La mediocre clase política

Piénsese por un momento en los grandes profesionales, hombres y mujeres, que España tiene en el arte, la música, la literatura, el deporte, la investigación... Puestos dar nombre llenaríamos páginas. Eso, con los conocidos. Con los desconocidos, pero muy valiosos, llenaríamos libros.

         Y ahora vamos al Congreso, al Senado, a los parlamentos autonómicos, a los alcaldes y concejales de grandes y medianas ciudades (los de los pueblos son, por lo general, muy meritorios). ¿A quiénes encontramos con un perfil alto, de honradez y a la vez eficacia, de sentido de Estado y de cercanía a los problemas concretos de la gente?

         La mayoría de los políticos, diputados, senadores, concejales son de relleno en la lista de los partidos y esas personas no tienen más mérito que el de haber nacido, mamado y crecido en el seno de la organización. La mayoría, por supuesto, no es corrupta; pero se puede ser honrado y gris.

         Me dicen algunos que saben que la gente mejor no quiere mezclarse con la política, sobre todo tal como está la política últimamente. Y se entiende hasta cierto punto. ¿Dejamos entonces la política a gente sin especial cualificación? 

         Hay interrogantes para los que nunca he tenido respuesta y este es uno de ellos. Pero no es verdad que “tenemos los políticos que nos merecemos”. Merecemos políticos mejores; otras veces los ha habido. Quizá sea cosa de racha. Quizá llevamos años de muy mala cosecha. La aparición  de los partidos emergentes no es que haya arreglado muchos las cosas.

         Y con estos mimbres vamos a nuevas elecciones.

 
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