Por la boca... Unas elecciones malparidas y malnacidas

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en el debate cara a cara.

Desde la elección de la fecha hasta el desastre del voto por correo, pasando por la ridiculez de los debates, el esperpento de los mítines o la desfachatez de las promesas de unos y otros, las elecciones fueron malparidas, malnacidas y llevan una vida precaria desde cualquier punto de vista. 

Las elecciones del próximo día 23 nacieron mal y siguen deteriorando su andadura cada día que pasa.

Nacieron del miedo de un gobernante tras un desastre en las elecciones autonómicas y municipales; nacieron de la ambición de un mal gobernante que no podía soportar ni un día más el deterioro al que estaba sometido; nacieron de la destrucción de uno de los dos partidos políticos más importantes de España y nacieron fruto de una decisión mal sopesada y peor ejecutada.

Desde la elección de la fecha hasta el desastre del voto por correo, pasando por la ridiculez de los debates, el esperpento de los mítines o la desfachatez de las promesas de unos y otros, las elecciones fueron malparidas, malnacidas y llevan una vida precaria desde cualquier punto de vista. 

Cuando se repite el tópico ridículo y mentiroso de la fortaleza de la democracia en España, basta con mirar lo que ha supuesto el adelanto electoral para concluir que la salud de esa democracia no es demasiado boyante. Un país en el que uno de los candidatos se cree en la obligación de que una de sus primeras medidas, si llega a gobernar, sea pagar horas extraordinarias a los empleados de correos, por trabajos extraordinarios con motivo de unas elecciones, no puede presumir de democracia asentada.

Un adelante electoral de apenas medio año, no tiene por qué ser una decisión ni mal tomada ni mal gestionada. El adelanto es una decisión normal en cualquier sistema político que se llame democrático. Pero esa normalidad ha quebrado en España porque las razones aducidas para el adelanto no tenían la menor consistencia y porque la marcha de la campaña electoral es, cuando menos, decepcionante.

Los sucesos –de sección de sucesos- que se están viviendo en torno al voto por correo es una de las cosas más vergonzosas que han ocurrido desde que en España hay elecciones democráticas.

Es muy difícil que la gestión de Correos -en manos de un amigo personal de quien ha convocado los comicios en pleno verano- no levante todo tipo de sospechas y de suspicacias. 

Que se empiece a hablar de problemas en el voto por correo y de que hay que tomar medidas, con menos de 48 horas para que terminen los plazos de solicitud, entra de lleno en el humor negro. 

 

Más allá de plazos, de fechas, de trámites y de requisitos para votar por correo, la realidad es que habrá españoles que no van a poder votar. Y lo de menos son las cifras o los contratos de refuerzo de personal que haya que hacer en Correos. 

Simplemente con que haya un solo español que quiera votar y no pueda hacerlo, ya es una auténtica vergüenza, con independencia de que sea un suceso de escaso nivel democrático.

Sea cual sea el resultado, será muy difícil cerrar la brecha de descrédito para el sistema.

Y lo que sucede en Correos es un hito más de la anormalidad de una convocatoria electoral que nació malamente y que -aún después de celebradas las elecciones- va a dejar muy contra las cuerdas a la democracia española.

La carcajada: Dice Díaz en pleno fervor mitinero: “Necesitamos hablar de otra forma. Necesitamos futuro”.

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