Agresiones a médicos y deficiencias sanitarias

Si bien resulta preocupante el dato, por lo que se percibe en la sociedad es un dato que se podía temer o prever, y si no se toman medidas puede ir en aumento.

La figura del médico era muy respetada, pero ahora se nota que exigimos más, probablemente por la progresiva mejora de la sanidad y del aumento de la formación y cultura, y también porque es un servicio que tiene o puede tener graves consecuencias. Hace décadas, la percepción era que un médico era intocable: fueron presentándose denuncias, reclamaciones incluso judiciales, y los ciudadanos empezaron a ejercer sus derechos ante deficientes atenciones médicas.

Quienes carecen de control o justifican la violencia por situaciones realmente dolorosas parece que se sienten legitimados a llegar a la agresión, contra médicos, enfermeras o personal de cualquier centro de salud, público o privado, y eso es intolerable. Agresiones físicas, y muchas más verbales, en forma de amenazas o insultos.

Por los médicos que conozco y lo que observo, el personal sanitario ha de ejercer mucho también la paciencia, pues las impertinencias – a veces por nervios – que soportan no son pocas, especialmente en la sanidad pública.

Seguro que en estos días de Semana Santa, de viajes y desplazamientos masivos, se producirán situaciones como las que menciono: falta de previsión de algunos pacientes, nervios, accidentes o lesiones de diversa índole, y tal vez escasa atención médica en lugares de previsible o conocida afluencia turística.

Las agresiones deben erradicarse del modo más contundente: avisando a la policía o llevando a los tribunales a los agresores. También las amenazas. Es el camino, para que a nadie salga gratis ni la negligencia profesional ni la violencia como respuesta.

De todas formas, por historias que nos llegan a unos y otros, la sanidad ha de continuar mejorando, y mucho. Basta poner el ejemplo de las citas para un especialista: se dan, con cierta frecuencia, para varios meses, y el paciente opta por ir a un médico privado, si su economía lo permite.

A su vez, el respeto ha de ser recíproco, pues es intolerable que algunos pacientes, mientras se les atiende incluso en un centro de salud, hagan uso del teléfono móvil, como me comentaba recientemente una enfermera: lo que genera es que también los médicos y enfermeras utilicen el teléfono móvil mientras atienden a un enfermo. La falta de respeto va generando el caldo de cultivo de agresiones verbales o físicas.

Tampoco es de recibo que, como sé de un caso reciente en la Seguridad Social, a un paciente lo trasladen a otro especialista de otro centro de salud para seguir un tratamiento, realizado durante varios años, y no se le pasen los antecedentes al nuevo especialista. Es más: se citó al paciente, sin decirle que tenía que aportar los antecedentes que conservase, para “abrirle ficha”. Con lo fácil que resulta ahora con la informática trasladar el expediente a otro especialista, da la impresión de empezar de cero, y se deja que el enfermo aporte documentos o comentarios, si los conserva o recuerda, cuando ha habido un servicio especializado durante años. Falta de profesionalidad. Si en nada está justificado, en la salud menos.

 

Habrá que presentar más reclamaciones, quejas o demandas judiciales, porque es intolerable, tanto por parte de los pacientes como del personal sanitario. Hay que revisar el sistema para que los pacientes puedan presentar las quejas, sin convertirlo en un camino tortuoso: no es incompatible la facilidad para reclamar con la irresponsabilidad.

Y que se conteste a las quejas y se adopten medidas con rapidez, incluidas en su caso sanciones… pero no a los 6 meses, no con nuevas citas ni requerimientos para aportar algún documento más, que convierten en un calvario lo que es un derecho ciudadano. La vía judicial es más lenta, y tiende a buscar indemnizaciones cuando ya es irremediable lo denunciado, pero la lentitud de la justicia es otro capítulo.

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