José Apezarena

Sánchez ha convertido la tragedia del coronavirus en un reality show

Pedro Sánchez visita Hersill
Pedro Sánchez visita Hersill

Una de las máximas de la comunicación suele ser “ocupar” en lo posible todo el espacio informativo, de modo que los otros mensajes, los que son contrarios, incluso los neutrales, no tengan cabida porque no encuentren modo de salir a la luz.

A poco que se analice la estrategia del Gobierno respecto a la tragedia del coronavirus, esa es la dinámica aplicada desde la cúpula del Ejecutivo, la consigna puesta en marcha por el equipo de marketing de La Moncloa, que es el que marca las líneas al resto de los ministerios y a las instituciones y organismos públicos concernidos.

¿Cuál es el sistema? Básicamente, dar todos los días al menos una rueda de prensa, cuando no se ofrecen por duplicado. Desde luego, televisada, protagonizada casi siempre por varias personas a la vez, y para la cual previamente se ha tomado la precaución de establecer un sistema de preguntas censuradas, controladas, de forma que no haya ninguna sorpresa.

Quienes las protagonizan, incluido por supuesto y principalmente el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conocen de antemano qué cuestiones van a surgir, y han tenido tiempo para preparar una respuesta confusa, elusiva, evasiva si hiciera falta.

Comparecencias públicas continuadas, sistemáticas, aunque no haya nada que comunicar. Me corrijo: para no comunicar. Para obviar los asuntos relevantes, los que de verdad serían noticia pero sobre los que se va a guardar silencio. Nada de informaciones, enfoques, cuestionamientos que puedan poner en solfa la actuación gubernamental: ni imprevisión, ni fallos, ni torpezas. Noticias negativas, no.

Son comparecencias organizadas con el principal objetivo de copar espacio en los medios, singularmente las televisiones, convertidas en el arma mediática de estos momentos, cuando toda la población se encuentra encerrada en sus casas y pendiente de la pequeña pantalla. Entre otras cosas, porque la desazón que tiene, que tenemos, sobre lo que está pasando les lleva a intentar enterarse de algo sintonizando las cadenas de televisión.

Y lo que dominan son esas comparecencias vacías que monta a diario el gabinete de La Moncloa. Que, además, hasta podría presumir de que “da mucha información”.

A ellas hay que sumar las salidas a escena de Pedro Sánchez, por supuesto siempre a la hora del telediario (las tres de la tarde, las nueve de la noche), para soltar parlamentos infumables, filípicas sentimentales y homilías de sermón, en las que no cuenta nada, no reconoce nada, y donde, por el tono utilizado, casi trata a los españoles como menores de edad o débiles mentales. Eso parece que piensa de sus conciudadanos.

Sin que falte alguna excursión callejera, aunque sea incumpliendo el confinamiento en La Moncloa, pero, eso sí, con amplia cobertura de cámaras de televisión.

 

Me explicaba un conocido experto en comunicación que el Gobierno ha secuestrado a la opinión pública utilizando la crisis del coronavirus, mediante una presencia masiva, total, en los medios, inundando de comparecencias, ruedas de prensas, anuncios y comunicados de todo tipo. Eso sí, ausentes en general de cualquier contenido reseñable.

Estamos ante un secuestro. No solo físico, sino también emocional. Porque ha convertido la tragedia del coronavirus en un reality permanente, ocupando para ello las teles, las radios y las páginas web.

El Gobierno parece estar consiguiendo dominar la crisis, por el sistema de manejarla emocionalmente, con mensajes subterráneos que se pueden resumir así: Yo os suministro la información, yo os cuido, yo doy las órdenes. Tenéis que obedecer. Yo llevo el timón. Todo está controlado. No es mi culpa.

A ese manejo se han sumado con entusiasmo las televisiones, que apoyan el reality show mediante un bombardeo sistemático, casi las veinticuatro horas. Sin que falten programas especiales y monográficos.

Me explica el citado experto que el comportamiento de las televisiones en España constituye una excepción escandalosa, porque nada de eso se practica en los países vecinos, en el resto de Europa, igualmente atacados por el coronavirus.

Ahora se entiende un poco mejor la subvención de 15 millones de euros que el  Gobierno Sánchez ha destinado a las televisiones. Un regalo de dinero público cuando escasean fondos en sectores más críticos, como los suministros de sanidad, destinado a alimentar la maquinaria de agitación y propaganda.

El drama es que a lo mejor este sistema de ocupación y de montar el reality show le sale bien a Pedro Sánchez y al Gobierno. No me extrañaría nada.

editor@elconfidencialdigital.com

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