La mentirosa verdad parlamentaria

El seguimiento de los grandes debates parlamentarios, como el que ayer se desarrolló sobre el ‘caso Bárcenas’, suelen dejarme un sabor agridulce.

De entrada, produce cierta satisfacción ver cómo en ese ámbito pueden debatirse sin dificultad los asuntos delicados y las cuestiones más dramáticas, y comprobar también que los portavoces se expresan con absoluta libertad. Tales circunstancias constituyen un homenaje al parlamentarismo. Es la luz del espectáculo.

Las sombras empiezan a surgir, por ejemplo, cuando se comprueba que algunos protagonistas aprovechan ese minuto de gloria para soltar cualquier cosa en la tribuna, degradando así el parlamentarismo. Ocurre sobre todo en los grupos pequeños. Ayer volvió a demostrarse, una vez más

Pero una pega mucho más de fondo es ver que en estos debates no se busca la verdad, sino que se centran en la defensa de las previas posiciones de partido, unas posturas que jamás se verán modificadas como resultado de estos debates. Que yo recuerde, en la historia de la reciente democracia española nunca nadie ha cambiado de posiciones.

Desanimante resulta, en fin, saber de antemano el veredicto, el resultado, cualquiera que sea el desarrollo de la sesión, las intervenciones, los argumentos, incluso las revelaciones que puedan aparecer. La mayoría de turno dicta el veredicto. La verdad parlamentaria es tantas veces una mentira.

De todas formas, por insistir en ese mínimo dato positivo. Al menos se puede hablar de todo. Algo es algo.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

 

 
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