La institución matrimonial

El 5 de julio, en Madrid, hubo una manifestación general de gays. No sé por qué la expresión “orgullo gay”, cuando ninguno, en el fondo, se siente orgulloso de su tendencia sexual.  Se nace hombre o mujer; de ahí deriva el matrimonio, que no es una institución discriminadora, como tampoco lo es la Magistratura aunque todos no sean ni puedan ser jueces. Manifestarse los homosexuales para que les reconozcamos sus derechos, yo diría que sobra a estas alturas: ya la gente no  aborrece a nadie por su tendencia sexual, ni creo que piense que son inferiores. Ese disparate  conllevaría ignorancia o malignidad; pero no es común. Otra cosa es la institución matrimonial, secular y santa, universalmente reconocida, que debe mantenerse, y reconocerla y protegerla el Estado por sus positivas consecuencias sociales. El matrimonio es garantía de valores esenciales como la vida y la familia, aunque haya gente de ideología masónica contraria a los vínculos familiares y a la vida. La estupidez de algunos hace repetir lo obvio: el matrimonio es la unión estable del hombre y la mujer, que hace posible la perpetuidad de la especie, la ayuda mutua y el amor. Sí, lo sé: ha habido matrimonios equivocados; pero esos errores humanos no quitan su importancia a la institución matrimonial, como no la quitan, a la medicina, el que haya médicos ineptos.

 

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