La España cotilla del marujeo

España entera es una peluquería de rulos, mechas y permanentes, donde no se sabe quién está más tarado, si el lerdo que acude a los platós de televisión o al papel cuché a vender sus intimidades, o el enfermo mental que se alimenta del morbo ajeno probablemente porque su insípida existencia es tan insulsa que necesita bucear en la vida de los otros para compensar su propio tedio.

Como en el chiste, tan romo de entendederas es el dante como el tomante, o inclusive más el segundo que el primero, pues como dice Paris Hilton, ella no es tonta –¡Qué va!-, sino que se lo hace, que es muy diferente, y que si ha llegado tan alto es que además de todo eso está divina de la muerte mal que le pese a los envidiosos de mierda que ponen en entredicho su capacidad neuronal. ¡Qué nivel Maribel!

La retrógrada España cañí del pasodoble del maestro Marquina es pura vanguardia artística comparada con el grotesco patio ibérico, donde los hay que nos sentimos tan perdidos o más que el desorientado Max Estrella valleinclanesco disfrazado de Pocholo.

La culpa de todo la tiene -¿Quién si no?- Zapatero, que con su particular forma de concebir el prostático Estado del Bienestar nos va a obligar a seguir viniendo a la oficina con los pañales gigantes anti pérdida de orina senil.

Entiéndaseme. No se trata de volverse, de pronto un Borjamari pijoprogre, ossea un intelectual petulante de esos que se la cogen con papel de fumar y padecen retención anal por considerar de mal gusto la olorosa costumbre de dar rienda suelta al lastre intestinal a través del tercer ojo. ¡Jesús! ¡Qué ordinaria me estoy volviendo! Ni tampoco es cuestión de cambiar de pronto el ¡Hola!, el ¡Qué me dices!, el Diez Minutos, Pronto, Semana, Lecturas, o la revista de Ana Rosa… por la Revista de Occidente y las conferencias de Punset. Pero digo yo que un término medio sería lo más higiénico, a medio camino entre lo sublime y lo hortera.

Ni la riñonera playera de pagafantas, la gorra de publicidad de Nivea, la camiseta ombliguera ajustada y sin mangas, las sandalias con calcetines de turista alemán de Torremolinos, la barriga Mahon 5 Estrellas y la cabeza de chorlito; ni tampoco el dandi de la sofisticación mental que se cree Albert Einstein y es más ceporro que todos los tontos del culo juntos que pueblan la literatura sabia y antropofágica de don Camilo.

Así de brillantina nos luce el pelo, y así de bien se lo montan los políticos que nos gobiernan, que aun conscientes de sus muchas limitaciones (pues en los hemiciclos abundan los “retardados”), saben muy bien que un tonto caminando llega antes que otro que se cree listo pero vive como un rehén de Guantánamo atado con grilletes al mando a distancia.

El hombre es el sucesor, atolondrado de entendederas, del mono sabio de Tarzán que en un momento dado dejó de evolucionar, por simple dejación voluntaria del raciocinio pensante. Y España un enorme zoológico de bestias domesticadas como los animales del Circo Price. Aquí cualquier tuercebotas diseña tornillos para la NASA, y el ministro Gabilondo, el hermano ilustrado del predicador radiofónico-televisivo, todavía no ha caído en la cuenta.

 
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