importante repercusión en la sociedad. Muchas de ellas nacieron de escuelas catedralicias en el s. XII, como la de Bolonia fundada en 1088, la más antigua de Europa, la más prestigiada en Derecho y la universidad de Paris, erigida sobre el colegio escolástico de La Sorbona, fundada en 1150, con autoridad reconocida en filosofía.

Con diferente origen, la universidad de Oxford, fundada en 1096, aunque existe polémica sobre la precisión de su fecha, muy reputada en matemáticas, física y astronomía; la universidad de Salamanca fundada en 1215; la universidad de Valencia, fundada en 1246; la universidad de Montpellier, creada en 1289 , cuando la ciudad pertenecía a la corona de Aragón, muy prestigiosa en medicina; la universidad de Barcelona fundada en 1450, entre otras varias que omitimos por razón de espacio.

Decisivo avance fue la innovación de la imprenta, que supuso un cambio decisivo en la difusión de los saberes por el continente.
En el ámbito político debe citarse la primera manifestación de parlamentarismo del mundo: las Cortes de León de 1088, celebradas en el claustro del monasterio de S. Isidoro de León, con intervención de los estamentos privilegiado y no privilegiado. Se aprobaron 17 estatutos que recogían los derechos que protegían a los ciudadanos de los abusos de los nobles, del clero y del propio rey. Este conjunto de normas fue llamado los Decreta, en donde además se previó la elaboración de una Constitución que fue publicada en julio de 1088 obligando a todos los ciudadanos de cualquier condición.

El progreso en este tiempo despectivamente calificado como sombrío no estuvo anclado en lo oculto del tiempo. En la actualidad, como indica Vergara Ciordia, se habla de la Edad Media como una época sugerente y creativa. En esta tesis Haskins y Verger nos hablan de un vigoroso espíritu renacentista durante los siglos XII y XIII que integran una unidad cultural.

Una prueba de este espíritu innovador, base de todo progreso, lo encontramos en Boecio cuando persiste en buscar la verdad y la sabiduría, que es en donde reside la regla del bien perfecto.

Fue en esta época cuando se instituyeron los gremios. Estuvieron vigentes en España desde los Reyes Católicos hasta principios del s. XIX . Un gremio, según Fernández-Ríos, era una corporación formada por los maestros, oficiales y aprendices de una misma profesión u oficio, regida por ordenanzas o estatutos especiales. Constituyeron vehículos para la transmisión de las innovaciones tecnológicas a través del aprendizaje y de las migraciones de la mano de obra, apunta Epstein.

El gremio controlaba el oficio en sus aspectos técnico, productivo, profesional y organizativo. Eran titulares de competencias legislativas, ejecutivas, policiales y judiciales. Potestades reconocidas por los concejos o ayuntamientos que desempeñaban funciones judiciales reconocidas por el poder real en la figura del corregidor. Ese poder judicial fue reconocido posteriormente por la monarquía directamente.

El acceso era restringido, poseía una estructura muy jerarquizada, se impartía un periodo de aprendizaje y obligaba a la práctica del oficio por un tiempo inexcusable, notas, todas ellas, que garantizaban un producto de calidad. Calidad defendida por toda la corporación pues de ello dependía su prestigio y su trabajo.

El examen de maestro se realizaba en el taller ante las autoridades: alarifes o veedores- y el Ayuntamiento de la ciudad o villa. Constaba de una parte teórica debiendo explicar mediante cálculos los secretos del oficio y otra práctica realizada a pie de obra.

Los estatutos de muchos gremios preveían la expulsión de quienes incurrieran en quiebra, no solamente del gremio también de la ciudad o villa. De ahí, la responsabilidad en todas las operaciones mercantiles. De ahí, el valor de la palabra dada. Y de ahí también la calidad en la ejecución de las obras que se mantienen incólumes después de tantos siglos.

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