¿Está protegida la ética científica?

Anderson (center) with Dr. R. Michael Blaese (left) and Dr. Kenneth Culver at a press conference in 1990, before their first patient received gene therapy.
fuente: NATIONAL CANCER INSTITUTE
Anderson (center) with Dr. R. Michael Blaese (left) and Dr. Kenneth Culver at a press conference in 1990, before their first patient received gene therapy. fuente: NATIONAL CANCER INSTITUTE

Ya hace unos 24 años que el investigador Dr. William French Anderson, uno de los más importantes en la terapia genética, provocó estratégicamente un publicitado debate en EE.UU.

Origen de la controversia, por su solicitud de que le aprobaran un protocolo para poner en marcha un estudio de la terapia genética “In utero”. Su dosier fue estudiado a fondo por el Recombinant Advisory Committee, (RAC) órgano de los National Institutes of Health, (NIH) encargados de evaluar la seguridad de las terapias genéticas.

El veredicto quedó en suspenso, pero el proyecto creó cierto interés apasionado. Fue cuando Anderson se propuso tratar profundamente, dos enfermedades genéticas muy graves: La alfa-talasemia, enfermedad fatal en la sangre, debida un defecto del gen de la hemoglobina, y una deficiencia inmunitaria grave, resultado de la carencia de un gen esencial, el de una enzima llamada adenosina desaminasa (ADA).

Recordemos que, Anderson trató esta última, realizando el primer ensayo de terapia genética curativa en 1990. Y con respecto al estudio sometido al RAC, éste propuso ensayar el método en fetos portadores de estas anomalías genéticas, cuyas madres hayan decidido abortar. Ya que sólo después de interrumpir el embarazo podrán los investigadores verificar la eficacia del tratamiento. Y es que se reconocía que aún se necesitaban algunos años más de trabajos en vectores y ensayos en animales, para que éste proyecto sea técnicamente aceptable.

Anderson deseaba dar tiempo a las diferentes instancias científicas, políticas y a los acostumbrados contrarios, en contra de las ciencias, para discutir él serio y delicado proyecto. Si la terapia “In utero“ se revela eficaz, el problema sería ético, que después, suscitaría ese tipo de intervención en el feto, que sería el riesgo de modificación de las células del grupo germinal, precursoras de las células sexuales, y por tanto, del patrimonio genético, transmitiéndose a la descendencia.

Ahora bien, si la prohibición de la terapia genética llega a consenso. El proyecto de Convención de Bioética del Consejo de Europa, por ejemplo, excluyera tal posibilidad. 

Tengamos en cuenta que en EE.UU, se provocó la reacción deseada, en la Asociación que vela por las aplicaciones de la genética. En cuanto al NIT, quedaron felices ante éste debate público, considerando las opiniones más autorizadas sobre este importante tema. Lástima de tiempo pasado, pues el asunto sigue en el aire.

 

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