Por la boca… Feijóo, con F de fracaso

Por la boca… Feijóo, con F de fracaso
Por la boca… Feijóo, con F de fracaso

Los resultados electorales demuestran que para gobernar, ahora y aquí, no hace falta una gestión más o menos acertada, conseguir un prestigio personal y público hecho a base de honradez y que la mentira permanente importa poco a quienes ni siquiera se plantean si han sido engañados y están dispuestos a seguir en la inopia, con tal de vivir más o menos subvencionados. Pero también demuestran que el nadar y guardar la ropa y ciertos pudores hacia la denominación “de derechas”, son poco rentables.


La política en España, políticos y votantes aparte, es una continua paradoja.
Pierde el que ha ganado y gana el que ha perdido. Todas las expectativas han fallado porque los españoles han cambiado de opinión, más o menos en los diez minutos que han transcurrido desde las elecciones municipales y autonómicas.


Se demuestra que para gobernar, ahora y aquí, no hace falta una gestión más o menos acertada, conseguir un prestigio personal y público hecho a base de honradez y que la mentira permanente importa poco a quienes ni siquiera se plantean si han sido engañados y están dispuestos a seguir en la inopia, con tal de vivir más o menos subvencionados.

Pero también demuestran que el nadar y guardar la ropa y ciertos pudores hacia la denominación “de derechas”, son poco rentables.


Feijóo ha fracasado abrazado a un oso cuya piel se vendió, de forma apresurada, la noche de la victoria en las elecciones autonómicas y municipales.


Es el candidato al que todos los sondeos colocaban en La Moncloa, casi sin despeinarse. El candidato que triunfó en un debate absurdo y renqueante cuya victoria, visto lo visto, desaprovechó.


Es el candidato que puso el listón de sus aspiraciones en 150 escaños y que creía que podría gobernar en solitario.

Es el candidato que anunciaba ceses inmediatos y filtraba nombres de futuros responsables en su Gobierno.


El candidato que abría la caja de los méritos contraídos en sus repetidas mayorías al frente de Galicia, como si las elecciones gallegas tuvieran algo que ver con las generales en toda España.

 


El candidato cuya oferta estrella y principal aspiración, era sacar a Sánchez de La Moncloa y ha fracasado rotundamente en ese tan cacareado objetivo.


El candidato que creyó que, en el plano ideológico, la indefinición es viable y políticamente rentable.


El candidato de la ambigüedad entre el centro y la derecha que no logró situarse en el centro-derecha.


El candidato cuyos votantes, en su inmensa mayoría, están en la derecha pero que siente un cierto pudor a que le sitúen en esa derecha.


El candidato fuerte e indiscutible del Partido Popular que, cuando salió al balcón de Génova la noche electoral, escuchó demasiados gritos de “Ayuso presidenta”, porque ningún partido perdona los fiascos, incluso aunque se haya obtenido un resultado que supone un aumento más que considerable en escaños.


Lo peor que le podría ocurrir a Feijóo le ha ocurrido y la sensación de que sigue al frente del Partido Popular, porque no hay otro o puede no dar tiempo a colocar a otro antes de una hipotética repetición de elecciones, le va a acompañar por mucho tiempo.


La carcajada: La gobernabilidad de España y la posible formación de Gobierno, queda, después de las elecciones, en manos de Puigdemont.

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